El COVID-19 se está extendiendo por todo el mundo, afectando a niños, educadores, padres y, lo que es más grave, a personas vulnerables. La pandemia ha afectado a más de 1.500 millones de estudiantes de 192 países. El cierre de las escuelas afecta a más del 91% de la población estudiantil matriculada y del personal docente del mundo. La mayoría de los países de Asia y el Pacífico han estado adoptando medidas para mitigar la propagación del virus. Estas medidas de mitigación han contribuido a la desaceleración de la actividad económica, a la interrupción de la vida cotidiana de las personas y del sustento de los trabajadores y trabajadoras, en particular de los migrantes y los jornaleros, y al cierre de escuelas y demás instituciones educativas.
En la región de Asia y el Pacífico, nosotros, los sindicatos de la educación, comenzamos rápidamente a abordar estos retos y seguimos manteniendo el diálogo social con nuestros Gobiernos, en particular con los Ministerios de Educación, para garantizar el acceso y provisión de la enseñanza a todos los estudiantes; con los Ministerios de Sanidad, para garantizar la disponibilidad y distribución de todas las directrices y equipos de protección a las escuelas; y con los Ministerios de Trabajo, para garantizar unas condiciones de trabajo y unos salarios decentes en estos tiempos difíciles. También hemos colaborado con partes interesadas pertinentes y con organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, en Indonesia, el PGRI solicitó al Gobierno que detuviera las actividades colectivas en las escuelas, incluidas las clases presenciales, y que pusiera en marcha las clases en línea, solicitando la cooperación de las familias y los padres.
Sin embargo, debemos admitir que, en esta región, el camino para la mayoría de nosotros no ha sido fácil. Los países de Asia y el Pacífico se enfrentan a situaciones muy diversas. Así pues, la situación cambió radicalmente en la República Popular China, donde hasta la fecha hay muy pocos casos confirmados; países como Mongolia y Taiwán pudieron evitar el confinamiento gracias a la adopción inmediata de medidas; Singapur ha notificado una segunda ola de repunte del virus; mientras que la India ha registrado incrementos de tres dígitos en el número de casos confirmados. Esta diversidad de situaciones también se ve reflejada en el sector educativo.
Para hacer frente a esta crisis, el Comité Regional para Asia y el Pacífico de la Internacional de la Educación ha abierto un espacio en línea para que las organizaciones miembros puedan compartir información, logros y retos en relación con el COVID-19.
Taiwán es uno de los países donde la transición ha sido más rápida: el sindicato NTA realizó desde el primer momento un balance de las necesidades de los docentes y alumnos, en particular en lo referente al examen de ingreso a los centros de enseñanza secundaria intermedia, y a la necesidad de permisos de cuarentena para los docentes. De esta manera, el sindicato consiguió demostrar su capacidad para desarrollar soluciones en beneficio de los miembros y los estudiantes. En Japón, el cierre de las escuelas se anunció sin previo aviso el 18 de febrero para la mayoría de los niveles de enseñanza, por lo que el JTU ha estado negociando con el Ministerio cómo apoyar a las escuelas y ayudarles a gestionar esta situación de la mejor manera posible.
Podríamos continuar con los países que están afrontando de forma pésima, de forma óptima y de la manera más innovadora los retos planteados por la pandemia. Sin embargo, esta pandemia y el excesivo sensacionalismo de los medios de comunicación están eclipsando algunos de los retos más importantes a los que se enfrentan los países de la región.
Para empezar, estamos asistiendo a un incremento del autoritarismo mediante el cual los Gobiernos de Filipinas, Camboya y Japón, y, de manera notable, algunos países insulares del Pacífico, han recurrido a leyes de emergencia que otorgan libertad y poderes indefinidos a los presidentes/primeros ministros para tomar decisiones unilaterales sin mantener consultas con el Parlamento ni con ningún otro órgano relevante del Gobierno.
Aparte de las repercusiones económicas de la pandemia, el sector educativo se ha visto muy afectado por el cierre de las escuelas, que ha supuesto la interrupción de la enseñanza, el despido de profesores y una intensificación de la brecha digital, la brecha entre zonas rurales y urbanas y la brecha de género. Además, los docentes se han visto sometidos a un estrés tremendo a la hora de adaptarse a las nuevas plataformas, métodos de enseñanza y cargas de trabajo para garantizar que los estudiantes no se queden rezagados. Los Gobiernos afirman que están alentando y proporcionando el apoyo necesario y el uso de herramientas digitales para garantizar que la enseñanza y el aprendizaje no se vean afectados, pero lo cierto es que, en la mayoría de los países de Asia y el Pacífico, las infraestructuras del sistema de educación pública son deficientes, no todos los profesores ni todos alumnos pueden acceder a las plataformas en línea, los docentes no han recibido una formación adecuada para el uso de las tecnologías, y, en la mayoría de los casos, los estudiantes (en particular de las zonas rurales) no disponen de acceso a Internet ni, en cierta medida, a ordenadores.
Otra tendencia preocupante que se está denunciando es que los docentes temporales, los docentes de escuelas privadas y los del sector de la educación de la primera infancia de varios países –Filipinas, Nepal y Sri Lanka, por citar algunos– están perdiendo su empleo o no están recibiendo su sueldo.
Esta crisis nos obliga a replantearnos nuestra forma de vivir, porque la vida no va a ser la misma después de esta pandemia, y seguir con lo de siempre no va a ser suficiente para este nuevo orden mundial. Tenemos que abordar no solo las cuestiones educativas, sino también cuestiones generales tal que la sanidad, la economía y el medio ambiente como sectores correlativos.
Me gustaría hacer un llamamiento a nuestros compañeros y compañeras de Asia y el Pacífico, y del mundo entero, para que nos mantengamos unidos y solidarios a la hora de capear el temporal que se va a producir en el sector educativo una vez se desvanezca la “urgencia” y la “emergencia” de la pandemia. Esta crisis también podría ser nuestra oportunidad para alcanzar los ODS, para lo cual la educación es crucial. Pero para que esto suceda, tenemos que mostrar nuestra solidaridad, de modo que la paz, los derechos humanos, un medio ambiente seguro y la cooperación mutua estén garantizados para todos en este planeta.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.