Muchos economistas pronostican que la pandemia de COVID-19 producirá la peor desaceleración económica desde la Gran Depresión de la década de 1930. Las políticas y los detalles de su aplicación no solo determinarán el éxito de la recuperación económica, sino también si esa recuperación acelera o ralentiza el logro de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), produce un mundo más o menos justo, refuerza o debilita los servicios públicos, y pone en peligro o protege aún más a nuestro planeta.
Tres publicaciones sindicales recientes han analizado la situación económica y las hipotéticas políticas. En un documento, el Comité Sindical Consultivo (CSC) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) aborda las medidas de recuperación económica en la crisis pospandémica. En las otras dos publicaciones, llevadas a cabo por la Confederación Sindical Internacional (CSI), se presentan argumentos útiles y relevantes sobre antecedentes de políticas que se centran en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
El CSC: lecciones que aprender
En The global economy is in unchartered waters, but governments must also learn from the Great Recession(La economía mundial navega por aguas inexploradas, pero los gobiernos también deben aprender de la Gran Recesión), John Evans, anterior Secretario General del CSC, argumenta que, aunque la actual crisis es muy diferente a la acontecida en 2008, provocada por una quiebra de los bancos, se pueden aprender lecciones de ella.
Las cuantiosas inversiones coordinadas en la economía, acordadas por el G20 en 2008, fueron fundamentales para evitar una depresión económica.
Desafortunadamente, en lugar de continuar con ese planteamiento, los gobiernos, también de manera coordinada, impusieron programas de austeridad que ralentizaron la recuperación del empleo y, en muchos casos, paralizaron servicios públicos esenciales. La precipitación de la recuperación a las políticas destructivas dejó un legado de mayor desigualdad y malos resultados económicos. Ese es el punto de partida para esta recuperación, no solo superar los efectos del virus, sino también de un legado de malas políticas económicas. Para sortear esta crisis económica con éxito se necesitarán cambios drásticos en las políticas, así como la coordinación de la comunidad internacional y enormes dosis de solidaridad.
La CSI: temas del FMI y el Banco Mundial
Las publicaciones de la CSI se centran en los valores básicos y las posturas cambiantes de las instituciones financieras internacionales. The IMF’s Renewed Supply-Side Push: Four decades of structural adjustment and austerity conditionality(El impulso renovado de la oferta del FMI: cuatro décadas de ajustes estructurales y condiciones de austeridad) es obra de Peter Bakvis, el anterior Director de la oficina de Washington, DC de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL)/Global Unions. En esta publicación, el autor resume los orígenes del FMI y el Banco Mundial, las instituciones de “Bretton Woods”, creados en 1944. Se les confió fomentar la cooperación monetaria, facilitar la expansión equilibrada del comercio mundial y contribuir a “alcanzar y mantener altos niveles de ocupación y de ingresos reales”. Ambas instituciones gozaban de una consideración positiva en esas primeras décadas y no fueron controvertidas.
El enfoque de liberalización del mercado del FMI
Esto comenzó a cambiar a finales de la década de 1970, cuando los dirigentes del FMI manifestaron su intención de promover la liberalización del mercado, especialmente en los países en desarrollo. Los principales gobiernos apoyaron posteriormente ese planteamiento. Lo que se conoció como el “consenso de Washington” básicamente modificó la misión fundacional de la organización.
La desregulación
El FMI empezó a promover recortes en los presupuestos y los servicios públicos, la desregulación de las empresas, la adopción de medidas para atraer la inversión extranjera, la privatización y, posteriormente, las alianzas público-privadas. Las propuestas de desregulación a menudo incluían reducciones en las protecciones de los trabajadores y violaciones de los derechos de negociación colectiva. Las “reformas” adoptaron la forma tanto de recomendaciones de políticas como de condiciones de los préstamos. En otras palabras, muchos gobiernos, en efecto, impusieron estas reformas.
Aunque este enfoque en gran medida no ha conseguido generar actividad económica y reducir déficits presupuestarios, unos fallos a menudo reconocidos en los propios informes del FMI, Bakvis proporciona numerosos ejemplos del modo en que los planteamientos desacreditados prosiguen o renacen. Dada la función de adopción de decisiones de los principales gobiernos del FMI, este fallo no solo es de la Secretaría, sino de políticas consensuadas mal orientadas.
