Hoy, 8 de mayo, se celebra el 75.º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. El Día de la Victoria en Europa (VE) es una conmemoración importante, pero también una ocasión para reflexionar sobre las décadas posteriores.
El 8 de mayo de 1945 cesaron las hostilidades en el continente. Aquel día marcó el fin del Holocausto y de la destrucción y el sufrimiento masivos de la guerra. El odio y el nacionalismo fusionados con el poder de un Estado habían desgarrado Europa. La catástrofe social y económica apretaba. Sin embargo, en aquellos tiempos oscuros, la gente bailaba por las calles para aplaudir la victoria, aunque también quería un futuro distinto y mejor.
En medio de las celebraciones, un editorial del periódico británico The Guardian advertía: «No hemos resuelto nada. Seguimos estando muy lejos de la edad de oro. Pero al menos hemos detenido el avance del mal. Hemos conseguido el derecho a la esperanza».
La esperanza estaba justificada. Después del enorme gasto dedicado a librar la guerra no hubo austeridad, sino una inversión pública masiva para afianzar la paz y la prosperidad.
Progresos extraordinarios
En gran parte de Europa se lograron extraordinarios progresos sociales y económicos, se protegieron los derechos humanos, se empezó a disponer de amplias protecciones sociales, los servicios públicos crecieron y mejoraron, los sindicatos se pusieron en marcha y pasaron a ser agentes sociales, económicos y políticos. La negociación colectiva volvió a ser integral y cubría a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras.
La fiscalidad progresiva y una distribución más justa de la riqueza también contribuyeron a que las naciones y Europa fueran más justas y la economía más flexible, dinámica y estable. La recuperación fue rápida y se construyó sobre una base sólida. Esto nutrió a las jóvenes democracias y trajo a Europa un período de paz sin precedentes. La sociedad se volvió más igualitaria y la educación pública fue un motor de este progreso.
Organizaciones mundiales
En el ámbito mundial, en rápida sucesión, se formaron las Naciones Unidas, se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos y se adoptaron los convenios 87 y 98 sobre la libertad sindical y el derecho de sindicación y de negociación. Se aprobó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados para garantizar que no se siguiera abandonando a los refugiados ni denegándoles sus derechos.
Más tarde, de los imperios coloniales surgieron nuevos países. El desarrollo y la construcción nacional fueron avanzando. Los países empezaron a curar las heridas del colonialismo.
La sociedad de mercado
Después, en la década de 1980, las cosas empezaron a cambiar. El crecimiento del espíritu comunitario y el consenso que caracterizó el período de la posguerra se subordinaron al mercado. La economía de mercado se convirtió en una sociedad de mercado y se antepuso el beneficio privado al bien público.
El genocidio que no debía producirse «nunca más» regresó a lugares como Ruanda y Camboya. La limpieza étnica volvió a Europa, en los Balcanes. Hoy en día muchos pueblos están siendo sistemáticamente perseguidos y masacrados.
En gran parte del mundo, a partir del colapso del totalitarismo surgió la siguiente gran oportunidad de transformar las sociedades y construir democracias estables y sociales, pero esta también se gestionó mal. En lugar de aplicar las lecciones de la Europa occidental de posguerra, es decir, la inversión pública masiva para hacer posible y viable la reforma económica, Europa central y oriental experimentaron desregulaciones, liberalizaciones y privatizaciones masivas.
A medida que las formas inseguras de empleo y el trabajo precario iban ganando terreno en las democracias más antiguas, la desigualdad económica y la exclusión social aumentaban, lo cual también desgastó el espíritu comunitario y la democracia.
El desarrollo se vio igualmente obstaculizado y, en ocasiones, revertido en muchos países no solo por las deficiencias internas, sino por las teorías de mercado sin fundamento que las instituciones financieras internacionales y los organismos de asistencia para el desarrollo impusieron a los países endeudados. Esa «orientación» normativa ha debilitado a las comunidades y la cohesión social, ha atacado a los servicios públicos, incluida la educación, ha erosionado el empleo formal y ha socavado los derechos humanos y la democracia.
Resolución de la IE
Las tendencias destructivas de las últimas décadas y la erosión de la democracia fueron tema recurrente de debate en el 8.º Congreso Mundial de la IE en Bangkok (Tailandia), en julio de 2019. La Resolución del Congreso sobre Educación para la paz - No invertir en armamento - Libros en lugar de bombas identifica una amplia gama de riesgos e incluye una perspectiva histórica que se remonta al período de posguerra.
La resolución describe una nueva oleada de refugiados y migrantes forzados, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial; la explosión de violencia, en particular conflictos armados; la continua expansión del gasto en armamento, tanto convencional como nuclear, y los escasos o nulos avances en materia de desarme. Se solicita un cambio drástico de dirección en los recursos, de la destrucción a la construcción, del odio y la división a la curación y la paz.
En un inquietante recordatorio del período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la resolución afirma que «el poder político basado en el odio, el racismo y el nacionalismo han reaparecido y la democracia vuelve a estar en grave peligro».
La violencia descrita incluye ataques que afectan a la educación y la resolución hace hincapié en la necesidad de que las escuelas sean lugares seguros, además de hablar del papel crucial de la educación para la paz, la tolerancia y la democracia.
Por otra parte, los conflictos armados no se limitan a los conflictos entre Estados. La resolución de Bangkok señala: «El número de conflictos armados y su complejidad están aumentando. Esto se refleja en una internacionalización de los conflictos, en un principio internos, así como en las amenazas planteadas por grupos armados irregulares».
Mal preparados para la pandemia
Los repetidos fracasos que se produjeron en la segunda mitad del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, magnificados por la crisis financiera y económica de 2008 y 2009, explican en gran medida por qué gran parte del planeta estaba tan mal preparado para la pandemia del coronavirus.
Uno de los arquitectos de Europa del período inmediatamente posterior a la guerra, Jean Monnet, diplomático francés y funcionario internacional y europeo, declaró: «La gente solo acepta el cambio cuando se enfrenta a la necesidad y solo reconoce la necesidad cuando se ve acechada por una crisis».
IE: El nuevo mundo no puede construirse sin los profesionales de la educación
En sus comentarios sobre el 75.º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el secretario general de la Internacional de la Educación, David Edwards, señaló: «Hay muchas lecciones que aprender de los últimos 75 años, tanto buenas como malas. Si bien las lecciones de las últimas décadas no han sido constructivas, en los años posteriores al Día VE aprendimos la importancia del fondo de cooperación, los servicios públicos y la paz.
»La pandemia ha mostrado las malas lecciones. Ha partido de una situación frágil en un mundo disfuncional, y la ha empeorado. Las desigualdades se han intensificado. Ha mostrado la debilidad de las personas y los países en confinamiento y ha puesto sobre la mesa la necesidad de encontrar soluciones colectivas. Ha mostrado la decadencia moral mundial que supone anteponer el beneficio privado al bien público.
»Aunque las circunstancias cambien, los valores permanecen intactos. El mundo tiene que tomar una decisión. ¿Podemos y vamos a movilizar la solidaridad mundial a gran escala? ¿Crearemos instituciones globales fuertes, creíbles y coherentes que favorezcan nuestra propia supervivencia? Los profesionales de la educación y sus sindicatos no pueden hacer frente a estos desafíos por sí solos, pero este nuevo mundo no puede construirse sin nosotros.