El mercado, ¿una nueva doctrina?
En décadas recientes, el mercado parece haber sido elevado al nivel de una religión o, cuando menos, un dogma, en lugar de considerarse como un mecanismo para organizar el intercambio de bienes y servicios.
El hecho de tratar al mercado como un ente Todopoderoso confiere a la sociedad una perspectiva unidimensional. Y hace que se barajen ideas que normalmente se discutirían seriamente dentro del ámbito sobrenatural de la Fe.
El mercado es, de hecho, una poderosa fuerza que es necesario limitar y constreñir, de manera que contribuya al bien público y al progreso humano. La cuestión fundamental es saber si realmente estamos trabajando para la economía o si la economía trabaja para nosotros.
El principio fundamental de la Declaración de Filadelfia de la OIT, adoptada en 1944 es que “el trabajo no es una mercancía”. En las últimas décadas hemos constatado una tendencia a que los trabajadores y trabajadoras en prácticamente todos los sectores sean tratados como si fuesen mercancías.
Parte de esta regresión ha sido “ordenada” por la globalización, según se dice, pero ha terminado por cobrar vida propia. Algunos conceptos de “flexibilidad” se están desbordando a determinados sectores, incluido el sector público, no sujetos a la competencia mundial.
El trabajo precario, donde los trabajadores mantienen relaciones de empleo indirectas, imprecisas o encubiertas, traslada los riesgos del empleador al trabajador. Es un ejemplo indiscutible de la re-mercantilización de los trabajadores. En numerosos sectores y ocupaciones, los contratos fijos e indeterminados han sido sustituidos por contratos de duración determinada.
Esta vulnerabilidad proviene de la presión económica y tiene un enorme impacto social. Constituye, entre otras cosas, una causa importante del incremento de enfermedades relacionadas con el estrés.
Una educación liberal
Si, no obstante, se considera al ser humano como algo más que un simple factor de producción, se hace necesario adoptar un enfoque más amplio de las personas, en tanto que entes complejos y multidimensionales, miembros de una familia y de la sociedad. Y ciudadanos, además de productores.
Y no existe mejor expresión de ese enfoque que el sistema de educación pública en su máxima expresión. Tal como dijo el autor inglés, G.K. Chesterson: “La educación es sencillamente el alma de una sociedad que se transmite de una generación a la siguiente”.
Es importante asegurarse de que lo que se transmita no esté ´desprovisto de alma´. La industria necesita empleados y trabajadores cualificados que tengan la oportunidad de adquirir una formación y desarrollarla a lo largo de su vida.
Pero la educación no debería en ningún caso reducirse o limitarse a eso. Una buena educación puede contribuir inmensamente a mejorar la calidad de vida; por esa razón es erróneo pensar que la música o cualquier otra educación cultural es una pérdida de dinero.
La educación debería estimular la curiosidad y la investigación, el pensamiento independiente, la creatividad y el entusiasmo. Y para lograrlo, debe hacer mucho más que transmitir información. De hecho, la industria, aunque no siempre lo comprenda así, también necesita trabajadores que sean adaptables, atentos e innovadores. En otras palabras, equipados con una buena educación, bien equilibrada.
Desgraciadamente, algunos métodos modernos, generalmente provenientes del sector privado, van en contra de lo que se ha venido considerando tradicionalmente como una “educación liberal” [1].
Haciendo excesivo énfasis en cuestiones que pueden medirse, muchos de los aspectos más importantes de la educación, más difíciles de calibrar, podrían descuidarse. Gran parte de lo que resulta esencial para una vida feliz simplemente no puede ser contado o “estandarizado”.
Sindicalismo del profesorado
Afortunadamente, muchos docentes cuentan con sindicatos. No tienen que hacer frente a todos estos desafíos en solitario. Se benefician de la solidaridad de otros docentes en sus escuelas, en sus comunidades, a nivel nacional, regional y global. Esos sindicatos a menudo mantienen estrechos vínculos y forman coaliciones con sindicatos que representan a distintos sectores y ocupaciones, además de otros elementos de la sociedad civil.
