El fracaso de la gobernanza y la incapacidad de hacer frente a crisis que se solapan han paralizado el Líbano. Toda una generación corre el riesgo de no poder acceder a oportunidades en la vida debido al colapso del sistema educativo.
La población del Líbano vive una pesadilla. Ha sufrido múltiples crisis, entre ellas una explosión enorme en el puerto de Beirut, un colapso económico y una respuesta débil a la pandemia de COVID-19. La libra libanesa ha perdido el 90% de su valor y la tasa de inflación anual del país es elevada y está fuera de control.
Frente a esta catástrofe, los partidos políticos y las instituciones han fallado a la población y han perdido su credibilidad. Hay un estancamiento político y la inestabilidad va en aumento.
Unos 700.000 niños y niñas, un tercio de la población en edad escolar, no cursaron sus estudios el año pasado. Los 1,3 millones de niños y niñas matriculados recibieron pocas clases (se estima que 11 semanas como máximo) durante los cierres prolongados de escuelas. Los cierres obedecieron a una combinación de protestas contra el Gobierno, medidas de confinamiento por la COVID-19 y la explosión en el puerto de Beirut, que causó daños en 163 escuelas.
Una crisis para el profesorado y las escuelas
Más del 80% de la población se ha visto empujado a una situación de pobreza extrema y dificultades económicas. Aquellos que disponen de los medios para huir del país lo hacen. La crisis social y económica en el Líbano se está convirtiendo en un desastre educativo en el que los niños y las niñas vulnerables corren el peligro de no regresar nunca a la escuela.
El malestar y la inestabilidad que afectan a las escuelas incluyeron las protestas civiles de 2019 y varias huelgas de docentes provocadas por el impago o el pago tardío de salarios. El cuerpo docente y sus sindicatos denunciaron que el deterioro de la calidad de la educación supone una amenaza grave para el futuro del Líbano.
La mayoría de las escuelas públicas del Líbano permanecen cerradas porque el personal docente exige salarios más altos. Quieren ganar un salario digno.
Los docentes y las docentes tratan de lidiar con su dura realidad. Muchos de ellos comparten el vehículo porque no pueden permitirse la gasolina. