Quiero que el profesorado se motive con el cambio climático. No porque sea algo bueno, sino porque podemos hacer mucho para desempeñar un papel constructivo y positivo a la hora de encontrar soluciones para un futuro mejor.
Quiero que el profesorado se motive con el cambio climático
Puede que suene raro. Me explico. Últimamente he asistido a foros y conferencias sobre educación en los que apenas se mencionaba el cambio climático. Cuando se hablaba de ello, era en un tono pesado. La gente parecía tener ganas de pasar al siguiente tema.
¿Por qué dejamos de hablar cuando se hace referencia al cambio climático? Algunos estudios sugieren que el motivo es que nos sentimos superados por la magnitud del problema e incapaces de resolverlo. Al profesorado y a los padres también les preocupa generar ansiedad y desesperanza entre los jóvenes. Es natural querer protegernos de estos sentimientos. Sin embargo, el profesor Michael Mann advierte de que es el resultado de las tácticas de “inactivismo climático”, que aplican quienes quieren frenar la movilización por el cambio climático sembrando el desaliento.
Por eso, quiero que el profesorado se motive y llene de energía a la hora de enfrentarse al cambio climático. No porque sea algo bueno ya que, claramente, no lo es. Me gustaría que el profesorado se motivara y llenara de energía porque podemos hacer mucho para desempeñar un papel constructivo y positivo a la hora de encontrar soluciones.
La educación desempeña un papel clave en la respuesta a la crisis climática
Las políticas de acción climática global indican con mucha claridad que la educación desempeña un papel clave en la crisis climática, al permitir que la sociedad sea parte de la solución. Sin embargo, las políticas de educación nacionales no suelen ir de la mano de este llamamiento, y “ el sector educativo sigue desaprovechado en su condición de recurso estratégico para mitigar y adaptarse al cambio climático” (UNESCO, 2015, p. 66).
Parte del problema radica en que los sistemas y las estructuras políticas educativas nacionales no han actuado con suficiente rapidez a la hora de proporcionar instrucciones claras y apoyar respuestas efectivas en cuanto a cambio climático que engloben todo el sistema. También surge una complicación en el hecho de no saber por dónde empezar. Se puede incluir el cambio climático en la programación curricular, pero ¿qué más podemos hacer?
Los modelos de centros educativos “preparados para el cambio climático” identifican la necesidad de incluir la reflexión sobre el clima y la sostenibilidad en todas las prácticas escolares, así como en la toma de decisiones en todos los niveles. De esta forma, habría que implicar a equipos directivos de centros, personal, estudiantes, entidades gubernamentales y la comunidad educativa en un sentido amplio. En términos prácticos, puede resultar útil pensar en los dos ámbitos en los que tenemos influencia: “cosas” materiales e “ideas y métodos” inmateriales.
En el ámbito de las “cosas” materiales, reducir la huella medioambiental de nuestros materiales e infraestructuras y buscar alternativas más eficientes, limpias y duraderas se traduce en beneficios directos para el clima. Los centros educativos también pueden influir directamente en los sistemas vivos presentes en sus instalaciones o cerca de estas. Plantar árboles, recuperar humedales, cuidar huertos, preparar compost, criar gusanos, evitar el desperdicio de comida y desarrollar un suelo sano genera beneficios para el cambio climático y ofrece oportunidades interesantes para el aprendizaje del alumnado. Los centros educativos preparados para el cambio climático también pueden centrarse en planificar medidas de resiliencia y recuperación cuando el impacto del cambio climático afecta a sus comunidades.
En el ámbito de las “ideas” inmateriales, la educación ayuda a la gente a desarrollar los conocimientos, valores, actitudes y capacidades necesarias para vivir de forma sostenible en un planeta con unos recursos limitados. Los centros educativos son lugares donde podemos normalizar prácticas como usar solo lo que necesitamos, reducir los residuos, crear sistemas circulares y entender los costes ambientales y climáticos reales que suponen nuestras elecciones y decisiones diarias. Normalizar estas prácticas en los centros académicos y otros ámbitos educativos puede servir para que se normalicen también en las comunidades y en toda la sociedad.