El poeta irlandés W. B. Yeats dijo: “La educación no consiste en llenar un cubo, sino en encender un fuego”. Atravesamos un período en la historia en el que se necesita desesperadamente la luz de este tipo de fuegos, por todo el mundo. La necesitamos en las aulas y en las sociedades, para así poder tener democracias más sanas.
Educación y democracia
“La educación hace que un pueblo resulte fácil de liderar, pero difícil de manejar; fácil de gobernar, pero imposible de esclavizar”. Peter Brougham, estadista británico, Siglo XVIII
La educación transmite y refuerza los valores y la coherencia y solidaridad de las sociedades y, al poder comprenderlas mejor, los ciudadanos pueden hacer su contribución con mayor facilidad, además de disfrutar de la vida. La educación refuerza la capacidad de las personas para ser abiertas y creativas y pensar de manera crítica.
Todas estas características resultan fundamentales para construir, reivindicar y sostener la democracia. Hay determinados problemas con la democracia donde la educación es particularmente relevante.
La experiencia de un gran número de democracias emergentes en los años noventa demuestra que la democracia es mucho más que la organización periódica de elecciones libres. Las primeras elecciones suelen tener una elevada tasa de participación, pues los votantes se muestran entusiasmados con la posibilidad de ejercer su nueva libertad. Pero en los siguientes comicios la participación decae rápidamente.
Demasiados líderes electos han actuado como si, una vez elegidos, pudieran hacer su santa voluntad. También ha habido una mala infraestructura de gobierno. En muchos países, la masiva privatización de empresas y, en algunos casos, de servicios públicos, en un entorno carente de transparencia, derivó en situaciones de corrupción endémica.
En los peores casos, se ha establecido una infraestructura de corrupción tan poderosa que hace que sucesivos gobiernos, independientemente del partido al que pertenezcan, caigan bajo su dominio.
Pero estos fallos no se limitan a las nuevas democracias. Algunas democracias ya bien establecidas se muestran cada vez más vulnerables a fuerzas políticas populistas e intolerantes. Los extremismos han ganado terreno y están influyendo en las posturas de los partidos tradicionales.
La influencia del dinero sobre las elecciones y sobre distintas cuestiones, tanto en secreto como de manera abierta, tiene un profundo efecto en la toma de decisiones políticas y en la propia democracia. Probablemente el ejemplo más claro de ello lo tenemos en los Estados Unidos, una de las democracias más antiguas del mundo.
Aunque siempre han existido problemas respecto a la dependencia de donantes privados en el proceso político, la influencia del capital ha venido aumentando de manera constante desde principios de la década de los setenta.
La decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso de “ Citizens’ United” abrió la vía. Básicamente, el tribunal dictaminó que el dinero equivale a la expresión y las empresas a las “personas”.
Se eliminaron así las restricciones en cuanto a la utilización de fondos corporativos en las elecciones, lo que desembocaría en la creación de los grupos de apoyo denominados “ Super-PACS” con enormes recursos. Son los mismos derechos de “expresión” corporativa que permitirían a las empresas emprender campañas antisindicales en el lugar de trabajo.
Sería un error pensar que la educación por sí sola, y en particular los docentes y las escuelas, podrían resolver todos los problemas de la democracia del mismo modo que no puede aportar la “receta mágica” para otros problemas de la sociedad; no obstante, tiene relevancia al respecto.
Educación para la democracia
La educación para la democracia es un proceso a largo plazo. No se trata de un ´apaño rápido’. Si queremos que las nuevas democracias puedan desarrollarse y sustituir el cinismo público por esperanza y acción, es necesario cultivar los valores democráticos. Posiblemente no tendrá un gran impacto a corto plazo, pero tal como afirmó Abraham Lincoln: “La filosofía de las aulas en una generación será la filosofía del Gobierno en la siguiente”.
