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En una reciente conferencia sobre educación, fui invitado a participar en una mesa redonda titulada “Problematizar las competencias futuras: el desarrollo del aprendizaje en el desconocido siglo XXI”. Había algo acerca del título que generaba en mí cierta resistencia, así que, en lugar de ofrecer sugerencias sobre “competencias” para el “desconocido” siglo XXI, decidí problematizar el tema de la mesa redonda. Me gustaría compartir con ustedes lo que pienso.

Comencé con una cita atribuida al Presidente Abraham Lincoln, que dice: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Yo comparto esta opinión y creo efectivamente que, como seres humanos que somos, desempeñamos un papel clave a la hora de determinar nuestro futuro. A través de nuestras grandes y pequeñas acciones creamos los acontecimientos futuros.

Durante las últimas décadas, el mundo ha hecho grandes avances en el ámbito de la tecnología– no sólo en lo que respecta a las TIC sino también en la medicina, el transporte y las tecnologías bélicas. En cambio se han hecho muchos menos progresos en términos de desarrollo humanístico – muchos menos progresos a la hora de reconciliarnos con nuestros sueños y ambiciones, con la frágil naturaleza de la condición humana. De hecho, el informe de 2016 de Amnistía Internacional concluía que ese año se había producido “una grave regresión en materia de derechos humanos”.

No me gusta el presente, caracterizado por la avaricia, la competencia, los sentimientos de superioridad de los países industrializados y, muy a menudo, sentimientos de excepcionalismo. Por eso me gustaría trabajar para tener un futuro distinto, un futuro en el que la armonía prevalezca sobre el conflicto, donde el bienestar generalizado sea más importante que acumular una inmensa riqueza, donde la empatía sea más importante que vanagloriarse, y donde las preocupaciones internacionales reciban efectivamente mayor atención que los limitados intereses nacionales.

Considero fundamental para nuestra existencia que pongamos menos énfasis en las competencias técnicas y más en inculcar los valores de la cordialidad. La excesiva atención que se dedica a las asignaturas de lectura, matemáticas y ciencias tiende a desplazar las asignaturas humanísticas como la historia y la filosofía, e incluso asignaturas como las ciencias sociales.

Permítanme que les dé un ejemplo sobre la cuestión de género. Al abordar la cuestión de género, las políticas mundiales en el ámbito educativo –actualmente el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4– hacen hincapié en el acceso de las niñas y los niños a las escuelas y en la importancia de que terminen sus estudios. Sin embargo, los líderes educativos mantienen una cultura del silencio con respecto a manifestaciones clave de asimetrías de género. Más allá de una educación sexual breve y superficial, no hay realmente ningún debate sobre las formas adversas de violencia relacionada con el género tales como la violación, la violencia doméstica, el acoso y la violencia sexual, la mutilación genital femenina y los crímenes de honor. El papel de la división sexual de las trabajadoras y los trabajadores a la hora de conformar las identidades femeninas y masculinas, y el peso de las desigualdades materiales que afectan a las mujeres, como es el acceso a un crédito, las leyes de sucesión y la normativa relativa al divorcio, simplemente no se discuten en las escuelas. Estos conocimientos –que entrarían en el apartado de competencias fundamentales básicas– siguen estando subdesarrollados.

En los países en desarrollo hay un número considerable de personas con escasas competencias básicas en materia de alfabetización y aritmética. Esta situación tiene que mejorar. Sin embargo, en la lucha por el progreso, avanzamos por unas vías que están estrechando peligrosamente los currículos y redefiniendo los conocimientos en formas poco deseables. Dado que la mayor parte de las maneras de medir los conocimientos se basan actualmente en los resultados de unas pruebas mundiales o regionales, los conocimientos están siendo redefinidos para que equivalgan al rendimiento que se obtiene en las pruebas estandarizadas. Estas pruebas se basan en elementos que tienen que establecer discriminaciones entre los examinados, y en elementos en los que una sola respuesta es la correcta. Así pues, las pruebas estandarizadas hacen que nuestros conocimientos sean blancos y negros, sin ninguna posibilidad de tonalidades grises – algo que no encaja con nuestra experiencia personal y que contradice las políticas educativas que tratan ostensiblemente de fomentar unas mentes críticas en las nuevas generaciones.

Proclamamos el valor de la igualdad social, y sin embargo nos comprometemos a realizar reformas impulsadas por el mercado. Queremos paz, pero seguimos equipándonos con las últimas tecnologías bélicas. Para crear un mundo justo tenemos que formar a una juventud y una ciudadanía que sean justas, participativas y con capacidad de autorreflexión. Estos son los valores y competencias que debemos fomentar hoy en día. El Banco Mundial, que está solidificando su postura como principal organismo de desarrollo, identifica entre sus objetivos clave la eliminación de la pobreza y la promoción de una prosperidad compartida. ¿Cómo pueden alcanzarse estos objetivos sin respeto y empatía por los demás?

La meta 4.7 de los ODS hace indirectamente referencia a las ciencias humanas y a los propósitos morales de la educación al abordar la necesidad de incorporar en los libros de texto un componente de ciudadanía mundial que incluya la igualdad de género y los derechos humanos. Al mismo tiempo, el grupo de expertos que está trabajando en los indicadores para medir esta meta ha informado que hay muy pocos datos disponibles al respecto. Además, sólo tres países han expresado su apoyo para trabajar en cuestiones de ciudadanía (Japón, Corea del Sur y Alemania). Esto indica que dicha meta no se cubrirá en informes futuros y, lo que es aún más probable, que no se implementará.

Para acabar, me gustaría formular un ruego para la consideración de unas competencias educativas que vayan más allá del enfoque casi exclusivo centrado en la alfabetización y la aritmética básicas, que tiende a privarnos del tipo de valores, conocimientos y competencias que permiten y favorecen un mejor entendimiento entre las personas. La reintroducción del aprendizaje humanístico permitiría lograr un equilibrio personal más enriquecedor con las competencias esenciales que en estos momentos dominan nuestro aprendizaje. Y es preciso que actuemos ya – de lo contrario nos estaremos alejando cada vez más de la posibilidad de crear un mundo más justo y pacífico para todas y todos.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.