“Juntos, forjemos un futuro que funcione para todos, dando prioridad a las personas, empoderándolas y recordándonos constantemente que todas estas nuevas tecnologías son, ante todo, herramientas elaboradas por personas para personas”. - Klaus Schwab, Foro Económico Mundial --
En cierto modo, hemos sido catapultados 20 años hacia adelante. Habíamos imaginado un futuro en el que la tecnología era una panacea que ya había transformado nuestra vida y nuestro planeta para mejor. Pero ahora nos damos cuenta de que ese concepto era demasiado optimista, especialmente cuando pensamos en el uso de la tecnología en la educación. Tiene su relevancia, pero no es más que una de las muchas herramientas importantes que ayudan a los docentes a mejorar el aprendizaje de sus estudiantes. La desaparición de la estructura física de la escuela ha puesto de manifiesto las verdaderas funciones que estos edificios y los profesionales que trabajan en ellos desempeñan en nuestra sociedad. La tecnología aún no ha eliminado las enormes desigualdades que existen en nuestras sociedades y ahora quedan al descubierto, como heridas abiertas.
Así que, durante el cierre de los establecimientos educativos debido al coronavirus, tenemos dos opciones: podemos volver a poner vendajes en nuestras escuelas o podemos aprovechar esta situación para abordar, por fin, los principales problemas que existen en el seno de nuestros sistemas educativos.
Hay muchos problemas importantes en el seno de nuestros sistemas educativos, pero los dos en los que nos vamos a centrar son la eliminación de la brecha de la desigualdad (que es una cuestión social) y la potenciación del liderazgo docente verdadero y de confianza.
No estamos más que empezando a comprender el impacto a gran escala que supone el coronavirus en la sociedad. Ha repercutido en todas las instituciones y organizaciones a todos los niveles de todos los países. Nuestros dirigentes políticos y burócratas están lidiando lo mejor que pueden con la crisis sanitaria inmediata. En materia de ayuda económica se están realizando unos esfuerzos enormes, sin precedentes, para tratar de mitigar el duro impacto financiero que la crisis está teniendo en muchos otros ámbitos de la sociedad. La evidencia de los cambios drásticos está indudablemente a nuestro alrededor.
Antes de la pandemia, la cuarta revolución industrial ya estaba cambiando nuestras vidas a un ritmo exponencial. En esta revolución tecnológica ya se podían ver ganadores y perdedores. Al igual que la COVID-19, también estaba afectando drásticamente a nuestros gobiernos, empresas y sociedad civil.
En la educación, las presiones de estos nuevos avances tecnológicos, las constantes reformas, los ataques a la profesión docente y las medidas de solución rápida ya estaban afectando a nuestras escuelas y estudiantes.
El coronavirus ha dejado patente las funciones increíblemente importantes que las escuelas y los docentes desempeñan en nuestras sociedades. Ha demostrado que la tecnología, la inteligencia artificial y el aprendizaje en línea no pueden ser los únicos responsables de la transformación de nuestros sistemas educativos. Eso no solo es demasiado optimista, sino que es poco realista. El coronavirus ha consolidado la convicción de que, efectivamente, necesitamos reformas importantes, pero que no es solo una reforma educativa. El cierre de los centros educativos ha puesto de manifiesto la necesidad de reformas sociales que eliminen las brechas de la desigualdad. El péndulo, que se había desplazado hacia unos resultados específicos de pruebas estandarizadas y conclusiones presupuestarias, debe volver al centro, y ahora es el momento de hacerlo, antes de que perdamos de vista los enormes beneficios para la sociedad que supone una educación justa y equitativa para todos.
Me preocupa seriamente que, en un deseo de dejar atrás esta pesadilla lo antes posible, los gobiernos y los sistemas educativos permanezcan impasibles ante lo que se ha puesto de manifiesto. La fealdad de la herida abierta se cubrirá con otros cuantos vendajes porque son baratos y fáciles de aplicar. Si al menos vieran que ahora es el momento de hacer una pausa y tomar nota de lo que el coronavirus ha hecho. Este ha expuesto además una verdad que ya hemos constatado en estas primeras etapas de la cuarta revolución industrial: que hay perdedores. Ahora es el momento de invertir en un nuevo sistema educativo en el que se aborden las causas fundamentales de las brechas. Los docentes necesitan que se les escuche. Necesitan solidaridad, apoyo y colaboración con todas las partes interesadas. Los maestros de nuestros hijos son los que ven pequeños seres humanos detrás de las pantallas de los ordenadores al tratar de recrear sus aulas en línea. Y estos pequeños seres humanos merecen que se satisfagan sus necesidades. Tienen derecho a una educación justa y equitativa.