La educación no conseguirá eliminar las ideologías intolerantes ni extremistas. Pero, si se expone a las personas a valores de apertura, tolerancia y justicia, y se les da instrumentos para que puedan razonar y tener una perspectiva, pueden llegar a ser más “resistentes” a ese tipo de propuestas.
Tampoco basta con la educación para erradicar la corrupción, pero al menos puede contribuir a que se tome conciencia y se apoyen los valores del servicio público. Además, la formación de los estudiantes de educación superior que servirán en el gobierno puede ayudar a cambiar los hábitos y la ética.
La educación no acabará con la “corrupción”, ni los privilegios derivados de una avalancha de dinero en la política (visible u oculta). Con todo, una buena educación ayuda a que las personas piensen yendo más allá de palabrería y publicidad.
Puede contribuir a que se desarrollen sospechas sanas respecto a la sobre-simplificación y distorsión, incluso cuando se administran en fuertes dosis.
La democracia existente durante todo el año, y no únicamente en período de elecciones, requiere que los ciudadanos estén dispuestos, deseosos y sean capaces de participar, incluso defendiendo sus propios intereses y exigiendo que el Gobierno responda.
La educación puede ayudar a comprender el significado de la democracia y la importancia de participar en ella. Y los sindicatos de la educación pueden mostrar el camino, defendiendo tanto los intereses docentes como el interés público.
Sindicatos y sociedad civil
La existencia de la sociedad civil, que garantiza que existan múltiples corrientes de pensamiento y diversos centros de poder en la sociedad, es una de las más firmes garantías de democracia. Y las democracias dentro de una democracia hacen que cobre vida; tomando las páginas de la historia y los libros de educación cívica para darles relieve y pasión.
La sociedad civil está presente a nivel nacional, pero también a escala regional e internacional. Existen múltiples definiciones de sociedad civil, pero dos elementos son centrales. Ha de representar los intereses y la voluntad de grupos de personas y debe ser independiente del Estado. Son muchas las organizaciones “no gubernamentales”.
Algunas de ellas realizan una valiosa contribución al debate y la información de la opinión pública, pero muchas veces no cumplen con una, o ambas, de las características antes citadas.
Por otro lado, los sindicatos libres son las organizaciones más representativas e independientes de la sociedad civil. Por su naturaleza y a través de sus acciones forman parte, al mismo tiempo, de la economía y de la sociedad.
En las democracias emergentes, suelen ser los trabajadores y trabajadoras, a través de sus sindicatos y actuando independientemente, quienes cambian el equilibrio de poderes y crean el “espacio” necesario para el desarrollo de otros elementos de la sociedad civil.
Los cambios históricos que tuvieron lugar en Polonia y en Sudáfrica constituyen dos ejemplos donde los sindicatos facilitaron un cambio fundamental en la sociedad, convirtiendo a sus países en lugares “seguros para la democracia”.
Los docentes y sus sindicatos desempeñan un papel especial en el movimiento sindical más amplio y en la democracia. No sólo constituyen el punto de contacto entre sindicatos y educación, y están vinculados con la democracia (además de asumir ambos papeles), sino que suelen situarse en la vanguardia de las luchas por la democracia.
Los déspotas generalmente comprenden mejor que los demócratas el poder y la importancia de las aulas y su potencial. También comprenden la “amenaza” al gobierno autocrático que representan los sindicatos, las fuerzas de la sociedad civil y las “escuelas para la democracia”.
Los sindicatos de docentes suelen ser relativamente grandes y están bien situados para contribuir a moldear las políticas sindicales en general. Debido a su papel clave en la sociedad y su amplia experiencia, los líderes del movimiento sindical más amplio son a menudo profesionales de la enseñanza.
Sindicalismo sin fronteras
“…La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU
A nivel global, los docentes cuentan con la Internacional de la Educación (IE), su Federación Sindical Internacional (FSI). Combina lo mejor de la experiencia nacional en cuanto a cuestiones relacionadas con sindicatos y educación, y lo hace público. Es además la voz de los docentes ante la opinión pública global y ante las instituciones internacionales que juegan un papel cada vez más relevante en las vidas de los docentes.
