Como respuesta a la crisis económica de 2008, los gobiernos de Europa emplearon fondos públicos para estabilizar el sistema y rescatar a los bancos. Se produjo, por tanto, un descenso en la actividad del sector privado y la inversión, y el sector público se utilizó con frecuencia para realizar ajustes unilaterales con el fin de reducir la deuda pública y el nivel de déficit, así como respetar los estrictos límites presupuestarios impuestos por el Tratado de Maastricht. La «obsesión por el déficit» sentó las bases para la expansión de la doctrina de la austeridad.
En la Europa actual, aún existen diferencias entre países, por ejemplo, sigue habiendo distintos modelos de desarrollo nacionales en cuanto a política, cultura, sociedad y economía. Si tuviéramos que destacar un factor común específico de toda Europa, este sería su modelo social. La provisión de y el acceso a servicios, protección social y una educación pública de calidad, adjudicados en base a formas de solidaridad institucionalizadas (basadas en criterios geográficos, intergeneracionales y económicos) es el único cimiento sobre el que se construye Europa. A ellos se vincula la economía social de mercado como otro de los principios fundamentales de Europa; el mercado se usa como herramienta para fomentar los derechos sociales para todos.
A pesar de que el alcance, la cronología y el impacto de la crisis fueron extremadamente distintos entre unos países europeos y otros, el deterioro continuo y lento de los derechos sociales y laborales ganó peso como factor común a todos ellos. El resultado se tradujo en un auge de los movimientos populistas, nacionalistas y racistas, y en la disminución de la solidaridad que tradicionalmente había unido a los habitantes de Europa.
En los países donde no se cumplían los límites del déficit y deuda establecidos en el Tratado de Maastricht, bajo la presión de programas de ajuste impuestos unilateralmente por gobiernos e instituciones europeas, la devaluación interna del coste de la mano de obra sustituyó a la devaluación de la divisa. Las reformas estructurales basadas en la austeridad aumentaron la flexibilidad del mercado laboral, las leyes laborales se liberalizaron prácticamente en todas partes y las políticas salariales se debilitaron por la descentralización o, incluso, el desmantelamiento de los sistemas de negociación colectiva. Como era de esperar, la reacción más intensa frente a la crisis económica, los recortes y las medidas de austeridad tuvo como protagonistas precisamente a los trabajadores del sector público, los más castigados por las consecuencias.
En un informe reciente titulado “ Los salarios en los servicios públicos: cómo siguen pagando la crisis los trabajadores” publicado con motivo del Día Mundial de los Servicios Públicos, el Comité Sindical Europeo de la Educación (CSEE), la sección europea de la IE, y la Federación Sindical Europea de Servicios Públicos (FSESP) ofrecieron una descripción general de lo sucedido en varios países europeos. Muchos trabajadores del sector público de Europa, incluidos los del sector educativo, se vieron directamente afectados por medidas de austeridad. Los gobiernos de 19 países de la Unión Europea activaron recortes o congelaciones salariales. Al mismo tiempo, la paralización de las contrataciones y la duplicación de puestos dejaron a numerosos trabajadores del sector público con cargas de trabajo mayores, ya que estos servicios debían mantenerse con una plantilla menor.
El personal de este sector se vio especialmente afectado debido al descenso paulatino de los fondos disponibles para la educación, con numerosos casos de reducciones y congelaciones salariales, así como pérdidas de beneficios y una carga de trabajo mayor. Los docentes y el personal del sector educativo de Europa aún no han recuperado el poder adquisitivo que tenían antes de la crisis. En otras palabras, los salarios permanecen congelados a pesar de la tímida recuperación económica. Por otra parte, el aumento de los contratos de empleo temporales en los servicios públicos se ha traducido en un incremento de la precariedad, por ejemplo, en la educación de la infancia temprana, la educación superior y la investigación.
El diálogo social en casi todos los países de Europa se debilitó en paralelo al aumento de la negativa/obstrucción de los derechos sindicales, incluida la imposición de límites al ámbito de la negociación colectiva de los derechos de los sindicatos educativos y las condiciones laborales, además de problemas profesionales relacionados con las reformas educativas y formativas. De hecho, los decretos legislativos unilaterales de Europa han provocado una descentralización y, en ocasiones, un desmantelamiento de los sistemas de negociación colectiva, sobre todo en los países del sur, centro y este de Europa.
Anteriormente este año, el CSEE se sumó a la petición del movimiento sindical europeo de un aumento en los salarios mínimos para los trabajadores europeos. Esta campaña también expone que la única forma de atajar las desigualdades salariales y económicas en Europa consistiría en una restauración completa de la negociación colectiva y el diálogo social. La nota informativa de FSESP-CSEE, que apoya la campaña del aumento salarial de la CES, aclara que los trabajadores de los servicios públicos también necesitan un aumento salarial y, para muchos, este sería el único paso para recuperar sus salarios a niveles de hace 10 años.
Para conseguirlo, está claro que los sindicatos deben hacer frente al impacto que provocan los recortes y congelaciones salariales sobre los propios sindicatos y su capacidad a la hora de representar intereses colectivos. Ya es hora de que los sindicatos tomen el mando para definir el futuro de Europa. Una Europa construida sobre los principios democráticos, la solidaridad y la cohesión social en los distintos países, además de un diálogo social efectivo y significativo entre ellos, un respeto mutuo y una ciudadanía activa responsable. Cuando se cumplen 60 años de la firma del Tratado de Roma, es importante recordar que la solidaridad es el principio fundacional de la integración europea y que el movimiento sindical ha desempeñado un papel crucial para restaurar dicha solidaridad, entre trabajadores, sociedades y países, además de a la hora de hacer frente y resistir activamente ante los intentos de bloqueo en ámbitos nacionales.
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