Durante mi carrera como maestro he aprendido mucho de los niños. Me gustaría compartir una lección sobre educación inclusiva que aprendí a raíz de lo que le sucedió a una alumna.
En un primer momento mi consejo fue: “Si nos centramos en el futuro de Sakura [i], sería mejor que se matriculara en una clase para alumnos con necesidades especiales”.
Era fruto de las discusiones que habíamos mantenido sobre la matriculación de Sakura en el siguiente curso. Las aptitudes y competencias para vivir en sociedad son más importantes que el denominado “éxito académico”. En este sentido, era mejor que estudiara en una clase para alumnos con necesidades especiales, donde tuviera acceso a un plan de estudios adaptado a sus necesidades y recibiera un apoyo personalizado.
Cuando la conocí, Sakura estaba en 4º de primaria. Aquella clase había sido caótica durante el curso anterior debido a problemas disciplinarios. Yo pasé a ser el tutor de la clase. Al pensar en Sakura en aquella clase, recuerdo que era una niña muy despierta y muy sonriente, y que sus compañeros de clase se ayudaban mutuamente cuando se enfrentaban a problemas, como pueden ser las dificultades académicas. A menudo eran estudiantes que no entendían lo que había que hacer y que tenían problemas para escuchar y comprender a los profesores. Ella y los otros alumnos trabajaron juntos y crearon un ambiente agradable en el aula. Al recordarlo, ahora comprendo que los niños y niñas habían creado su propio entorno inclusivo.
Cuando hablamos por primera vez sobre la clase a la que asistiría Sakura durante el curso siguiente, decidimos observar durante un año más cómo se desenvolvía en las clases regulares. Otro factor que se tuvo en cuenta es que sus padres se oponían a que recibiera una educación para alumnos con necesidades especiales.
Así que Sakura permanecería en la enseñanza ordinaria. Yo era el director del Departamento de Juventud de mi prefectura, pero no sabía casi nada sobre “educación inclusiva” ni sobre “adaptaciones razonables”. Como miembro del Departamento de Juventud del sindicato japonés de docentes Japan Teachers’ Union, tuve la oportunidad de aprender sobre estos temas, aunque no los percibía como retos a los que me tendría que enfrentar.
En 5º, Sakura tuvo bastantes dificultades con la vida académica y escolar, a pesar de contar con el apoyo de sus amigos. Al enfoque de la educación inclusiva se anteponía un enfoque médico, de “tratamiento”, que efectivamente la separaría de los demás. Eso me impacientó y, para que no se quedara atrás, la obligaba a realizar las mismas tareas académicas que sus compañeros, en lugar de tener en cuenta sus dificultades y buscar la manera de adaptarse a ellas. Finalmente se confirmó mi conclusión inicial de que en las clases ordinarias no conseguiría aprobar. Me sentía atrapado, pero me obligué a creer que sería lo mejor para su futuro.
Sus padres se reunieron conmigo y entendieron mi planteamiento, así que se decidió que en 6º la cambiarían a una clase para alumnos con necesidades especiales. Tuvo oportunidades ocasionales de estudiar con sus antiguos compañeros de clase en el marco de los programas de intercambio (solo dos clases al día), pero su relación con ellos cambió, puesto que su nuevo profesor y el personal de apoyo siempre estaban con ella. Eso le proporcionó apoyo en lo que respecta a las necesidades especiales, pero la inclusión, que quizás sea más importante, se perdió. Nunca olvidaré las lágrimas de Sakura cuando les dije a mis alumnos que iba a cambiarse de clase.
Actualmente, como director del Departamento de Juventud del JTU, aprendo cosas todos los días. Aprendí un eslogan relacionado con la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: “Nada sobre nosotros/as sin nosotros/as”. Y me pregunto hasta qué punto escuché a Sakura. Si en aquella época hubiera tenido conocimientos sobre “educación inclusiva” y “adaptaciones razonables”, habría podido sugerir algo distinto. Todavía me arrepiento de no haber conocido este enfoque antes de que se produjera aquella situación.
Mi mandato como director de Juventud del JTU está a punto de concluir, y me doy cuenta de lo importante que es saber todo lo que se pueda en el ámbito de la profesión docente. Ahora tengo los conocimientos para proponer diferentes opciones sobre educación de calidad a niños, padres y compañeros. Por muy atareados que estemos, no podemos dejar de aprender. Me gustaría conseguir que mi clase se basara en las ideas de “aprender juntos”, “apoyarse mutuamente” y un “lugar para cada uno de ellos”. Mis remordimientos me animan a intentar establecer este tipo de clases para mis próximos alumnos. Es algo que me apetece mucho.
[i] Se ha utilizado un pseudónimo para respetar su privacidad.
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