El presente artículo reproduce fragmentos del discurso pronunciado en el National Press Club el 28 de marzo de 2023.
La promesa y el propósito de la educación pública
Hay un proverbio que dice: No tiene que gustarte todo de una persona para quererla. Estoy segura de que a mi esposa no le gusta todo de mí, y, sin embargo, me quiere. (A mí, en cambio, me encanta todo de ella). Nada es perfecto. Los bancos no lo son. El Congreso no lo es. Ni tampoco lo son nuestras escuelas públicas; ni siquiera las mejor dotadas y con mejores resultados. Quienes nos ocupamos de las escuelas públicas hacemos todo lo posible por reforzarlas para que rindan al máximo. Pero únicamente las escuelas públicas tienen como misión ofrecer oportunidades a todo el alumnado. Y, según prácticamente cualquier criterio –diálogos, encuestas, estudios y votaciones–, los padres, las madres y el público en general prefieren mayoritariamente las escuelas públicas, las valoran, las necesitan, las apoyan. Y un sinfín de estadounidenses las adoran.
Las escuelas públicas son algo más que estructuras físicas. Son la manifestación de nuestros valores e ideales cívicos: El ideal según el cual la educación es tan importante para las personas y para la sociedad que la educación gratuita debe estar al alcance de todos y todas. Que todas las personas jóvenes deben tener oportunidades de prepararse para la vida, para la universidad, para una carrera profesional y para la ciudadanía. Que, en una sociedad pluralista como la estadounidense, las personas con creencias y orígenes diferentes deben aprender a salvar las diferencias. Y que, como creían sus fundadores, una ciudadanía educada es esencial para proteger nuestra democracia de la demagogia. (…)
Cuando los niños y las niñas van a la misma escuela, pasan a formar parte de una comunidad; sus familias pasan a formar parte de una comunidad. Esa comunidad se reúne para asistir a conciertos escolares, partidos de baloncesto y exposiciones de ciencias, y para brindar cobijo y consuelo cuando la gente se ve desplazada por catástrofes naturales o, con excesiva frecuencia, en las vigilias por las víctimas de la violencia armada. En los buenos momentos y en los malos, las escuelas públicas son piedras angulares de la comunidad, de nuestra democracia, de nuestra economía y de nuestra nación.
Pero hay personas que quieren que esa piedra angular se derrumbe, y están empuñando los martillos.
Ataque a la educación pública y a la democracia
Los ataques a la educación pública no son nada nuevo. La diferencia actualmente es que los ataques están tratando de destruirla, de convertirla en un campo de batalla, en un garrote político. Después de que el expresidente Trump perdiera los comicios para su reelección, Steve Bannon, su principal aliado, declaró que su lucha pasa por los consejos escolares. En un discurso pronunciado el año pasado, el agente de la guerra cultural designado por el gobernador Ron DeSantis, Christopher Rufo, lo dijo sin rodeos: “Para llegar a la elección escolar universal es realmente necesario operar desde una premisa de desconfianza universal en la escuela pública”. Para ello, afirma, su bando tiene que “ser despiadado y brutal”.
Y –añadiría yo– estar bien financiado (que lo está). Las fundaciones de las familias DeVos, Bradley, Koch, Uihlein yd Walton, entre otras, han volcado muchos millones de dólares a grupos que se oponen a la educación pública y que están a favor de la privatización, como la American Federation for Children y EdChoice.
El ala de Betsy DeVos del movimiento de privatización escolar está trabajando metódicamente en su plan: desproveer a las escuelas públicas de los fondos que necesitan para prosperar; criticarlas por sus deficiencias; erosionar la confianza en ellas avivando el miedo y la división, intentando, incluso, enfrentar a los padres y madres con el profesorado; sustituirlas por escuelas privadas, religiosas, virtuales y a domicilio. Todo ello con el objetivo final de destruir la educación pública tal y como la conocemos, atomizando y balcanizando la educación en Estados Unidos, intimidando a los y las más vulnerables de nosotros y nosotras y dejando al alumnado con mayores necesidades en las escuelas públicas que menos recursos tienen.
