
Gracias a un proyecto de la Internacional de la Educación sobre trabajo infantil, en colaboración con sindicalistas y sus comunidades locales, 1.880 niños y niñas volvieron a la escuela el año pasado en seis países participantes: Burundi, Malawi, Malí, Togo, Uganda y Zimbabwe.
La Internacional de la Educación cree que las comunidades escolares proporcionan el mejor entorno para los niños y las niñas, y que una escuela pública de calidad, con docentes bien apoyados y capacitados, y un enfoque centrado en el estudiante es la clave para abordar el trabajo infantil.
El proyecto “Promoción del diálogo social para erradicar el trabajo infantil y fortalecer una educación de calidad”, con el apoyo de la AOb, Mondiaal FNV y la Fundación Fair Childhood de GEW, proporcionó capacitación integral a 505 docentes y personas directoras de escuelas en los países mencionados, un componente clave para el éxito de la iniciativa.
Estos cursos de desarrollo profesional y seminarios de sensibilización se centraron en los derechos de la infancia y las cuestiones relacionadas con el trabajo infantil, con un énfasis particular en la igualdad de género.
El profesorado reportó que estas formaciones fueron una "revelación", ya que les proporcionaron una mejor comprensión del trabajo infantil, la diferencia entre trabajo infantil y tareas apropiadas para menores, así como de las regulaciones nacionales e internacionales relacionadas con los derechos de la niñez.
El contenido de las capacitaciones se adaptó a los contextos específicos de cada país. Los docentes testificaron durante las visitas de la IE que, si bien ya habían oído un poco sobre el trabajo infantil, no sabían realmente qué era. Se sienten empoderados por las formaciones que recibieron.
Una docente, Selami Mwajuma en Burundi, compartió:
"La formación sindical nos abrió los ojos sobre las leyes del trabajo infantil en Burundi. Por ejemplo, yo no sabía que no podíamos emplear a una persona menor de 18 años como ayudante doméstico en nuestro hogar. Me comprometí a no hacerlo. Como docentes, debemos dar el ejemplo en el respeto de los derechos de la infancia."
Entre los resultados comunes de las formaciones, el profesorado desarrolló una mayor capacidad para hacer seguimiento al estudiantado que había abandonado la escuela o estaba en riesgo, e implementar medidas preventivas. En Uganda, el Sindicato Nacional de Docentes de Uganda (UNATU) incluso desarrolló un “rastreador” para los niños y las niñas fuera del sistema escolar. Además, las formaciones promovieron la adopción de enfoques pedagógicos amigables con la niñez, lo que llevó a la eliminación del castigo corporal y al abandono del uso de estudiantes para realizar tareas relacionadas con el trabajo del profesorado.

También se fomentaron pedagogías que promueven el aprendizaje activo y crean un ambiente de aula más participativo. Esto incluye la prohibición de toda violencia física y verbal: demostrar amabilidad y paciencia hacia el estudiantado, y reconocer sus dificultades.
El profesorado también adquirió mayor conciencia sobre cuestiones de género y sobre la violencia basada en género relacionada con el entorno escolar, lo que llevó a culturas de aula más inclusivas y a la mejora de las instalaciones sanitarias para las niñas en algunas zonas.
En Malaui, 65 docentes recibieron capacitación en el enfoque SCREAM (Support Children’s Rights through Education, the Arts and the Media), empoderándoles para defender los derechos de la infancia a través de actividades creativas.
Como resultado de estos cambios, el profesorado fue percibido como más accesible, tanto por los estudiantes como por las madres y los padres, lo que llevó a una mayor participación de madres y padres en las actividades escolares.
La participación de la comunidad educativa en general, más allá del profesorado, fue crucial para lograr el regreso del estudiantado a la escuela. Las personas directoras escolares también participaron en las capacitaciones, y el conocimiento adquirido se compartió a menudo con toda la comunidad escolar.

En Malí, docentes de las escuelas del proyecto ofrecieron horas de su tiempo libre para brindar clases de recuperación a estudiantes que habían trabajado. Clases de recuperación similares, apoyadas por el proyecto, también se ofrecieron en Malaui y Burundi.
En Zimbabue, la introducción de docentes de incubación —con formación específica para acoger y reintegrar a estudiantes que habían estado fuera del sistema educativo formal durante largos periodos— proporcionó un apoyo individual crucial.
La directora de la Escuela Primaria Goromokwa en Zimbabue dio testimonio del impacto, afirmando:
"Llevo 18 años en esta escuela. Gracias a este proyecto, por primera vez, recibimos un apoyo significativo de nuestro concejal. Cuando le informé que los y las estudiantes estaban abandonando la escuela por hambre, nos proporcionó un saco de 50 kg de semillas de maíz. También nos dio cemento para que los padres pudieran construir bloques de baños para el alumnado."
Los esfuerzos colaborativos entre docentes, comités de gestión escolar, asociaciones de madres, padres, docentes, y líderes locales —quienes también recibieron sensibilización y en algunos casos capacitación por los sindicatos— crearon un entorno de apoyo para el regreso del estudiantado a la escuela.
Esta responsabilidad colectiva y la dedicación de la comunidad educativa, impulsadas por el conocimiento y la motivación adquiridas a través de las formaciones del proyecto, fueron fundamentales para lograr que un número significativo de estudiantes regresara a la escuela.
Además, la creación de clubes de derechos de la infancia, que involucraron a 797 estudiantes en los 6 países participantes, empoderó al estudiantado para convertirse en una fuerza defensora activa de sus derechos, sensibilizando a sus escuelas y comunidades mediante actividades como el teatro callejero.
La sinergia de acciones entre estos grupos comunitarios recientemente sensibilizados fue un factor clave para impulsar un cambio real.