En francés hay un viejo proverbio que dice: “Los ausentes nunca tienen razón”. ¿Y si al final fueran ellos los que tienen justamente razón en determinadas circunstancias? Eso es lo que está sucediendo en el ámbito de la educación, puesto que, en medio de infinidad de reformas sucesivas y de oleadas de privatización, el personal docente, el directivo y el de apoyo educativo parecen haber sido expulsados de los espacios de consulta y toma de decisiones.
Cabe destacar que algunas de las derivas importantes podrían haberse evitado fácilmente. A lo largo de los últimos años la Internacional de la Educación y sus organizaciones afiliadas han reclamado constantemente inversiones masivas en educación, para que esta se convierta en una prioridad nacional de los Estados con vistas a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En Quebec (Canadá), la implantación de nuevas clases de educación sexual, de asuntos financieros personales o incluso de leyes que permiten a los padres realizar trabajos de construcción en los establecimientos escolares, se introdujeron sin ningún tipo de consulta previa. Un golpe importante para los profesionales de la educación, a quienes no se les reconoce su experiencia.
Y qué decir de la inyección de 5 millones de dólares por parte del Gobierno quebequés para contratar a tres celebridades y proponer a los medios “la escuela del futuro”. Qué ofensa: después de haber recortado en el presupuesto de educación más de mil millones de dólares al sistema educativo a lo largo de los últimos cinco años, se solicita a un jefe de cocina, a un arquitecto y a un ciclista que vengan a asesorar al Gobierno sobre lo que falta en las escuelas, sin incluir en esta reflexión a los profesionales de la educación.
Es una constatación que puede observarse en prácticamente todos los países y territorios, y, lamentablemente, cada vez más. La voz de aquellas y aquellos que están día a día sobre el terreno, en el corazón de la experiencia educativa y pedagógica, es a menudo descartada o, en el mejor de los casos, relegada al rango de un paso obligatorio gracias a los compromisos que los sindicatos consiguen inscribir en los convenios colectivos.
Y cuando la presión es demasiado fuerte, algunos dirigentes pueden llegar hasta el Tribunal Supremo para que las leyes o las jurisprudencias acallen a las organizaciones sindicales. No hay más que pensar en el reciente desenlace del caso Janus en Estados Unidos.
El caso Janus no es un accidente. Ha estado financiado por poderosos intereses económicos que saben que cuando los trabajadores/as tienen libertad para expresarse con una voz unida y fuerte a través de los sindicatos, se consiguen progresos que benefician a todos y todas.
El secretario general de la IE, David Edwards, intervino para denunciar enérgicamente estos ataques contra el movimiento sindical. “Nos solidarizamos con nuestros compañeros y compañeras sindicalistas de Estados Unidos en su enfrentamiento con los intereses corporativos que quieren silenciar su voz. Sabemos que seguirán firmes en la lucha, con una voz colectiva fuerte y poderosa”, declaró.
“El caso Janus no concierne únicamente a Estados Unidos. Los sindicatos utilizamos nuestra voz colectiva en el mundo entero para abogar por unas políticas que benefician a todos los trabajadores. Esta voz incluye a los profesionales de la educación que luchan colectivamente por una educación pública de calidad abierta a todos”, añadió Edwards en su intervención.
“Es más que un proceso judicial: son directores generales y millonarios que se han gastado el dinero para intentar destruir el poder colectivo de los sindicatos. Quieren que se bajen los salarios, que se ignore la enseñanza pública y que se silencien las voces democráticas. A nosotros nos van a encontrar siempre en su camino”.
Con todo, los profesionales de la educación, representados por sus organizaciones sindicales y la IE, siguen mereciendo una posición insoslayable antes de llevar a cabo cualquier reforma.
Pero para ello es necesario que la educación se convierta en una prioridad auténtica de los responsables políticos que claramente invierten demasiado poco en la misma, al tiempo que buscan la oportunidad para desentenderse de su responsabilidad estatal al respecto. Pearson es un caso particularmente flagrante que la IE ha denunciado en varias ocasiones mediante diversas iniciativas, como fue por ejemplo la campaña de envío de cartas a los grandes financieros que están detrás de esas instituciones, incluido el Banco Mundial.
Esto da lugar a generaciones enteras que serán sacrificadas en el altar de la ley del mercado y a la ausencia de los ingredientes fundamentales para el éxito académico. Al confiar insidiosamente la enorme responsabilidad de la educación a unos aprendices de brujo, los gobiernos no están contribuyendo a la prosperidad de sus pueblos, sino que los están condenando a un futuro marcado por las desigualdades y la pobreza.
De esto se deriva toda una serie de decisiones y directrices que privan a millones de jóvenes y mayores del acceso a unos sistemas educativos de calidad que los profesionales de la educación están tratando de mantener a pulso, pagando por ello un precio muy alto: enfermedades profesionales, extenuación, decepciones, etc.
Ya es hora de que los Estados reconozcan la experiencia de los profesionales de la educación, que se escuche la voz de las organizaciones que los representan, como es la Internacional de la Educación, para que quienes cada día intentan que las cosas mejoren para tantos jóvenes y mayores, sean consultados y se les permita tomar parte en las decisiones.
Para eso tenemos que disponer de los instrumentos necesarios, compartir y ser en nuestro enfoque más estratégicos que aquellos que impunemente utilizan la educación como una mercancía en lugar de un bien común.
En ese sentido, la IE, en asociación con la OCDE, organiza la Cumbre de la Profesión Docente; ha conseguido un puesto de representación en el marco de la Alianza Mundial por la Educación; ha establecido varios grupos de trabajo, concretamente para el personal de apoyo educativo y de educación de la primera infancia; está haciendo valer los derechos de las mujeres y de las personas LGBTQ2+; y preconiza unos entornos educativos seguros y libres de violencia.
Las campañas como “Unámonos por una educación de calidad” contribuyen asimismo a que la voz de los profesionales de la educación se oiga –el leitmotiv de la IE–.
La IE es una mina de conocimientos alimentada por sus investigadoras e investigadores, sus asociados y sus afiliados de todo el mundo. Pero, ya sea a nivel local, nacional o internacional, la voz de los profesionales de la educación debe escucharse y respetarse, y sus soluciones deben escucharse y valorarse.
De lo contrario los Gobiernos deberían considerar la posibilidad de que la razón la tengan precisamente los ausentes.
El 26 de enero de 1993 se creó la Internacional de la Educación a través de la fusión del Secretariado Profesional Internacional de la Enseñanza (SPIE), y la Confederación Mundial de Organizaciones de Profesionales de la Enseñanza (CMOPE). Con ocasión de su 25º aniversario se publicará, durante todo el año, una serie de blogs #EI25, que incluirá voces y comentarios de sindicalistas, activistas de la educación, organizaciones socias y amigos. Éstos reflexionarán sobre combates y victorias del pasado, de los que la organización ha ganado fuerza e inspiración para hacer frente a los retos presentes y futuros a los que se enfrentan la educación y la profesión docente. Si desean contribuir a esta serie, por favor diríjanse a Sonia.grigt@ei-ie.org.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.