Se trata de un plan extremista de una minoría muy ruidosa de estadounidenses que está minando nuestros esfuerzos para hacer el trabajo que tenemos que hacer, que es educar a los casi 50 millones de niños y niñas que asisten a escuelas públicas de Estados Unidos, así como el trabajo urgente de ayudar a los niños y las niñas a recuperarse de la pérdida de aprendizaje, la tristeza, la depresión y otros efectos derivados de la pandemia.
Y eso no es lo que los padres y las madres o el público quieren.
Empecemos por la desfinanciación: Solo este año, 29 asambleas legislativas estatales están estudiando proyectos de ley para crear o ampliar los programas de vales existentes. Esto se suma a los 72 programas de vales y créditos fiscales en 33 estados que ya subvencionan la enseñanza privada y la escolarización a domicilio, con un coste de miles de millones de dólares anuales. Los programas de vales están proliferando a pesar de que las investigaciones demuestran que, por término medio, este sistema repercute negativamente en el rendimiento: los declives son peores que la pérdida de clases por la pandemia. De hecho, los vales han provocado “algunos de los mayores abandonos académicos jamás cuantificados en los registros de investigación”.
Quienes proponen el sistema de vales solían argumentar que era una forma de conseguir que familias con bajos ingresos y pertenecientes a minorías pudieran abandonar las escuelas de bajo rendimiento. Ya no más. En la actualidad, la mayoría de los vales van a parar a familias que ya envían a sus hijos e hijas a centros privados. Y las escuelas privadas no están obligadas a cumplir la mayoría de las leyes federales en materia de derechos civiles que protegen a los y las estudiantes, por lo que pueden –y muchas lo hacen– discriminar, especialmente a estudiantes LGTBQ y a estudiantes con necesidades especiales.
El programa universal de vales suscrito el mes pasado por el gobernador de Florida, DeSantis, desviará 4.000 millones de dólares de las escuelas públicas del estado. Florida ocupa el puesto 44 del país en cuanto a gasto por estudiante, y el 48 en cuanto al promedio salarial del personal docente. DeSantis están enviando el dinero de las personas contribuyentes en la dirección equivocada.
Y luego están las guerras culturales. Lo que comenzó como peleas sobre las medidas de seguridad en tiempos de pandemia se ha transformado en alarmismo: afirmaciones falsas que sostienen que las escuelas primarias y secundarias están impartiendo la teoría crítica de la raza; afirmaciones repugnantes e infundadas de que el personal docente está manipulando y adoctrinando al alumnado; y declaraciones de que las escuelas públicas promueven una agenda “woke”, pese a que no pueden o no quieren definir qué entienden por ello. Prohibición de libros y acoso a niños y niñas vulnerables. Las reuniones de los consejos escolares se convierten en peleas a gritos. Se trata de un esfuerzo organizado y peligroso para socavar las escuelas públicas.
En los últimos tres años, legisladores y legisladoras de 45 estados han propuesto cientos de leyes que sitúan a las escuelas públicas en el centro de las guerras culturales: leyes que pretenden prohibir libros de las bibliotecas escolares, como, por ejemplo, libros sobre Ruby Bridges, Anne Frank y Roberto Clemente; leyes que restringen lo que el profesorado puede enseñar y el alumnado puede aprender, especialmente sobre raza, género, cuestiones LGBTQ, actualidad e historia de Estados Unidos; y leyes que atacan a los niños y las niñas transgénero. El alumnado y el personal deben sentirse bienvenidos, seguros y respetados en la escuela, pero las guerras culturales están alimentando la hostilidad y el miedo. (…)
Esto afecta a la calidad de la educación que los profesores y las profesoras pueden ofrecer a nuestros alumnos y nuestras alumnas, y afecta también a la confianza y el vínculo, que tan importantes son. ¿No debería el profesorado tener libertad para hablar con los alumnos y las alumnas retraídos/as o angustiados/as y responder a sus preguntas? ¿No queremos que el alumnado aprenda tanto los logros de nuestra nación que nos enorgullecen, como los errores que nos hacen esforzarnos por mejorar? ¿No es ese nuestro trabajo?
