La unión hace la fuerza
La IE, junto con otros sindicatos globales, ha apoyado un número de medidas para combatir la crisis y ha trabajado conjuntamente para influir en el G20, el FMI, el Banco Mundial, la OIT, y la OCDE entre otros. Entre las propuestas de los Sindicatos Globales se encuentran las siguientes:
- Regulación global de los mercados financieros para reducir su papel dominante en la economía global y devolverles a su función de apoyo de la economía real y de la inversión productiva;
- Una amplia gama de acciones urgentes encaminadas a la creación de empleo y la recuperación centrados en el desempleo juvenil, y así poder crear puestos de trabajo estables y de calidad;
- Acciones encaminadas a la creación de empleo que incluyan una educación y formación de calidad, para garantizar así buenos trabajos a las generaciones futuras- una herramienta clave en la lucha contra la pobreza y la desigualdad;
- Dar respuestas a los desafíos derivados del cambio climático de forma que tengan un impacto real y demostrable sobre las emisiones de carbono, que creen empleos ecológicos y que refuercen una sostenibilidad social;
- Imponer impuestos justos que recauden mayores ingresos de los grupos con mayor capacidad adquisitiva y de las grandes empresas, luchen contra el fraude, la evasión fiscal, cierren los vacíos legales y terminen con los paraísos fiscales.
- El Impuesto a las Transacciones Financieras, una medida que no sólo generaría ingresos, sino que también dificultaría las transacciones financieras rápidas, haciendo que los mercados financieros sean más estables y menos peligrosos;
- Oponerse a las medidas de austeridad y mantener la relevancia y la credibilidad de los gobiernos en materia de economía;
- Respaldar los servicios públicos de calidad como un importante medio para superar la crisis, pero también como una forma de mantener las sociedades, construir la democracia y mejorar la calidad de vida.
Los servicios públicos de calidad son una de las principales prioridades de los Agrupación Global Unions. Éstos no sólo encarnan la resistencia a los programas gubernamentales de austeridad, sino que también dan pie a campañas que crean un respaldo social a los servicios gubernamentales que mejoran y aportan un valor añadido a la sociedad de como el sector privado no puede conseguir. Los valores de los servicios públicos son fundamentales en sociedades dignas; sociedades que se sustentan en los valores y no solamente en los precios.
Una educación de calidad gratuita y un sindicalismo libre están, hoy y siempre, entrelazados. Nos encontramos ante una gran lucha. Los sindicatos a nivel nacional y global están luchando contra poderosas fuerzas decididas a defender su control y sus privilegios, pero nunca se debe subestimar el poder de las obras nacidas de la solidaridad.
Nuestra labor a nivel nacional, regional y global está unida. El progreso a nivel nacional depende cada vez más de las decisiones y coacciones a nivel regional o global, y los cambios a nivel regional y global no tendrán lugar sin las acciones a nivel nacional. En esta combinación, los sindicatos de la enseñanza son un elemento clave. Juntos, si fortalecemos nuestras coaliciones sindicales y cooperamos de forma efectiva con otros para movilizar y ejercer presión, podemos cambiar la balanza del poder para que pesen más los valores humanos y poder así cambiar la sociedad en la que vivimos y trabajamos.
La educación de calidad sigue siendo una prioridad clave dentro del movimiento sindical para lograr la igualdad entre mujeres y hombres; para proporcionar oportunidades a los grupos que se encuentran en los márgenes de la sociedad; para la democracia, y para crear una sociedad sana y sostenible.
Las acciones a escala nacional ya no son suficientes para defender el derecho a la educación y para ensalzar las contribuciones de ésta a la sociedad. Esta lucha se ha convertido en una lucha global, y se ha convertido, por tanto, en una prioridad para los sindicatos globales, con la IE, que lidera el movimiento sindical docente, a la cabeza. Nada podría poner más en evidencia el contexto global y la dimensión de la educación que el impacto de la Gran Recesión.
Un puñado de actores del mercado financiero puso de rodillas a la economía global. Desde el final de la década de los 70, la burbuja financiera basada en una excesiva especulación se ha inflado y explotado, siendo la última explosión la que ha tenido el impacto más devastador. Los gobiernos y las instituciones globales se han comportado de forma irresponsable durante décadas al no regular los mercados financieros. No actuaron motivados por la razón o por la experiencia, sino por una fe ciega en las virtudes de las fuerzas de los mercados sin control, combinada con una presión efectiva ejercida por diversos grupos sobre los bancos y otras instituciones financieras.
Cuando golpeó la primera crisis, los sindicatos globales dieron la bienvenida a la aparente buena disposición de los líderes mundiales y de las instituciones – como el FMI y la OCDE – para examinar los fundamentos de la economía global y actuar para garantizar que la historia no se repitiese. Uno tenía la impresión de que la idea de que los mercados financieros deberían servir a la economía real, y no al revés, había sido redescubierta. Afortunadamente, el impacto de la crisis no ha sido el mismo en todos los países. Algunas economías emergentes que habían seguido diferentes políticas, como Brasil o Argentina, lo han hecho relativamente mejor que otros países europeos y de la OCDE. Aún así, la crisis nos concierne a todos/as y su impacto está lejos de haber finalizado.
Aunque puede ser cierto que un oportuno rescate de los bancos evito una depresión global, el coste ha sido muy elevado; además, la acción no fue combinada con medidas adecuadas para regular los mercados financieros y evitar una segunda crisis, y se hizo muy poco para luchar contra el creciente desempleo.
Crisis y polarización
Hemos entrado en una segunda fase de la crisis en la que los actores del mercado financiero, incluidos bancos y agencias de calificación como Standard and Poors y Moodys, están de vuelta y ocupan, una vez más, el asiento del conductor, y además, están imponiendo limites estrictos a los gobiernos, algo que no se imponen a ellos mismos. Se trata de castigar a los gobiernos por gastar dinero, incluidos los grandes desembolsos destinados a rescatar a los bancos, y esta conducta, en efecto, está obligando a más rescates.
La segunda fase de la crisis dio comienzo cuando los gobiernos, de repente, decidieron que el gasto público y los servicios, tan recientemente considerados como parte de la solución de la crisis, debían ser bruscamente recortados. El gasto esencial para mantener y mejorar los servicios públicos, para crear empleo y para ayudar a mantener la ya agonizante protección social fue recortado. Un clima de pánico había desplazado a un liderazgo político responsable.
Por el lado de los ingresos, el creciente desempleo ha rebajado drásticamente los ingresos fiscales y el incremento en los impuestos ha sido escaso, incluso para ciudadanos y empresas más privilegiadas, disminuyendo las contribuciones en las últimas décadas. Los estudios de la FMI, la OIT y la OCDE muestran que la creciente desigualdad no es solamente un problema social, sino también un problema económico. Estos estudios también muestran que los servicios públicos contribuyen a la igualdad y ponen de relieve el papel de la educación como un factor que favorece la igualdad.