Las siglas de Systems Approach for Better Education Results (Enfoque sistémico para lograr mejores resultados en la educación, en inglés SABER) dejan entrever dos significados. El primero, si acentuamos la «e», nos lleva al verbo saber y al conocimiento. El segundo, al acentuar la «a», a los angloparlantes nos evoca un arma o sable (también saber en inglés). Aunque reconocemos que muchos de los documentos y recursos producidos por el SABER suponen una fuente de conocimientos, nos gustaría llamar su atención sobre cómo los «datos» y las «recomendaciones» provenientes del SABER son información que ha pasado por el filtro ideológico neoliberal del Banco Mundial.
Consideramos que es importante proceder a un análisis crítico de esta gran iniciativa del Banco Mundial (SABER) que, al contrario que el Informe sobre el desarrollo mundial de 2018 sobre la educación, objeto de críticas en su momento (consultar, p. ej., la serie de documentos de la Internacional de la Educación de 2018), parece haber esquivado los radares y estudios críticos.
En esta entrada del blog, basada en un documento que se publicará próximamente en Comparative Education Review (Klees et al., 2020), presentamos nuestra crítica general al SABER. El presente documento es el resultado de un curso que organizamos sobre el SABER. En próximas entradas, nuestros colegas de la universidad de Maryland examinarán de manera crítica tres de las trece áreas del SABER (docentes, autonomía y rendición de cuentas de las escuelas y participación del sector privado). Explicarán cómo el SABER promueve ideas neoliberales como el pago por desempeño, la desprofesionalización de los docentes, unas evaluaciones limitadas de los resultados del aprendizaje, una contabilidad tipo consumidor-productor, una reducción del papel del gobierno central y la privatización de la enseñanza.
Hemos organizado nuestra crítica al SABER alrededor de las nociones de Gita Steiner-Khamsi (2013) sobre los tres problemas fundamentales o «fachadas» para lograr las mejores prácticas en educación. Se trata de las fachadas de la universalidad, la precisión y la racionalidad. Sin embargo, antes de debatir estas fachadas y su papel en el análisis del SABER, necesitamos explicar por qué consideramos que el SABER constituye una iniciativa importante que merece ser objeto de análisis y crítica.
Descripción del SABER
El SABER fue lanzado por el Banco Mundial en 2011 para ayudar a poner en marcha su Estrategia de Educación 2020: Aprendizaje para todos. Supuestamente, la estrategia había sido concebida para recopilar «las mejores observaciones y conocimiento acerca de qué funciona en la educación» con vistas a «comparar el progreso de los sistemas educativos con las mejores prácticas internacionales».
El SABER abarca 13 aspectos o «áreas»: Desarrollo en la primera infancia, sistemas de información para la gestión educativa, enfoques de resiliencia educativa, participación del sector privado, equidad e inclusión, tecnologías de la información y la comunicación, autonomía y rendición de cuenta de las escuelas, finanzas de las escuelas, salud y alimentación en la escuela, evaluación de alumnos, educación terciaria de los docentes y desarrollo del personal.
A nivel operativo, en cada una de estas áreas, el personal del Banco o consultores redactan un documento con el marco de «lo más importante», en el que se revisan y evalúan algunos estudios relevantes de esa área para determinar las mejores políticas, características sistémicas y prácticas (en adelante, simplemente «prácticas»). A continuación, el equipo principal del SABER del Banco desarrolla una rúbrica para la mayoría de las áreas. Esta rúbrica consiste en una tabla que suele incluir decenas de «indicadores» (el SABER ya cuenta con 16 000 indicadores enumerados en las filas de las rúbricas); en las cuatro columnas se indican las prácticas que ellos consideran que representan los diferentes niveles de madurez: latente, emergente, establecido o avanzado.
Para poder aplicar el marco y la rúbrica, el Banco suele contratar a un consultor, que pasa un par de semanas en un país estudiando los documentos y realizando entrevistas para recopilar datos sobre políticas educativas, características del sistema y prácticas. Como resultado de este proceso de recopilación de datos, el país recibe una puntuación para todos los indicadores correspondientes de la escala de «madurez» de ese país. La puntuación se obtiene mediante un proceso que incluye al consultor, al equipo principal del SABER y una reunión con las partes interesadas del país; el equipo principal desempeña un papel clave.
