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Trabajo infantil: Los/las docentes de Uganda son agentes fundamentales del cambio positivo

publicado 6 abril 2017 actualizado 13 abril 2017
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El programa de sensibilización del Uganda National Teachers' Union ha dado frutos en la lucha contra el trabajo infantil en un distrito remoto y ha aumentado significativamente la matrícula y la retención de estudiantes, tanto niños como niñas.

El programa del Uganda National Teachers' Union (UNATU) contra el trabajo infantil en Erussi, cerca de la frontera con el Congo y a nueve horas por carretera de Kampala, y el segundo distrito más pobre de Uganda, ha cambiado la mentalidad de los padres y los/las docentes hacia la educación y el trabajo infantil.

Las actividades principales que realizan los/las niños/as en Erussi son tareas domésticas – ayudar a hermanos/as y personas mayores en casa -, cultivo y venta de productos en los mercados, ir a buscar agua y todo tipo de tareas para la familia. Los/las niños/as también participan en festivales largos y las ceremonias de entrega de la dote (al menos cuatro días), bailes en discotecas, drogas y prostitución, y los/las huérfanos/as y los/las niños/as con discapacidad son los más vulnerables.

Sin embargo, en la escuela primaria de Oboth, gracias a la introducción del programa sindical, la población escolar ha aumentado en 13%: 118 nuevos estudiantes, niños y niñas, se matricularon en febrero. Y dos meses después de que comenzara el año escolar, ninguno/a ha abandonado los estudios.

Compromiso de los/las docentes con la lucha contra el trabajo infantil

Los/las docentes reconocen que el programa les ha permitido estar mejor preparados para afrontar la plaga del trabajo infantil e interactuar mejor con sus estudiantes.

“Nos sentimos mejor preparados para identificar a los/las niños/as que corren el riesgo de ser víctimas del trabajo infantil”, dice el Sr. Richards, un profesor de Oboth, y añade: “Mis técnicas de enseñanza han mejorado. Tengo una mejor pedagogía y veo que los/las niños/as disfrutan más de la escuela. Están más contentos”.

“Me siento más motivada gracias a las sesiones de sensibilización del sindicato y he comprendido que puedo ser un modelo de referencia”, explica Joyce Marachtho, la única mujer docente en esta escuela rural. “He observado que los/las docentes han desarrollado una mayor empatía con los/las niños/as y han forjado una relación con los padres en un afán de proteger a los/las niños/as”, subraya, orgulloso, el director de la escuela, Claudius Okec.

Este programa del UNATU, que está teniendo tanto éxito, forma parte del proyecto “Child labour free zones” (zonas libres de trabajo infantil), promovido por la Internacional de la Educación (IE) y financiado con fondos de los Países Bajos proporcionados por Stop Child Labour Coalition y FNV Mondiaal. El objetivo del proyecto es ayudar a los sindicatos de la educación a formar a los/las líderes escolares y docentes y a organizar actividades de sensibilización y promoción dirigidas a los/las dirigentes políticos/as, los líderes religiosos y de las comunidades, los padres y los actores en el sector de la educación para obtener financiación adicional para la educación.

“Hemos encendido el fuego y no deberíamos permitir que se apague", dice James Tweheyo, Secretario General del UNATU. "Las sonrisas que hemos puesto en las caras de estos/as niños/as, en particular los que habían dejado de asistir a clase, son un testimonio del espíritu de ayuda de la Internacional de la Educación y sus socios”.

Después de tres años, el proyecto local de Erussi es un éxito y casi es sostenible. Se ha formado a los/las docentes de 11 escuelas públicas, los/las directores de las escuelas llevan un registro diario de la asistencia, se ha equipado a las escuelas con material mínimo para deporte y arte, los padres se han sumado a iniciativas para ahorrar (para cubrir los costes de la escuela), en algunos pueblos se han puesto en marcha actividades para generar ingresos y los clubes escolares se ponen en contacto con niños/as que no asisten a la escuela.

El coste de la educación contribuye al trabajo infantil

Los/las participantes en el programa también han identificado claramente el coste de la educación como un problema clave que contribuye al trabajo infantil. Aunque la educación es gratuita desde que Uganda anuló en 1997 las tasas escolares en la educación primaria – y en la educación secundaria en 2007 – , los padres tienen que cubrir el coste de los uniformes, los libros y el material escolar. Se calcula que un año escolar cuesta 100.000 chelines ugandeses por niño/a (unos 27 dólares estadounidenses). Los padres tienen que estar convencidos de que vale la pena invertir los escasos recursos en educación. A veces los/las niños/as se sienten culpables de que los padres tengan que cubrir los costes escolares y abandonan los estudios.

“Es fundamental cambiar la mentalidad para erradicar de forma sostenible el trabajo infantil en Uganda, ya que, como en todas partes, los/las docentes son agentes del cambio”, dice Tweheyo.

Un entorno escolar de calidad para una educación de calidad

El proyecto pone de relieve otros retos importantes a los que se enfrentan las escuelas, que explican que alrededor de 1.500 niños/as todavía no reciben una educación en Oboth, según la asociación de padres. No hay profesores/as ni material suficientes para responder al número cada vez mayor de estudiantes: aulas insuficientes, casi ninguna letrina ni equipamiento sanitario, ausencia de agua y de comida.

“Tenemos 360 niños/as en un aula en el primer curso”, detalla el Sr. Okec, director de una escuela, y recuerda que el ratio oficial docente/estudiantes en Uganda es 1:55.

“Tenemos que sacar todas las mesas y las sillas para que todos/as los/las niños/as puedan entrar”, lamenta. “El/la docente tiene que situarse en un sitio reducido en una esquina, sin espacio para llegar a la pizarra. Es imposible impartir una enseñanza centrada en el/la niño/a en estas condiciones. En principio, tenemos derecho a seis docentes para el primer curso, pero solo tenemos dos. Las autoridades educativas locales están al corriente de las necesidades. Hay suficientes docentes formados/as, pero las decisiones administrativas llevan tiempo. Es necesario crear espacio adicional para dar clases, la comunidad se ha unido para construir nuevas letrinas y una casa para docentes, pero es arriesgado empezar a construir aulas, no es seguro”.

El UNATU continúa presionando para que el Gobierno proporcione recursos adecuados para la educación, ya que el presupuesto para la educación ha variado de 16,8% en 2011 a 11% en 2015-2016.

Denuncia que el agua, la higiene y la comida son otros retos constantes y lamenta que haya cinco letrinas para niñas y cinco para niños, cuando hay más de 1.000 niños/as.

Algunos/as niños/as llegan a la escuela a las 7 de la mañana con el estómago vacío. Solo seis de cada diez niños/as pueden ir a casa a comer a la hora del almuerzo. Los/as otros/as no tienen tiempo para cubrir los kilómetros que deben recorrer para volver a casa durante la pausa de 90 minutos, y pocos/as llevan comida”.

Las asociaciones de padres y profesores/as y los clubes escolares – compuestos por alumnos/as y docentes – supervisan la asistencia y visitan a los padres de los/as niños/as que han faltado a clase. “Hablamos, intentamos entender cuál es el problema”, dice Richards, que cree que “a menudo es una cuestión cultural”, ya que algunos padres piensan que “producen” niños/as para que les ayuden con muchas tareas.

Señalando que los derechos del/de la niño/a es “un nuevo concepto que debe ser explicado”, reconoce que “una vez convencidos de los beneficios de la educación para el bienestar del/de la niño/a y la familia, los padres normalmente la apoyan con entusiasmo”.

Pie de foto: Claudius Okec, orgulloso director de una escuela