El profesorado debe tener libertad para enseñar. Y el alumnado debe tener libertad para aprender. (…)
Clima y cultura escolar
Nuestro país está viviendo momentos difíciles. Los efectos del COVID-19, el clima de conflicto, la drogadicción, la violencia armada, la inseguridad económica y la crisis de salud mental juvenil, se han cobrado un precio muy alto. Los crímenes de odio contra y muchas personas estadounidenses –asiáticas, negras, latinas, judías y musulmanas estadounidenses– han aumentado.
El personal educativo denuncia un aumento del acoso, de los altercados verbales y de la violencia física entre el alumnado, así como de estos tipos de comportamiento dirigidos contra ellos y ellas.
Recuerdo a una profesara que decía que cuando sus estudiantes interrumpen, no es porque sean malos o malas, sino porque están tristes.
Muchos y muchas estudiantes han sufrido aislamiento y traumas. Necesitan ayuda. Pero si antes de la pandemia no había suficientes especialistas en salud mental, ahora la escasez es crítica.
La persistente demonización y la falta de respeto hacia el profesorado –desde peleas a gritos en las reuniones de consejos escolares, hasta el hecho de que la ex secretaria de Estado declare que los y las docentes enseñan “porquería”– han contribuido a una conducta de falta de respeto generalizada que se filtra en nuestras escuelas. (…)
Crisis en la profesión docente
Incluso antes de la pandemia, la satisfacción del profesorado había disminuido considerablemente. El porcentaje de docentes que se sentían “muy satisfechos/as” se desplomó, pasando del 62% en 2008 a un 12% escaso en 2022.
Debido a las tensiones de la era del COVID-19, más las guerras culturales, los ataques al personal docente, los salarios inadecuados, las malas condiciones de enseñanza y aprendizaje y la amenaza de tiroteos en las escuelas, los últimos años han sido para los educadores y las educadoras los más duros de la era moderna. (…)
Incluso antes de la pandemia, casi 300.000 docentes abandonaban cada año la profesión. Ahora la cifra se aproxima a 400.000.
Y el flujo de docentes se ha colapsado, ya que el estudiantado universitario y quienes cambian de profesión deciden no dedicarse a la enseñanza. Ante semejante panorama, ¿cómo vamos a contratar y retener al personal que necesitan las escuelas?
Nuestra profesión docente está en crisis.
Está en crisis por las pésimas condiciones de enseñanza y aprendizaje creadas por una financiación inadecuada de las escuelas públicas; por la remuneración del personal docente, que lleva 40 años disminuyendo en relación con la de otros licenciados universitarios; por atribuir al personal docente toda la culpa y muy poca autoridad; y por la desprofesionalización de la enseñanza, que desmoraliza una profesión ya de por sí castigada.
Lo escucho todo el tiempo: el profesorado solo quiere enseñar.
Estrategias para una educación poderosa
¿Y entonces qué hacemos? (…)
Hay cuatro estrategias que pueden ayudar a transformar nuestras escuelas para hacer realidad la promesa y el propósito de la educación pública. No solo para superar la pérdida de aprendizaje o volver a la normalidad, sino para ayudarnos realmente a preparar a todos los niños y todas las niñas con los conocimientos y competencias que necesitan para la vida, para la universidad, para la carrera profesional y para la ciudadanía. Estas estrategias pueden ayudarnos a crear entornos seguros y acogedores y a devolver la alegría al aprendizaje. Y, en tándem, tienen un efecto catalizador. He visto que funciona. Pero tenemos que aplicar estas estrategias a gran escala, para cada niño y cada niña, y en cada escuela. (…)
Escuelas comunitarias
En primer lugar tenemos que asegurarnos de que nuestros hijos y nuestras hijas estén bien. Por eso necesitamos escuelas comunitarias, que son centros neurálgicos para los barrios, que combinan lo académico con oportunidades de aprendizaje más amplias, eventos familiares y comunitarios y una infusión de servicios médicos, de salud mental y otros servicios sociales. Son el mejor sistema que conozco para conectar a estudiantes y familias con el apoyo que necesitan para aprender, vivir y prosperar.