Para los docentes y otros que trabajan para las autoridades públicas, los intereses comunes y globales pueden resultar menos obvios que para los trabajadores empleados por compañías multinacionales.
No obstante, existen numerosos vínculos vitales. Tanto los buenos enfoques como los malos parecen pasar de un país a otro con gran facilidad, aunque, por algún motivo, los “virus” parecen viajar con mayor rapidez que las buenas ideas. Las respuestas han de ser, por tanto, simultáneamente nacionales e internacionales.
Las decisiones políticas adoptadas o el asesoramiento brindado por la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, la OIT, la UNESCO y otras instituciones internacionales tienen un impacto sobre los docentes y sus sindicatos. Lo mismo que procesos menos formales como el G20 y el G8, donde la IE ha conseguido tener voz.
También afectan a otros trabajadores y trabajadoras y a sus sindicatos. La IE trabaja en estrecha colaboración con la Comisión Sindical Consultiva ante la OCDE (TUAC) en relación con cuestiones educativas y económicas.
Ha asumido la presidencia de su Grupo de Trabajo sobre Educación durante varios años. También contribuye de manera substancial a las declaraciones preparadas por la Agrupación Global Unions ante otras estructuras, bajo el liderazgo de la Confederación Sindical Internacional (CSI).
La IE apoya y trabaja en estrecha cooperación con la Oficina de la Agrupación Global Unions en Washington DC, responsable de las relaciones con el FMI y el Banco Mundial. En la extensa labor desarrollada por la IE respecto a los derechos humanos y sindicales, trabaja con la OIT, incluso recurriendo a sus procedimientos de quejas y mecanismos de control, y colabora estrechamente con la CSI y con otras FSI.
La IE asume la iniciativa en el trabajo con UNESCO. Esa agencia de la ONU no sólo trata con cuestiones sobre educación como parte de su mandato, sino que cuenta con procedimientos especiales para proteger los derechos de los docentes.
La IE, al igual que sus afiliadas a nivel nacional, es especial, no sólo a causa de su experiencia, competencia y actividad, sino por su representatividad.
Un simple ejemplo de ello, que no podría darse en otro grupo privado, es su participación en las dos cumbres educativas celebradas en marzo de 2011 y 2012 y organizadas por el Departamento de Educación de EE.UU., la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la IE y sus afiliadas estadounidenses, la American Federation of Teachers(AFT) y la National Education Association(NEA).
Sentarse en una mesa mundial con Gobiernos que son a la vez empleadores, al tiempo que se representa a millones de docentes, además de aportar un foro para una discusión sustancial y de utilidad, constituye un ejemplo de reconocimiento sindical global.
Para mejorar la cooperación a nivel de los sindicatos mundiales, se establecería en 2007 el Consejo Global Unions (CGU). La IE no sólo estuvo presente en su creación, sino que su Secretario General, Fred van Leeuwen, podría muy bien ser descrito como su “partero”, quien lo trajo al mundo. Fue su visión y su perseverancia y paciencia lo que condujo a esta iniciativa de “coordinación estructurada”; un paso importante para el movimiento sindical internacional.
Van Leeuwen fue el primer Presidente del CGU y continúa influyendo en su dirección. Representantes de la IE participan en reuniones del CGU y en las reuniones de los Secretarios Generales, su Secretariado está involucrado en todos sus grupos principales de trabajo (la unidad de trabajo sobre comunicaciones, el grupo sobre relaciones de trabajo que trata sobre el trabajo precario, el grupo de trabajo sobre migración, y el grupo sobre servicios públicos de calidad).
