La Internacional de la Educación lamenta el cruel y devastador bombardeo en una escuela al oeste de Kabul, Afganistán, que acabó con la vida de 34 alumnos e hirió a otros 57.
Según las autoridades, un terrorista suicida entró en el centro educativo durante las clases y detonó su chaleco bomba. La mayoría de las víctimas eran jóvenes que habían terminado el instituto recientemente y estaban preparando los exámenes de acceso a la universidad. Todas las víctimas eran menores de 20 años.
Hassan Rahimi, padre de dos mellizos fallecidos en el ataque, declaró ante la prensa local que «mis hijos no luchaban en ninguna guerra; eran alumnos que estudiaban allí. ¿Qué crimen habían cometido para merecer una muerte tan terrible? Los dos estaban deseando presentarse a sus exámenes», añadió Rahimi. «Se quedaban estudiando todas las noches hasta las dos. Yo les insistía en que se acostaran, pero no me hacían caso».
El padre, destrozado, explicó que su hija «Farzana siempre decía que quería ser maestra para devolver algo a su país» y que su hijo Atta quería ser abogado. «Para nosotros es una pérdida indescriptible», describió Rahimi, «pero estos niños que han muerto, incluyendo los míos, eran el futuro del país. También son una pérdida para Afganistán. Eran la siguiente generación de médicos, ingenieros y profesores».
El ataque ocurrió el 15 de agosto en el centro educativo Mawoud, en la zona predominantemente chií de Dasht-i Barcha, en Kabul. El Estado Islámico se ha atribuido el atentado suicida. Este grupo terrorista ya ha atacado zonas chiíes en numerosas ocasiones. En los últimos dos años, ha habido al menos 13 ataques contra la comunidad chií solamente en Kabul.
De acuerdo con un líder local de la comunidad chií, el atacante se había centrado en una clase en la que hombres y mujeres estudiaban juntos.
La Internacional de la Educación condena estos incidentes y defiende que todas las escuelas deberían ser lugares seguros en los que cada uno de los alumnos contase con las mismas oportunidades de desarrollar todo su potencial en un entorno pacífico de enseñanza y aprendizaje.
En 2015, Afganistán fue uno de los primeros países en respaldar la Declaración sobre escuelas seguras, comprometiéndose a proteger a alumnos, profesores, escuelas y universidades de ataques en situaciones conflictivas. Estos ataques deben terminar.