Un reciente estudio del CDC concluyó que los intentos de suicidio entre personas jóvenes aumentaron un 22% durante la pandemia. (…)
¿Qué ayuda? El informe de Calgary descubrió que “la conectividad escolar, definida como sentirse cerca de la gente en la escuela, tiene un efecto duradero y protector para los y las adolescentes hasta bien entrada la edad adulta”.
Nuestras escuelas deben estar equipadas para apoyar y conectar con el alumnado, y no hay mejor modelo para ello que las escuelas comunitarias. En Estados Unidos hay otra realidad trágica: la mitad del alumnado de las escuelas públicas vive en la pobreza. Las escuelas comunitarias mitigan los efectos de la pobreza prestando servicios esenciales allí donde están los alumnos y las alumnas y donde pueden estar las familias.
Una vez satisfechas sus necesidades físicas y emocionales, los niños y las niñas pueden concentrarse en aprender, y el profesorado puede centrarse en su función, que es enseñar. (…)
Los y las miembros de la AFT han ayudado a crear 700 escuelas comunitarias en todo el país, y podemos constatar que satisfacen las necesidades de los niños y las niñas. Desde la Kimball Elementary School en Washington, D.C., hasta la Oyler School en Cincinnati, pasando por la Roybal-Allard Elementary en Los Ángeles. Por eso la AFT pide 25.000 escuelas comunitarias para 2025, y nuestro llamamiento está ganando fuerza. California acaba de aprobar otros 45 millones de dólares para convertir una de cada tres escuelas del estado en una escuela comunitaria. Y el presupuesto del presidente Biden duplica la inversión federal en escuelas comunitarias. Tenemos que conseguir que esto suceda en todas partes.
Aprendizaje experimental
En segundo lugar, podemos involucrar de nuevo al alumnado mediante el aprendizaje experimental, transformando sus experiencias educativas. ¿Por qué los niños y las niñas faltan a clase o se quedan rezagados? Quizás por sentimientos de inseguridad o invisibilidad. O simplemente no les interese. Tenemos que hacerlo mejor. Y podemos.
Por supuesto, las asignaturas académicas fundamentales son importantes. Pero también lo es la manera en que la impartimos. El aprendizaje experimental involucra al alumnado a través de la resolución de problemas, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo y el aprendizaje práctico. Tenemos que ayudar a los niños y a las niñas a relacionarse con el mundo, con las ideas y entre ellos mismos y ellas mismas, no solo con sus dispositivos.
El aprendizaje experimental incorpora los factores que hacen que los niños y las niñas quieran ir a la escuela: la emoción de un aprendizaje que es profundamente atractivo, y la alegría de estar juntos y juntas, sobre todo después del aislamiento de los últimos años. La camaradería y la responsabilidad de trabajar en un equipo.
Y en la era de la IA y el chatGPT, este tipo de aprendizaje es fundamental para poder pensar y escribir, resolver problemas, aplicar conocimientos y discernir realidad de ficción.
El aprendizaje experimental puede aplicarse a cualquier área de contenido, desde las matemáticas a la informática, pasando por las ciencias sociales; y a menudo entrelaza asignaturas en una potente enseñanza interdisciplinar. Puede adaptarse a cualquier curso. Puede llevarse a cabo en escuelas rurales, urbanas y suburbanas. Y fomenta la curiosidad y la creatividad natural de los niños y las niñas. Eso es lo que hacen continuamente los y las docentes de robótica y debate. Es lo que yo hice como profesora de gobierno de nivel avanzado en el Clara Barton High School. Estas oportunidades deben ser la norma, no la excepción.
Este tipo de aprendizaje pone de manifiesto lo anticuado que está el sistema de rendición de cuentas basado en exámenes estandarizados. Por supuesto, el país necesita datos sobre el rendimiento de nuestros hijos y nuestras hijas, pero, si hablamos de éxito estudiantil, las investigaciones demuestran que las calificaciones en el aula, y no los exámenes, son el mejor indicador de ello. Y el aprendizaje experimental consigue situar el aula a un nuevo nivel.
El aprendizaje experimental es evaluado por el profesorado en sus aulas y se centra en el dominio de una competencia concreta. Puede incluir proyectos finales en el marco de los cuales los alumnos y las alumnas deberán investigar un tema que les apasione y presentarlo a sus docentes y demás estudiantes. Puede incluir la educación preescolar basada en la naturaleza, en la que los niños y las niñas aprenden explorando el entorno natural al tiempo que desarrollan habilidades sociales con otros niños y otras niñas. Puede incluir que los alumnos y las alumnas trabajen en equipo para codificar y desarrollar proyectos de robótica; proyectos de aprendizaje-servicio para apoyar a los y las miembros de la comunidad; y aprendizaje en verano en una granja cuidando de cultivos o animales; o elaborando e informando para un boletín del barrio. Y puede empezar con excursiones, durante y después de las clases.
El aprendizaje experimental está integrado desde hace tiempo en programas de formación profesional y técnica en los que el alumnado utiliza la mente y las manos para aprender de todo, desde reparación de automóviles hasta enfermería, informática, diseño gráfico, soldadura y técnicas culinarias. Los y las estudiantes de carreras técnicas aprenden competencias que les dan una ventaja cuando van a la universidad o comienzan sus carreras. ¿No debería cada estudiante tener todas esas oportunidades? (…)
Hablad con cualquier persona empleadora sobre las competencias y conocimientos que buscan en un empleado o una empleada competente, ya sea en el ámbito de la fontanería, la enfermería o la abogacía, y seguro que habrá similitudes: quieren personas que sean creativas, con iniciativa, con espíritu crítico, capaces de resolver problemas, con empatía y capaces de entablar relaciones. Este tipo de aprendizaje ofrece a cada estudiante más opciones para desarrollar esas habilidades y encontrar su pasión, su propósito y su camino hacia buenos trabajaos y carreras satisfactorias. (…)
Revivir y restablecer la profesión docente
En tercer lugar, para que podamos satisfacer las necesidades de los 50 millones de niños y niñas que asisten a nuestras escuelas públicas, tenemos que recuperar y restablecer la profesión docente. Eso empieza por abordar la crisis de escasez de docentes y personal escolar, y por cuidar de los educadores y las educadoras que todavía tenemos.
Sabemos cómo resolver esto. En nuestra convención de 2022, los y las miembros de la AFT aprobaron por unanimidad el informe en el que nuestro Grupo de Trabajo sobre la Escasez de Docentes y Personal Escolar había estado trabajando durante siete meses. Ese informe es un anteproyecto con soluciones ampliables que todos los distritos y estados del país pueden aplicar. Pero todo se reduce a tratar a los educadores y las educadoras como los y las profesionales que son, pagándoles un salario adecuado y velando por que dispongan del tiempo necesario para preparar las clases, así como de la posibilidad de colaborar con sus compañeros y compañeras, la oportunidad de participar en un desarrollo profesional significativo y la autoridad para tomar decisiones cotidianas en el aula. Y garantizar asimismo que dispongan de las condiciones que ayudan al alumnado a aprender, como, por ejemplo, que los edificios estén en buen estado, con ventilación segura y clases más reducidas.
La Kansas City Federation of Teachers ha negociado recientemente un nuevo convenio y ha utilizado como modelo el informe de la AFT sobre la escasez de personal. Ahora, todos los y las docentes de primer y segundo año recibirá tutoría de una persona docente ejemplar, que recibirá una remuneración por impartir las tutorías. El sindicato consiguió los salarios iniciales más altos de la región y aumentos para mantener a los y las docentes en la profesión. Consiguieron la baja familiar retribuida para el padre y la madre, lo que les convierte en el primer distrito del estado que cuenta con esta prestación familiar esencial. Si hay voluntad, hay camino. (…)
Padres, madres y la comunidad como socios
En cuarto lugar, la pandemia dejó patente lo que siempre supimos: el aprendizaje presencial es esencial para los niños y las niñas, y las escuelas públicas son centros de sus comunidades.
Es más que obvio que el vínculo escuela-familia, el vínculo entre padres, madres y docentes es vital para los buenos resultados de los niños y las niñas. Pero mientras algunas personas intentan abrir una brecha en ese vínculo, nosotros y nosotras necesitamos ahondar en él. (…)
Por eso la AFT creó el Powerful Partnerships Institute, que apoya la participación de las familias y la comunidad. En nuestro año inaugural, el instituto ha concedido 27 subvenciones a locales de la AFT de todo el país. Montana está involucrando a miles de familias y docentes que apoyan la educación pública en todo el estado. New Haven está trabajando con docentes, familias y estudiantes sobre una financiación escolar justa. (…)
Seamos un ejemplo de cómo afrontar los conflictos y los desacuerdos. Durante la pandemia, nos reunimos por Zoom con grupos de padres y madres que a menudo no estaban de acuerdo con nuestra posición en lo que respecta al cierre de escuelas y las medidas de seguridad relacionadas con el COVID-19. Nos escuchamos mutuamente y discutimos las cosas. Esto hace mucha falta en Estados Unidos.
Hace dos años, la AFT aumentó nuestro fondo de defensa jurídica para que pudiéramos ayudar si alguna persona afiliada o se veía amenazada por enseñar historia real o responder a las preguntas de un alumno o una alumna. Pero en muchos sitios no hay sindicatos, ni asociaciones educativas, ni grupos de padres y madres. La gente se siente sola y aislada. El profesorado. Los padres y las madres. Los niños y las niñas.
Por eso, junto con la Campaña por nuestro futuro compartido, hemos abierto una nueva línea telefónica de ayuda para la Libertad de Enseñar y Aprender, a la que pueden recurrir docentes, padres, madres y estudiantes que necesiten apoyo. Es un lugar al que llamar cuando se exige la retirada de un libro del plan de estudios o de la biblioteca, o cuando de repente hay temas que no se pueden tratar en las clases, o cuando no se puede enseñar de forma honesta y adecuada, o cuando las autoridades políticas de un distrito atacan a grupos de estudiantes vulnerables para anotarse puntos. (…)
Estas cuatro estrategias son valiosas por separado. Juntas, resultan transformadoras. Las escuelas comunitarias ayudarán a los y las jóvenes no solo a recuperarse de estos años de castigo y del lastre de la pobreza, sino también a prosperar. El aprendizaje experimental preparará a nuestras juventudes con los conocimientos y competencias necesarios para aprovechar las oportunidades de nuestra economía en constante cambio. Para criar y educar a nuestras personas jóvenes, necesitamos un personal educativo que reciba apoyo, respeto y una remuneración acorde con el papel vital que desempeña. Y necesitamos que el círculo afectivo de los y las estudiantes –familia, docentes e integrantes de la comunidad– esté unido para apoyarles.
Conclusión
Esta es nuestra agenda. Pero no puede ser únicamente el trabajo de nuestro sindicato o del personal escolar y de las escuelas. Es el trabajo de una gran nación: para garantizar que se satisfagan las necesidades humanas básicas de nuestros niños y nuestras niñas de manera que estén tengan condiciones para aprender con todo su potencial. Cambiar los métodos de enseñanza y aprendizaje anticuados y basados en los exámenes, por unos enfoques eficaces y atractivos que entusiasmen al alumnado y lo preparen para cumplir sus sueños y aspiraciones.
Nuestras escuelas públicas no deberían ser peones de las ambiciones de los políticos y las políticas. Ni verse desprovistas de financiación y destruidas por ideólogos/as.
Nos encontramos en una encrucijada: miedo y división, o esperanza y oportunidad.
Una gran nación no teme que el pueblo reciba una educación.
Una gran nación no teme al pluralismo.
Una gran nación no tiene un problema de epidemia de armas.
Una gran nación opta por la libertad, la democracia, la igualdad y la oportunidad.
Todo esto empieza en nuestras escuelas públicas. Nosotros y nosotras somos esa gran nación, y debemos actuar juntos y juntas para defender, apoyar y reforzar nuestras escuelas públicas. Y debemos hacerlo ahora.
Nuestros hijos y nuestras hijas no merecen menos.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.