Movilización : el argumento de nuestra fuerza
Entonces, ¿Cómo es que las cosas van tan bien a esos niveles y están tan mal a otros niveles? No basta con echar la culpa a nuestros poderosos oponentes ni incluso a los fallos de nuestros aliados. Tenemos que mirarnos en el espejo; reconocer que todavía nos queda un largo camino para superar nuestras propias divisiones, comunicar de manera eficaz y coherente, eliminar las fronteras entre el sindicalismo nacional, regional y global, y movilizarnos.
Podemos estar orgullosos de nuestros avances, pero los desafíos que nos esperan son enormes. Para la IE y sus afiliados, asumiendo su papel tanto educativo como sindical, es necesario apoyarse si se quiere superar los logros históricos considerables para construir una educación y un sindicalismo más fuertes y más globales.
A nivel de la Agrupación Global Unions, necesitamos continuar manteniendo nuestras identidades y características especiales. Pero tenemos además que aprender a combinar de manera más eficaz la riqueza de las tradiciones y la experiencia que pueden encontrarse en distintos sectores y ocupaciones para aportarnos un poder colectivo superior al que poseemos individualmente.
No obstante, para todos los miembros de la Agrupación Global Unions, pese a la importancia que reviste una mejor coordinación, ésta no es suficiente para globalizar la justicia social. Necesitamos combinar la fuerza de nuestros argumentos con los argumentos de nuestra fuerza.
Si queremos contar con una palanca sindical con la que podamos mover el mundo, tendremos que construirla por medio de la movilización de los miembros de los sindicatos afiliados nacionales.
La coordinación nacional-internacional es el único medio mediante el cual podremos obtener un cambio real de la escala necesaria. Eso es la auténtica organización sindical. Y no hay atajos, trucos ni artilugios que puedan reemplazarla.
Nunca tendremos los ejércitos, el capital u otros medios de que disponen nuestros contrincantes. Pero somos varios millones compartiendo valores y aspiraciones. Tenemos esa chispa de solidaridad imbuida en nuestra naturaleza misma. Y cuando se avive esa chispa, iluminará nuestro camino, alumbrando a otros, y aportando “pan, paz y libertad” a nuestro planeta.
La educación y la economía
La crisis financiera y económica que afecta a gran parte del mundo ha ido en detrimento de la reflexión sobre el papel y el futuro de la educación. Pese a que hubo un momento efímero durante el cual los líderes mundiales parecían reconocer que la educación pública constituye un medio esencial para superar la crisis y situar a las sociedades en la vía hacia un crecimiento sostenible, el péndulo se ha inclinado hacia la austeridad, los recortes y ataques, no sólo contra la idea de los servicios públicos de calidad, sino contra los propios docentes, sus derechos adquiridos y sus sindicatos.
Un clima de conflicto no es ideal para considerar de manera racional el futuro de la educación. En algunos países, los docentes tienen que luchar por su supervivencia y a los Gobiernos, con o sin razón, les entra el pánico ante las presiones de los mercados financieros (por ejemplo, a través de las agencias de calificación) y las instituciones gubernamentales para que recorten presupuestos.
Como dijo el filósofo y estadista irlandés, Edmund Burke, “No hay pasión que despoje tan eficazmente a la mente de todo su poder de actuar y razonar como el miedo”. En demasiados países, el espacio para mantener discusiones inteligentes o incluso una comunicación cordial sobre el futuro está acaparado por el miedo. Así pues, en el clima actual constituye un reto restaurar un diálogo civilizado y substancial sobre la educación.
La crisis es mucho más que económica, y no se inició con el colapso de los mercados financieros. De hecho, está vinculada a una crisis de valores que data de antes, y cuyos efectos van mucho más allá de la educación.
Incluye, a nivel político, algunas tendencias peligrosas e irresponsables, como el papel preponderante de actores del sector privado a la hora de elaborar e influir en la política pública.
La disponibilidad de enormes sumas para rescatar a actores financieros irresponsables, frente a la escasez de recursos disponibles para gastos que redundan en el interés público resulta chocante. Pero es la consecuencia lógica de una tendencia que viene observándose desde hace varias décadas de favorecer poderosos intereses privados por encima del bien público.