El hecho de que el SABER sea una iniciativa significativa queda constatado por haber recibido más de 400 solicitudes hasta 2018, que resultaron en más de 190 informes nacionales de más de 130 países. Además, más de 500 trabajadores del Banco Mundial y más de 800 participantes externos han recibido formación sobre el SABER. Más aún, los informes del SABER se vienen utilizando en diálogos políticos con el personal del Ministerio de Educación y como fuente de información en los préstamos y becas del Banco.
Crítica a las tres fachadas del SABER
La primera fachada que observamos en el SABER es la de la universalidad, es decir, la idea de que lo que podría considerarse como mejor práctica en un contexto puede y debe extenderse al resto de los contextos. La idea de que una práctica pueda aplicarse de manera universal contradice la necesidad de tener en cuenta el contexto. Harold Noah (1984) identifica la descontextualización en la interpretación y generalización de resultados como uno de los «abusos» de la educación comparativa.
Creemos que uno de los problemas esenciales del SABER es la universalidad de sus recomendaciones. El Banco ha sido tradicionalmente criticado por su enfoque único, y esa universalidad sigue presente en la escala de «latente» a «avanzado» de los diversos indicadores de las prácticas. En el SABER se presupone que todos los países deberían esforzarse por lograr unas prácticas «avanzadas». Este ránking universal y descontextualizado de, literalmente, miles de prácticas es tan problemático que solo por ello podría invalidarse el enfoque en su totalidad.
La segunda fachada que refleja el SABER es la de la precisión, es decir, la cosificación de las «cifras como autoridad absoluta». El SABER depende en gran medida de tres fuentes de datos: los ensayos controlados aleatorizados, los análisis regresivos y las prácticas de los sistemas educativos que obtienen buenos resultados en las pruebas internacionales del rendimiento (Vegas et al., 2013). Cada una de estas fuentes conlleva problemas significativos; sus resultados no suelen ser sólidos y las pruebas empíricas resultan controvertidas. Más aún, la base probatoria del SABER es problemática porque casi todos los estudios que la respaldan se basan en si ciertas prácticas promueven, o no, el desempeño cognitivo y, más concretamente, la alfabetización y las competencias matemáticas. Como todos sabemos, la educación tiene muchos otros resultados de valor. Elegir una «mejor práctica» simplemente porque incrementa los resultados de alfabetización y matemáticas en las pruebas no tiene mucho sentido; aunque estuviésemos de acuerdo con ello (que no es el caso), es muy probable que las prácticas que alcanzasen estos resultados tuvieran repercusiones negativas en otros parámetros.
La tercera fachada que hemos apreciado en el SABER es la de la racionalidad. No es que las recomendaciones sean irracionales, pero el pretexto de «racionalidad científica» se está utilizando para enmascarar hasta qué punto las recomendaciones de «mejores prácticas» se basan en ideologías, no hechos. Consideramos que centrarse en la fachada de la racionalidad plantea cuestiones fundamentales sobre la credibilidad del SABER o, más bien, sobre la credibilidad del Banco Mundial como árbitro objetivo de las «mejores prácticas» educativas. Desde hace tiempo, muchos consideran que los análisis, estrategias y recomendaciones del Banco se basan en ideologías, no hechos. En lo relativo a la educación, el Banco lleva mucho tiempo impulsando una ideología neoliberal encarnada en lo que Pasi Sahlberg ha denominado GERM (Movimiento mundial por una reforma educativa) que privilegia una serie de reformas educativas muy particulares y controvertidas que incluyen la privatización, un especial hincapié en las pruebas y versiones limitadas de la rendición de cuentas (Sahlberg 2015). SABER está contribuyendo a que el GERM se extienda por todo el mundo en lugar de una valoración de mejores prácticas objetiva, acordada y basada en hechos.
