En una entrada del blog previa, hemos analizado si los estudiantes deberían continuar con su aprendizaje durante el brote de covid-19. En esta ocasión, explicaremos cómo hacerlo y reflexionaremos sobre los retos a la hora de impartir formación a los alumnos de forma remota, es decir, educación a distancia, un concepto que se conoce también como aprendizaje remoto en diversos lugares del mundo.
Como se mencionó en dicha entrada anterior del blog, deberíamos intentar cubrir las necesidades primarias de los estudiantes antes de centrarnos en la educación formal. Una vez evaluada la situación en la que se encuentran, podremos decidir si seguimos con una educación formal vinculada a los resultados de aprendizaje que estábamos persiguiendo en nuestras respectivas clases o con proyectos que no guarden una relación directa con estos pero que proporcionen beneficios a largo plazo.
Cuando nos planteamos cómo enfocar el aprendizaje de los estudiantes en estas fechas, no podemos olvidarnos de la cultura del centro escolar, el nivel de conexión social (sobre todo en los grupos de edad más jóvenes), la salud (tanto física como mental) y todos los demás elementos relevantes para el alumno en un plano individual.
Aprender lejos de las aulas puede resultar efectivo y significativo. La enseñanza y el aprendizaje adoptarán diversas formas, con la posibilidad de elegir práctica y pedagogía así como de adaptarse a la edad correspondiente. La variación será significativa en función del contexto, que se ve afectado por el entorno, la demografía social y el acceso a la tecnología. El contexto importa por las inmensas desigualdades, y nadie lo conoce mejor que la escuela y los docentes. Esta disparidad provoca que el aprendizaje no sea ni pueda ser exclusivamente en línea. Numerosos estudios mantienen que no es recomendable que los estudiantes estén frente a una pantalla durante horas, así que necesitamos entender esta situación desde la perspectiva del aprendizaje a distancia. Tampoco queremos que los docentes que no hayan tenido la oportunidad de desarrollarse laboralmente en esta área se conviertan en expertos de la noche a la mañana. Necesitarán formación profesional y ayuda para diseñar la experiencia de aprendizaje que ofrecerán a sus estudiantes. No se trata de levantarse por la mañana y subir las clases a internet. Quizá esto funcione en un entorno universitario si el enfoque pedagógico son clases similares a ponencias, pero para alumnos de educación primaria y secundaria no es en absoluto realista.
En primer lugar, no hay un modelo universal válido en la educación a distancia. Las necesidades son distintas dada la amplia variedad de materias y niveles educativos. Según el diseño de las experiencias de aprendizaje de cada docente, podría resultar complicado trasladar su enfoque pedagógico anual o semestral a un sistema de aprendizaje a distancia. Aunque algunas propuestas se pueden adaptar fácilmente a entornos en línea o domésticos, hay otras que no son fáciles de replicar fuera del espacio físico de la escuela, bien por el peso de su parte práctica (como sucede con educación física, arte o economía familiar) o porque precisan de equipamiento especializado (el caso de las prácticas de ebanistería, comunicación audiovisual o ciencias). El aprendizaje a distancia debe plantearse de formas diferentes en función de la asignatura y grupo de edad.
Por otra parte, este aprendizaje puede implicar una combinación de sistemas síncronos (sistema en el que los estudiantes aprenden en directo con el docente) y asíncronos (los alumnos estudian de forma autónoma en horarios diferentes).
El aprendizaje a distancia no tiene por qué imitar lo que se hace normalmente en el colegio. De hecho, intentar replicar el ritmo y tipo de trabajo de un centro escolar es una opción poco realista. El punto de partida debe ser la confianza en los docentes. Si esta existe, podrán planificar las tareas adecuadas para sus clases y elegir cómo pueden aprovechar mejor los estudiantes su entorno doméstico y las herramientas a su disposición para seguir aprendiendo, con unas expectativas realistas, mientras no puedan ir al colegio.
Con estas previsiones en mente y conscientes de los múltiples niveles de desigualdad presentes en una escuela o clase en concreto, llega el momento de reflexionar sobre cómo evaluar. La educación no necesita que se lleve a cabo una evaluación sumativa para que el alumno aprenda. Durante esta pandemia, recomendamos centrarse en una evaluación formativa y proporcionar correcciones en plazos adecuados.
La aportación del docente
La opinión del docente es un elemento clave para que estos enfoques tengan éxito. En primer lugar, son quienes conocen a sus estudiantes y han estado con ellos en los momentos en que el cierre del centro escolar se acercaba, saben cómo están procesando y analizando las noticias, así como su situación socioemocional y estado mental: en definitiva, los conocen.
Los docentes son conscientes de la destreza tecnológica de sus estudiantes y pueden diseñar experiencias de aprendizaje en las que se saque partido a las herramientas con las que sus alumnos estén familiarizados y que tengan más sentido para aprender. En este caso, el contexto será fundamental, ya que en cada sistema, barrio y escuela se emplean herramientas tecnológicas diferentes. Pueden ser las mismas en todo el sistema o variar según la clase dentro de un mismo centro. Los docentes deben sentirse respaldados y capacitados para proporcionar un aprendizaje a distancia adecuado con herramientas que se adapten a sus objetivos y sean relevantes para la asignatura, los contenidos y las destrezas que se están aprendiendo, así como la edad y situación de los estudiantes.
Aunque es fundamental escuchar a los docentes, no nos interesa agobiar a los estudiantes con cargas de trabajo o expectativas inapropiadas, ya que los docentes también sienten presión por alcanzar los resultados de aprendizaje recogidos en sus programas educativos. Por eso, tenemos que colaborar con nuestros compañeros del centro escolar y asegurarnos de que todos adoptemos una estrategia común.
Contar con un enfoque unificado para la enseñanza en línea y para nuestras expectativas es una necesidad que pone el foco en los alumnos. Como hemos explicado previamente, no queremos que se pasen todo el día delante de una pantalla. Los expertos en salud pública nos piden que nos esforcemos al máximo para «frenar la curva», y esta debe ser nuestra prioridad. Todos tenemos que tomarnos estas medidas en serio y actuar con prudencia. La educación formal ocupa un segundo plano en esta crisis sanitaria.
En definitiva, a la hora de diseñar la experiencia de aprendizaje a distancia para nuestros estudiantes, no podemos olvidarnos de que Maslow va antes que Bloom.
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Nota: este texto se basa en el informe independiente “ Thinking about pedagogy in an unfolding pandemic” ( Reflexiones sobre pedagogía en medio de una pandemia) escrito por Armand Doucet, Deborah Netolicky, Koen Timmers y Francis Jim Tuscano para informar sobre la labor de la UNESCO y la IE.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.