El avance del Banco Mundial hacia la privatización
El segundo documento de la CSI, escrito por Lara Merling, oficial de investigaciones económicas de la CSI en la oficina de Washington, DC, se centra en el Banco Mundial. El estudio se titula Market Fundamentalism and the World Bank Group: from Structural Adjustment Programmes to Maximizing Finance for Development and Beyond(El fundamentalismo de mercado y el Grupo del Banco Mundial: de los programas de ajuste estructural al enfoque de maximizar el financiamiento para el desarrollo y más allá).
Merling describe la función del Banco Mundial en la promoción y la realización del consenso de Washington. Pone de relieve que el enfoque de “Maximizar el financiamiento para el desarrollo” del Banco, que se supone debe “ejecutarse” para 2030 en relación con los ODS, está reinventando los planteamientos de larga duración en favor de las inversiones privadas, especialmente a través de la privatización y las alianzas público-privadas. La salud y la educación se destacan como ámbitos en los que el enfoque ideológico del Banco de privatización y alianzas público-privadas ha dañado servicios públicos esenciales, ha sido contrario a los ODS y ha obstaculizado el desarrollo, ya que el Banco se ha alineado con importantes empresas multinacionales en lugar de promover el bien público.
La persistencia de un enfoque fallido
Como Bakvis, Merling describe los fallos del enfoque del Banco Mundial, tal como se indican en algunas de sus propias evaluaciones, pero indica que, a pesar de ello, continúa por el mismo camino. El Banco ha dirigido una cierta ayuda directa al desarrollo a medidas para alentar la inversión privada. Sus recomendaciones, aunque ayudan a los inversores, no estimulan, de forma equilibrada, el desarrollo y, a menudo, tiene graves consecuencias para los trabajadores y sus sindicatos.
La IE: la recuperación económica exige inversión pública y solidaridad internacional
El Secretario General de la Internacional de la Educación, David Edwards, ha pedido una recuperación económica “activa” que construya un mundo mejor. “Los dirigentes del mundo no han cooperado efectivamente, hasta el momento, para proporcionar la enorme solidaridad necesaria para sortear el desafío de la pandemia”, señala. “Ese desafío comprende la reconstrucción de nuestra comunidad mundial de modo que sea más justa, más verde y más cohesiva. La recuperación económica exige inversión pública y solidaridad internacional para financiar servicios públicos efectivos, de calidad y sometidos al control democrático, así como la creación de un entorno favorable para los derechos humanos, buenos empleos y condiciones laborales y la justicia social”.
El compromiso con los organismos de las Naciones Unidas
Para abordar las consecuencias de la COVID-19, los gobiernos, en lugar de mirar hacia dentro, deberán renovar su compromiso con las Naciones Unidas y sus organismos especializados, en particular con la Organización Internacional del Trabajo, para que los derechos de los trabajadores no se queden fuera del camino de la recuperación, afirma Edwards. “Para ello, también es preciso que los objetivos y las medidas del FMI y el Banco Mundial reflejen su misión original de estabilidad, crecimiento y empleo. Se nos ha alentado con el apoyo de las instituciones financieras internacionales a las grandes inversiones para activar la economía y la disposición de abandonar algunos fallos persistentes y amparados por dogmas, por ejemplo, mediante la paralización de ayudas a las escuelas primarias y secundarias privadas con fines de lucro. Sin embargo, ese ejemplo también ilustra que las políticas de las instituciones financieras internacionales no solo son las posturas de sus Secretarías, sino también la responsabilidad de los gobiernos que las controlan”.
Se debe asumir el liderazgo
La pandemia de COVID-19 enseña numerosas lecciones. “La cuestión es si también han aprendido estas lecciones los dirigentes del mundo”, añadió Edwards. “Es el momento de asumir la responsabilidad, de dirigir y de actuar. El liderazgo no se puede subcontratar ni privatizar. Se debe asumir. Nosotros, educadores y sindicalistas, tenemos la determinación no solo de que esas lecciones no caigan en el olvido, sino de que también sirvan como fuente de sabiduría, orientación y esperanza para un futuro mejor”.