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Istock/Drazen Zigic
Istock/Drazen Zigic

Más de 130 países se comprometieron a dar prioridad a la educación en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de las Naciones Unidas, que reunió a líderes mundiales el pasado mes de septiembre en Nueva York.

Entre los numerosos compromisos para transformar la educación adoptados en las Declaraciones Nacionales de Compromiso de la Cumbre, el 80% de los países destacó uno o más aspectos relativos al aprendizaje digital. Dos tercios asumieron compromisos financieros para universalizar la conectividad a Internet y ampliar el acceso a dispositivos tecnológicos. Los países en los que la brecha de acceso representa un reto financiero importante también se comprometieron a “establecer alianzas público-privadas con los proveedores de tecnología o a fortalecer las ya existentes”.

“Tecnología no equivale a innovación. La fuente para una innovación efectiva en la educación es la propia profesión docente. Esto quedó demostrado durante la pandemia.”

En esta carrera por difundir la tecnología como solución a la crisis de la educación, brillaron por su ausencia los compromisos destinados a aumentar la inversión en la profesión docente. Apenas se tomaron medidas para hacer frente a la alarmante escasez de docentes. Nunca transformaremos realmente la educación si su financiación se destina a las empresas de tecnología educativa con la vana esperanza de que las nuevas tecnologías proporcionen una “solución mágica” a la educación de calidad, en lugar de invertir en el profesorado para hacer realidad el derecho que tiene cada estudiante de contar con docentes formados y cualificados.

El dilema del aprendizaje digital

Con la propagación de la COVID, millones de docentes se convirtieron en usuarios habituales de diversos dispositivos y programas informáticos para seguir impartiendo educación a su alumnado. Sin embargo, el impacto del uso de la tecnología de la educación a gran escala apenas ha sido evaluado o regulado, y sus posibles beneficios para la enseñanza y el aprendizaje siguen sin estar demostrados.

Existe una creciente necesidad de explorar y evaluar la forma en que se utilizan las tecnologías digitales en los distintos contextos, así como el impacto que tiene su uso en la libertad académica, el bienestar del profesorado, las condiciones de empleo, la calidad de la educación, la gobernanza de los datos y la privacidad de los mismos. Asimismo, una investigación realizada por la Internacional de la Educación pone de manifiesto que el uso creciente y generalizado de la tecnología contribuye a aumentar el agotamiento del profesorado, y que éste exige que sus contratos contemplen la cantidad abrumadora de horas que dedican a trabajar en línea.

Ante el creciente protagonismo que tienen las grandes empresas tecnológicas en el ámbito de la educación, lo cual introduce motivaciones privadas con fines de lucro en la enseñanza pública, existe también una creciente necesidad de diseñar e implantar cuidadosamente el uso de la tecnología para apoyar a las personas que se encuentran en una situación de mayor marginación. De lo contrario, se producirá una nueva forma de desigualdad digital que quedará profundamente arraigada en nuestros sistemas educativos. Además, los gobiernos deben ir más allá de los enfoques que tienen las corporaciones con respecto a la educación y que están orientados a los datos. La recopilación de datos y la investigación relacionadas con la huella digital del profesorado y del alumnado debe respetar su privacidad y cumplir las normas éticas más estrictas. En este sentido, es esencial financiar y desarrollar una infraestructura alternativa para la educación digital, de código abierto, que no dependa de la recopilación significativa de datos.

Tenemos que dejar de lado las anécdotas y el marketing, y hablar del camino y el potencial real que tiene la tecnología educativa en nuestras aulas. El potencial de las tecnologías de la educación para mejorar la enseñanza y el aprendizaje es ciertamente enorme, siempre y cuando no perdamos de vista nuestro objetivo último: una educación pública, gratuita y de calidad, de acceso universal.

La transformación comienza con el profesorado

Tecnología no equivale a innovación. La fuente para una innovación efectiva en la educación es la propia profesión docente. Esto quedó demostrado durante la pandemia. Hay que seguir desarrollando una cultura de innovación basada en la colaboración. Necesitamos comunidades educativas fuertes que prosperen en un marco colectivo. El uso de la tecnología de la educación solo podrá ser innovador en la misma medida en que lo sea la comunidad educativa en la que se implante.

También es necesario abordar la falta de estructuras y procesos para evaluar la eficacia de las tecnologías digitales en la educación. Las y los docentes deberían poder participar en esta evaluación compartiendo sus experiencias y experimentando con los diferentes tipos de tecnología, incluyendo la analógica y otras tecnologías de uso generalizado. Sin embargo, el 45% de las personas que respondieron a la encuesta realizada por la Internacional de la Educación entre los sindicatos de la educación de todo el mundo afirmaron que no se les consultaba en absoluto con respecto a la selección de las tecnologías de la educación.

Los sindicatos de la educación tienen un papel fundamental que desempeñar a la hora de catalizar las conversaciones en torno al aprendizaje digital y la inserción de la tecnología de la educación en la práctica pedagógica. Solo cuando el profesorado y sus organizaciones colectivas formen parte del proceso de toma de decisiones en materia de tecnología, esta funcionará en apoyo de una enseñanza de calidad.

Para conseguirlo, cada docente debe ser valorado como profesional indispensable que ocupa un lugar central en la educación. El objetivo de garantizar la equidad en la tecnología que utilizamos debe ser evidente y firme, para cada estudiante, en todas partes. Así es como hacemos realidad la transformación. La verdadera transformación requiere que los gobiernos se ocupen decididamente de la escasez mundial de docentes y que hagan que la profesión docente sea más atractiva, gracias a unas condiciones de trabajo decentes y a la mejora de la situación de quienes la ejercen.

Hacemos un llamamiento a todos los gobiernos para que intensifiquen sus esfuerzos y cumplan con la parte que les corresponde: les pedimos que inviertan en el profesorado. Que impliquen, confíen y respeten a la profesión docente. Se deben potenciar las ideas innovadoras, no la distribución de tecnología. El profesorado, no las computadoras, son el corazón palpitante de la educación.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.