Conclusión
SABER se ha difundido ampliamente y se ha utilizado para dar consejos en todo el mundo; sin embargo, ha esquivado radares y estudios críticos. En este blog hemos defendido que el SABER es erróneo desde su base y también en la práctica: el enfoque toma lo que podrían ser (o no) buenas prácticas y favorece su universalización, como si el contexto no importara; recurre a un análisis controvertido de los datos para respaldar sus recomendaciones; y selecciona numerosas prácticas o políticas (así como los «datos» sobre los que en teoría se basan) porque encajan con la ideología imperante en el Banco.
Es evidente que aprender de las buenas prácticas y políticas de otros puede ser beneficioso. Sin embargo, tal y como esgrime parte de la literatura sobre préstamo de políticas, las interacciones norte-sur suelen ser más imposiciones que préstamos, sobre todo cuando estas reformas vienen respaldadas por agencias internacionales dispuestas a ofrecer financiación (quizá solo para estas reformas). Mientras que el Banco (y otros organismos humanitarios) siempre hablan de la «autonomía de los países», estos últimos necesitan préstamos y becas, lo que convierte las «recomendaciones» del SABER en órdenes. De este modo, se está transformando una fuente de conocimientos en un arma ideológica para impulsar reformas educativas neoliberales. En su lugar, en vez de intentar encontrar y promover soluciones universales, deben hacerse esfuerzos por comprender, tomar prestadas y adaptar las mejores prácticas educativas, siempre desde procesos participativos de evaluación, toma de decisiones y gestión.
--
El Enfoque sistémico para lograr mejores resultados en la educación (SABER) compara los sistemas educativos con las «mejores prácticas internacionales», catalogando los países como latentes, emergentes, establecidos o avanzados según su madurez política. Aunque el SABER existe desde 2011, aún no ha sido objeto de un verdadero escrutinio. Esta serie de cuatro entradas de blog realiza un análisis del SABER, destacando sus principales errores de concepción y aplicación.
Consulte la entrada anterior de la serie de
--
Mark Ginsburg se jubiló en 2016 de la FHI360. Es profesor visitante en la Universidad de Maryland (EE. UU.) y en la Universidad de Ciencias Pedagógicas (Cuba) y ha sido profesor en las siguientes universidades: Aston (Inglaterra), Houston, Pittsburgh y Columbia (EE. UU.), así como profesor visitante en la Universidad George Washington (EE. UU.) y la Universidad de Kobe (Japan). Fue Presidente de la Sociedad Internacional de Educación Comparada (1991) y coeditor de Comparative Education Review (2003-2013), además de Presidente del sindicato United Faculty de la Universidad de Pittsburgh (afiliado a la AAUP y a la AFT, 1992-2004).
Steven J. Klees (sklees@umd.edu) es profesor de Sociedad Internacional de Educación Comparada en R. W. Benjamin, Universidad de Maryland. Realizó su doctorado en la Universidad de Stanford y ha enseñado en la Universidad de Cornell, la Universidad de Stanford, la Universidad Florida State y la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, en Brasil.
En su obra, el Prof. Klee estudia la economía política de la educación y el desarrollo, con especial interés en la globalización, el neoliberalismo y la educación; el papel de los organismos humanitarios; la educación, los derechos humanos y la justicia social; la educación de pueblos desfavorecidos; el papel de la clase, el género y la raza a la hora de reproducir y enfrentarse a la desigualdad educativa y social; y los enfoques alternativos a la educación y el desarrollo.
Referencias
Internacional de la Educación. 2018. Reality Check: The Bank’s 2018 World Development Report on Education. Bruselas: Internacional de la Educación. https://issuu.com/educationinternational/docs/2018_ei_wdr_realitycheck_publication.;
Klees, S., Ginsburg, M., Anwar, H., Baker Robbins, M., Bloom, H., Busacca, C., Corwith, A., DeCoster, B., Fiore, A., Gasior, S., Le, H., Primo, L. & Reedy, T. 2020, previsto. The World Bank’s SABER: A Critical Analysis. Comparative Education Review 64 (1).
Noah, H. 1984. The Uses and Abuses of Comparative Education. Comparative Education Review 28 (4): 550-562.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.