Como hija de persona refugiada, me inculcaron la educación como una necesidad. “ Es importante que recibas una buena educación", rezaba el mantra de mi padre. Y es que a mi padre le negaron ese derecho y, aunque hablaba siete idiomas, apenas sabía leer uno de ellos. Mi padre veía la educación como una forma de encontrarle propósito a la vida y escapar de la pobreza de su infancia. De hecho, a lo largo de su vida adulta tuvo dificultades para conseguir y mantener sus empleos porque nunca tuvo la oportunidad de ir a la escuela.
En educación, lo que importa en el aula son las personas responsables de formarnos. En efecto, la investigación ha demostrado que impartir una enseñanza de alta calidad es beneficioso para el alumnado. Sin embargo, no basta con exigir que los educadores y educadoras reciban una formación eficaz y de calidad: necesitan tener acceso a buenos materiales didácticos y a investigaciones actualizadas que les sirvan de base para sus enseñanzas. ¿Cuál es el problema? Las legislaciones sobre derechos de autor parecen querer entorpecer ese acceso y, en el caso de algunos países en vías de desarrollo, incluso impedirlo.
Nuestra investigación muestra que, en Fiyi y Filipinas, los educadores y educadoras han tenido que introducir tantas excepciones a su ley de derechos de autor que actualmente resulta absurda. Si bien su intención de base siempre es cumplirla, se encuentran con que, a la hora de decidir de dónde sacar los materiales didácticos, les es más fácil eludirla que respetarla. Es decir, si quieren interpretar la ley de derechos de autor a rajatabla, está plagada de sinsentidos.
Comprender la legislación sobre derechos de autor es competencia de los abogados y abogadas especializados en propiedad intelectual, de las personas que tienen la titularidad de esos derechos o de las personas profesionales que se dedican a la edición. Es decir, no es realista esperar que las personas docentes sepan lo que es una "copia" a efectos de la ley de derechos de autor. En efecto, nuestra investigación demuestra que la mayoría de los educadores y educadoras a quienes preguntamos, están utilizando regularmente material protegido por derechos de autor sin saber que están infringiendo la ley. Lo utilizan en sus presentaciones, en fichas y en sus aulas como material didáctico complementario. ¿Por qué iban a pensar que lo están haciendo mal? Con libros de texto obsoletos y pocos materiales didácticos adecuados, buscar material en Internet (su lugar de referencia) no solo les resulta la mejor opción, sino también la más fácil.
Se supone que una licencia creative commons (o alguna versión de ella) debería ofrecer a las instituciones educativas cierto alivio frente a las infracciones de derechos de autor. Sin embargo, incluso esto es poco realista para muchos países porque hay que comprarla (y normalmente en dólares estadounidenses). De hecho, las instituciones educativas de los países en vías de desarrollo a menudo se ven apuradas a la hora de intentar satisfacer las necesidades de sus grandes poblaciones de estudiantes con sus pequeños presupuestos. No es de extrañar, pues, que la mayoría de las personas a las que encuestamos no conocieran la licencia creative commons, aun tener que proporcionar material didáctico a clases numerosas (muchos sujetos de los que participaron en nuestra investigación tenían más de treinta participantes en el aula).
Incluso las instituciones educativas de los países ricos tienen problemas con el coste de las licencias de derechos de autor. Si las universidades de alto nivel de EE.UU. están cancelando suscripciones con editoriales comerciales, ¿qué esperanza hay para los países con economías en desarrollo? Sus recursos financieros son más limitados, tienen menos poder de negociación frente a las editoriales comerciales y, si no pueden utilizar materiales protegidos por derechos de autor, se les niega el acceso a materiales actualizados y a la investigación crítica. A la luz de esta situación, inevitablemente, muchas de las personas encuestadas consideraban que el coste de los materiales era caro e inasequible y perdían la esperanza de poder costeárselos.
La tecnología e Internet, por otra parte, han facilitado la búsqueda de material didáctico. Así lo demostraron los profesionales de la educación que participaron en nuestra investigación, que se habían acostumbrado a obtener materiales de diversas fuentes digitales y, siempre que hicieran referencia a ellos, creían que no estaban infringiendo la ley. Nuestros resultados sugieren que es poco probable que esta mentalidad cambie, incluso recibiendo formación sobre derechos de autor, porque aunque a nuestras personas encuestadas estaban de acuerdo con la idea de cumplir la ley, la realidad es que no tienen recursos para pagar por ello.
La aplicación de los derechos de autor, desfavorable contra las personas docentes, especialmente en los países en vías de desarrollo, debería preocupar a todo el mundo. Tal y como hemos visto, en Filipinas y Fiyi, las excepciones a la ley de derechos de autor son complejas y difíciles de manejar para los educadores y educadoras. Y lo que es peor, impiden al personal docente alcanzar la excelencia didáctica, ya que no pueden utilizar y compartir los materiales que necesitan. En este estudio hemos descubierto que para la mayoría de profesionales de la educación de Fiyi y Filipinas, el temor a cometer infracciones ronda siempre en sus cabezas. Se trata de un tema con el que las y los docentes están en contacto diario: la mayoría de los materiales que se encuentran en línea —libros de texto o cuadernos de ejercicios—, están protegidos por leyes de derechos de autor. Así pues, utilizar materiales, compartirlos con el alumnado o utilizar la experiencia de otros docentes en otros entornos educativos es casi imposible de hacer legalmente en Fiyi y Filipinas.
Ante esta perspectiva, creemos que se deberían relajar las leyes de derechos de autor en educación y eliminarlas de nuestras aulas. Así lo demuestra nuestra investigación, que sostiene que las leyes de derechos de autor y sus excepciones están resultando inviables y obsoletas en el sector de la educación. El sueño de mi padre de que sus hijos e hijas tuvieran la educación que él nunca tuvo se ha hecho realidad: mis hermanos y yo tenemos buenos trabajos gracias a que nuestro padre dio importancia a la educación. Sin embargo, si queremos que el resto de alumnos y alumnas tenga el mismo acceso a la educación donde sea que residan, es esencial que las leyes de derechos de autor que tenemos actualmente en el sector de la educación cambien.
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