Pero podríamos alcanzar un futuro sumamente distinto, un futuro en el que se pudiera confiar realmente a los docentes la dirección de un sistema educativo al servicio de nuestras aulas en lugar de impuesto a nuestras aulas.
¿CÓMO?
Los docentes, al distanciarse físicamente de sus estudiantes y de los demás docentes, han redoblado su actividad en sus redes sociales para difundir las innovaciones en la enseñanza y el aprendizaje, así como la participación de la familia. Es hora de que los sistemas escolares a escala mundial aprovechen y ofrezcan el tipo de liderazgo docente necesario para situar a los estudiantes en el centro de su aprendizaje.
En nuestro documento de política, Barnett, Ben y yo hacemos un llamamiento a tres fases de acción: el ahora, la danza (parte pasada / parte futura) y la transformación. Estas son nuestras recomendaciones:
El ahora: Debemos empezar a reforzar los sistemas existentes de liderazgo docente, identificando cómo lideran los docentes y reconociéndolos de diversas maneras. Los líderes de los sistemas escolares desempeñarán un papel muy importante ayudando a los docentes a difundir sus conocimientos y a que sus artículos documentados inspiren a sus colegas, así como a los padres y a los líderes políticos.
1. Los administradores realizan encuestas en línea para documentar la forma en que los docentes innovaron en el momento del cierre de los centros educativos.
2. Las escuelas ofrecen a los docentes oportunidades para crear nuevos programas destinados a abordar las necesidades socioemocionales, así como las necesidades académicas de los estudiantes, a medida que retoman la educación presencial.
3. Los gobiernos mejoran el acceso a Internet y velan por que cada niño y cada familia tengan acceso a equipos informáticos, programas informáticos y conexión necesarios para involucrarse plenamente con los profesionales de la educación.
La danza: Los profesionales de la educación se replantearán el personal y los programas y acelerarán el desarrollo de los equipos de aprendizaje impulsados por la investigación y estimulados por la propagación de redes de afinidad.
4. Los sistemas escolares crean y ponen en práctica normas de liderazgo docente y reconocen formalmente cómo los profesionales de las aulas difunden sus conocimientos entre ellos.
5. Los sistemas escolares reasignan el tiempo, los horarios y los calendarios de la enseñanza hasta llegar a un máximo de 10 horas semanales de aprendizaje basado en la investigación y dirigido por los docentes, con el objetivo de impulsar la acción y la innovación.
6. Los sistemas escolares utilizan a los líderes docentes para reinventar la evaluación y transcienden las actuales pruebas estandarizadas, destinadas a clasificar y calificar, con el fin de virar hacia un sistema de rendición de cuentas más útil y orientado a la mejora.
La transformación: Se unificará un sistema educativo de preescolar a secundaria con otras organizaciones comunitarias, ofreciendo apoyo para la salud física y socioemocional, programas extraescolares y formación para el desarrollo del personal, al tiempo que se revisan los horarios y calendarios escolares para que los docentes puedan enseñar y liderar.
7. El Gobierno ofrece incentivos para aprovechar los equipos de aprendizaje intersectoriales con el objeto de desarrollar redes de centros de preescolar, primaria, secundaria, universitarios, comunitarios y técnicos, así como de otros profesionales, que hagan de los establecimientos educativos de ladrillo y mortero los centros de sus comunidades.
8. Los sistemas escolares reconocen el liderazgo docente, a través de la remuneración y las condiciones del lugar de trabajo, como elemento fundamental para la creación de un sistema coherente de enseñanza, aprendizaje y atención.
9. El Gobierno apoya la asignación de recursos para asociaciones intersectoriales que utilizan datos, pruebas y tecnología para apoyar una estrategia coherente “desde el nacimiento hasta la escuela y la carrera”.
La COVID-19 ha dejado dolorosamente claro que las escuelas públicas de todo el mundo se enfrentan a un futuro de cambios rápidos, una complejidad cada vez mayor y una creciente incertidumbre. Es hora de que nos conectemos, aprendamos y lideremos junto con los docentes que se están empoderando en primera línea de la transformación.
--
Nota: Este artículo es uno de los tres extractos de ‘ Teacher Leadership in the Aftermath of a Pandemic: The Now, The Dance, The Transformation’ (Liderazgo docente después de la pandemia: el ahora, la danza, la transformación), por Barnett Berry, Armand Doucet y Ben Owens. Los otros dos pueden leerse aquí: “ El liderazgo docente después de una pandemia #1: Haciendo balance”, por Ben Owens y “ El liderazgo docente después de una pandemia #2: Aprendiendo una lección”, por Barnett Berry.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.