La educación debe centrarse en las soluciones, no solo en los problemas
Los activistas climáticos, incluidos los jóvenes, han pedido a los gobiernos y a otras personas en el poder que “digan la verdad” sobre el cambio climático y que fundamenten sus decisiones políticas en la ciencia. Aciertan al exigirlo. Es importante conocer la base científica de las causas e impactos del cambio climático. Resulta crucial entender la relación entre cambio climático y sistemas económicos, políticos y sociales, y saber que se trata de un tema de justicia social. Sin embargo, no basta con comprender el problema.
La educación también tiene el poder de arrojar luz sobre las soluciones y de activar a la gente para que desempeñe un papel en estas. Para ello, hace falta contar con un enfoque educativo global. El Modelo Bicicleta para la educación para el cambio climático es una buena forma de plantearse cómo diseñar experiencias de aprendizaje que generen conocimientos, motivación y competencias para tomar medidas. El Modelo Bicicleta destaca la importancia de los valores, identidades, formas de ver la vida y emociones, así como de los conocimientos, a la hora de ayudarnos a trazar el camino hacia soluciones climáticas socialmente justas y culturalmente sostenibles.
La educación debe apoyar la transición hacia un futuro con bajas emisiones de carbono
En lugar de referirnos a la educación sobre el cambio climático, vamos a hablar de educación para un futuro con bajas emisiones de carbono.
Las economías globales de hoy en día se basan principalmente en prácticas insostenibles que producen grandes cantidades de carbono y destruyen el medioambiente. La mayoría habitamos pueblos y ciudades en los que se ha adoptado una forma de vida con una presencia de carbono elevada. Esto tiene que cambiar. La labor de la comunidad Transition Engineering me inspira, ya que consideran que la transición de nuestros entornos insostenibles a sistemas sostenibles con bajas emisiones de carbono es su responsabilidad profesional como ingenieros. Tenemos que conseguir que esta transición también se convierta en nuestra responsabilidad profesional como docentes.
A través de la educación, podemos ayudar al alumnado a encontrar formas de seguir aprendiendo, participar en la comunidad y trabajar en un futuro con bajas emisiones. Además, podemos diseñar programaciones y actividades de aprendizaje que ayuden al estudiantado a abogar por las bajas emisiones de carbono en nuestros centros educativos, hogares, comunidades y ciudades, ahora mismo.
El profesorado debe actuar de forma conjunta
He conocido a educadores y educadoras concienciados con el cambio climático que se sienten aislados en sus centros educativos o en su profesión. Se esfuerzan al máximo para impulsar el cambio, pero les parece que la gente a su alrededor sigue con su vida de siempre.
Michael Mann afirma que una de las tácticas de los inactivistas climáticos consiste en hacernos creer que cada uno debe asumir su responsabilidad personal para resolver este problema. En realidad, nadie puede alcanzar esta meta solo. Por el contrario, deberíamos centrarnos en soluciones relacionadas con las estructuras y los sistemas, y en cómo podemos colaborar para que estos cambios se produzcan. Tenemos que aprovechar los puntos fuertes y las capacidades colectivas de nuestro sector en un ámbito global. Los sindicatos de la educación pueden contribuir de varias formas:
- abogando por políticas coherentes y cambios en los sistemas
- apoyando a sus miembros para que se formen en materia de cambio climático y soluciones ante el cambio climático
- colaborando, compartiendo conocimientos y trabajando en proyectos que tengan un impacto colectivo.
El manifiesto de la IE sobre la educación en materia de cambio climático es un llamamiento a la acción muy elocuente. Me emociona la labor que está llevando a cabo la Internacional de la Educación, y espero que a ustedes también.
¡Es hora de ponernos manos a la obra!
Referencia
UNESCO. (2015). Not just hot air: Putting climate change education into practice. Autor.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.