Durante las cuatro últimas décadas, Afganistán ha sido testigo de una serie de guerras devastadoras, con las inevitables muertes, destrucción de infraestructuras y graves consecuencias para diversos aspectos de la vida de las personas que conlleva toda guerra. Durante este tiempo, el profesorado afgano se ha mantenido en todo momento al servicio de la juventud del país con honradez y dedicación.
En los últimos 20 años, si bien la comunidad internacional ha proporcionado generosas ayudas económicas al país, la corrupción sistémica y la mala gestión de los fondos por parte de los últimos gobiernos han supuesto un despilfarro de los recursos y han abocado al personal docente afgano al borde de la pobreza.
La reciente llegada de los talibanes al poder ha exacerbado las dificultades, los y las docentes se enfrentan en su trabajo a retos y restricciones sin precedentes. El establecimiento de normas estrictas en el ámbito laboral, los traslados forzosos y la prohibición de la educación de las niñas han agravado aún más la vulnerabilidad y las presiones psicológicas y económicas a las que se encuentra sometido el profesorado.
La decisión de los talibanes de prohibir que las niñas sigan estudiando más allá del sexto grado, y de separar las escuelas y el personal docente en función del sexo, no ha estado exenta de consecuencias para el personal docente. De un día para otro, un gran número de profesoras se vieron obligadas a quedarse en casa, mientras que otras fueron obligadas a trabajar en escuelas lejos de su domicilio, teniendo que gastarse parte de su sueldo en el transporte y viendo considerablemente reducido su poder adquisitivo.
Tras el cambio de gobierno, el personal docente estuvo cuatro meses consecutivos sin recibir su sueldo. A día de hoy, si bien el pago de los salarios ha vuelto a la normalidad, las condiciones económicas del personal docente no han mejorado.
El salario actual no permite cubrir las necesidades mínimas mensuales del profesorado debido a la devaluación de la moneda afgana (AFN) frente al dólar (USD). Una persona docente que solía recibir un salario mensual de 100 USD está recibiendo ahora 70 USD, viendo más limitado todavía su poder adquisitivo. Esto ha obligado a una parte de los y las docentes a abandonar su profesión o a dedicar su tiempo libre a la realización de duros trabajos físicos para poder mantener a sus familias, algo que ha repercutido negativamente en la calidad de la enseñanza.
También hay una serie de problemas en relación con el pago de los salarios que todavía no se han resuelto. Debido a la falta de efectivo en la mayoría de los bancos, tanto en la capital como en las provincias, los y las docentes se ven en la obligación de acudir varias veces al banco, teniendo que asumir gastos de transporte adicionales y esperar varios días para cobrar. En las zonas remotas, donde los sueldos se pagan en efectivo, el profesorado no está recibiendo su salario mensual con regularidad, y en ocasiones los pagos se retrasan dos o tres meses. Además, debido a las dificultades financieras y a las actuales políticas del Gobierno, tampoco se están pagando las pensiones de jubilación de los y las docentes.
Nuestra organización, el National Teacher Elected Council (NTEC), no escatima esfuerzos para apoyar al personal docente afgano, que está atravesando las jornadas más difíciles de su vida y que se enfrenta a un futuro incierto. Estamos decididos a proseguir con nuestra labor de defensa y a alzar nuestra voz en favor de un cambio positivo y un futuro brillante para el profesorado afgano y las comunidades educativas. Los y las docentes afganos/as no deberían ser víctimas de la situación política actual. Hago un llamamiento a la comunidad internacional para que nos ayude a alzar la voz y compartir nuestra historia con el mundo. Juntos podemos mejorar la vida del profesorado afgano y la calidad de la educación en Afganistán.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.