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Credits: Atelier PRO via flickr
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“El sistema escolar de Oslo funciona como una gran empresa en la que los logros de los estudiantes representan el balance final. La meta es mejorarlo año tras año”.

Esta cita proviene de un artículo de prensa de 2007. Las palabras son, por lo que recuerdo, de uno de los directivos de la Superintendencia (puede haber sido un director de escuela). No lo dijo a modo de crítica, sino de elogio. Este discurso representa (aunque de forma extrema) una visión de la educación que lamentablemente ha caracterizado parte de la política educativa en los últimos 20 años.

Me parece acertado decir que estamos presenciando un cambio en la percepción de la educación tal como la se concibe en esta cita. Felizmente. La educación no es una pista de competición en la que los países, municipios, escuelas y estudiantes deban competir para obtener los mejores resultados en las pruebas. La educación es una cuestión de liberación, de formación ( Bildung), aprendizaje, bienestar, pensamiento crítico, desarrollo sostenible y mucho más. La educación es un proyecto normativo que trata esencialmente de valores. Tiene que ver con la construcción de la comunidad, con la creación de un clima de confianza. En Noruega, cada vez son más los responsables políticos de la educación que parecen aceptar que las políticas educativas aplicadas durante los últimos 20 años han tenido efectos secundarios. Efectos secundarios negativos y graves.

Necesitamos luchar contra la visión instrumental de la educación. Sin embargo, no debemos representar esta lucha como una opción entre el bienestar y el aprendizaje, entre las escuelas de conocimiento o knowledge schools(un término extraño por cierto, ¿quién habla de hospitales de salud?) y las escuelas de la alegría o entre insumo y producto. Debemos ser capaces de aceptar su complejidad. Darnos cuenta de que todo está interrelacionado y que es preciso pensar de manera global a la hora de diseñar políticas educativas. (Y que no todos los problemas de la sociedad pueden ser resueltos por la educación.)

Nosotros en tanto que docentes tenemos que establecer un equilibrio entre las tensiones. Entre lo cuantificable y lo no cuantificable, entre lo que se expresa con precisión y lo que debe interpretarse, entre la educación como inversión y la educación como atención, entre lo experimental y lo rutinario, lo planificado y lo inesperado. La lista es larga.

Si nosotros, los docentes, o la sociedad en general, pensamos que una “empresa educativa” puede funcionar bien intentando pasar por alto estas tensiones, vamos por mal camino. Después de prestar tanta atención a las metas educativas cuantificables, no debemos sorprendernos de sus consecuencias. Si pretendemos que con prestar atención únicamente al bienestar de los estudiantes tenemos una buena escuela, hemos fracasado.

Uno de los aspectos que más me impresiona del debate relativo a la autoridad educativa de Oslo es el grado de prepotencia en las declaraciones de quienes la dirigen. Creo que fue el antropólogo social noruego Thomas Hylland Eriksen quien una vez afirmó que existe una sobreproducción de prepotencia en este país. En la educación, debemos huir de la prepotencia como de una plaga. Y la autoridad educativa de Oslo debería tomar en serio esta advertencia. En la enseñanza debemos cultivar la duda. No sólo porque nuestro trabajo es un proyecto normativo en el que corremos el peligro de hacer un uso desafortunado de nuestro poder en tanto que docentes, sino porque también sabemos que muchos caminos llevan al mismo fin. Y porque existe un número increíble de metas por alcanzar para tantas personas diferentes.

En relación con la formación educativa cabe recordar las palabras del pedagogo alemán Klaus Mollenhauer:

“Nuestra formación no solamente podemos agradecerla a los adultos, también podemos reprochársela. Todo proceso de formación es extensión y enriquecimiento, pero también es estrechamiento y empobrecimiento de todo aquello que pudo ser. Los adultos no sólo ayudan al alumbramiento del desarrollo de la mente del niño, sino que también son poderosos censores que instituyen cortapisas su formación”.

Esta perspectiva debería llevarnos a ser humildes en nuestro enfoque de la educación. Independientemente de si percibimos un sistema educativo como una empresa o no.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.