Casi nadie pone en duda que el mundo ha cambiado de manera considerable durante la última década gracias a una combinación de geopolítica y tecnología de la comunicación. La celeridad del cambio parece haber pillado a la mayoría de la gente por sorpresa, de manera que no es fácil seguir el ritmo. Muy pocos analistas han sido capaces de predecir el tipo o el ritmo del cambio, cuando menos los que pertenecemos al sector de la educación. Y sin embargo los/as docentes somos responsables de la preparación de niños y niñas para el futuro –un futuro que contribuimos a formar pero que no podemos predecir–.
La rápida escalada del extremismo, favorecida por la disponibilidad de las tecnologías de la comunicación de masas, se ha convertido de pronto en realidad. Quienes adoptaron en el pasado opiniones extremas, ahora pueden compartirlas fácil y rápidamente con millones de personas a nivel mundial. Los miedos y el odio que las personas albergaban silenciosamente pueden compartirse ahora con una sensación de eficacia, y encuentran resonancias en individuos afines de todo el planeta. Mientras que hasta no hace mucho las personas se mostraban aprensivas a la hora de compartir sus sentimientos de racismo, xenofobia, fascismo, intolerancia religiosa, fanatismo y homofobia, ahora este tipo de sentimientos pueden compartirse abiertamente con una sensación de anonimato.
El resultado ha sido la subida al poder de líderes mundiales que albergan este tipo de opiniones extremas. Son líderes que están propugnando súbitamente opiniones que hasta hace poco se consideraban totalmente incompatibles con la creación de una sociedad justa y buena, basada en los principios fundamentales de la democracia. De repente los derechos y las instituciones democráticas se están viendo sometidos a intensas presiones, y las libertades que no hace mucho se daban por sentadas, ahora se están poniendo repentinamente en entredicho. Los gobernantes absolutos que empuñan un poder absoluto amenazan con volver a echar raíces en lugares donde habían sido repudiados mediante luchas sangrientas.
Los y las docentes se encuentran ahora en este atolladero geopolítico, preparando sus cargas para sobrevivir en un mundo donde el pensamiento crítico es la mayor amenaza para la propagación del extremismo y la supervivencia de los líderes absolutos. La desinformación se está utilizando como arma preferida para garantizar que la línea entre el hecho y la realidad no pueda distinguirse. Las pruebas estandarizadas, la privatización de la educación y la demonización de los sindicatos de docentes han pasado a ocupar el segundo lugar como armas complementarias de subversión democrática.
Ya no podemos confiar en los medios de comunicación ni en el sistema judicial como vanguardias de la democracia. Los principios democráticos de justicia, equidad, igualdad, justicia social y respeto están siendo sustituidos por el odio, el fanatismo, la codicia, el individualismo y el egoísmo porque muchos de nosotros hemos dado la democracia por sentada. Hemos renunciado a nuestra responsabilidad social de sentirnos orgullos y defender la democracia y sus instituciones, permitiendo que las opiniones minoritarias echen raíces por medio de la complacencia. Las aulas no han conseguido garantizar que los y las estudiantes dispongan de los conocimientos, las competencias y las aptitudes necesarias para mantener la guardia y defender los principios democráticos que la humanidad ha logrado mediante siglos de luchas sangrientas.
En este nuevo orden mundial se han redefinido nuestras funciones. Ya no podemos contentarnos con impartir un programa de estudios. Nuestra tarea, en la actualidad, incluye la promoción y la difusión de los derechos humanos y la democracia como prioridades fundamentales. En resumidas cuentas, nuestra tarea consiste en formar seres humanos buenos y decentes y una sociedad justa y equitativa. Nuestros/as estudiantes tienen que adquirir la capacidad de pensar de manera crítica, analizar, evaluar y ser suficientemente valientes para rechazar los conceptos extremistas de la ultraderecha. Las escuelas y la educación que se imparte en ellas, tienen que adoptar un enfoque y un alcance más amplios. Su cometido debe poder ubicarse en este nuevo orden mundial que amenaza con devolvernos a la era de los monarcas y líderes máximos, donde el capital humano se considera una propiedad que ha de ser poseída y explotada por unos pocos que ostentan un poder absoluto. Nos han lanzado el guante a los y las docentes para que nos pongamos de pie y defendamos como nunca la democracia.
Las filosofías que se adopten en las aulas hoy en día aparecerán reflejadas en las estructuras de gobierno del mañana. Nuestra capacidad para adaptar rápidamente nuestros roles a este nuevo paradigma, así como nuestra capacidad para adoptar una postura ofensiva a través de nuestros sindicatos, determinarán hasta qué punto podremos rescatar nuestra sociedad de la embestida de dictadores y demagogos en potencia. Nuestros sindicatos tienen que recibir todo el apoyo necesario para librar esta batalla. Debemos llevar a cabo un debate entre nosotros/as sobre las crecientes amenazas para la democracia que existen a nuestro alrededor, reconociendo que no vivimos aislados, sino que formamos parte de una comunidad global.
La participación y la inclusión ya no son una opción: son un imperativo. El monstruo está llamando a nuestra puerta, preparado y esperando para impregnar unas sociedades que a veces se contentan con existir en la más feliz ignorancia, complacencia y renuncia de responsabilidad cívica. Por suerte la IE ha liderado sin miedo una ofensiva a escala mundial, siempre que los sindicatos y la democracia se han visto amenazados. La voz colectiva de la IE y otras organizaciones internacionales tiene que seguir enviando una enérgica llamada de alerta a los y las docentes puesto que deben continuar luchando con el arma de la educación, un arma que jamás será silenciada. Tenemos que defender con firmeza y solidaridad nuestros derechos y libertades.
Nota: Este blog está basado en un artículo que se publicó inicialmente en Trinidad & Tobago Newsday. Reimpreso con autorización.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.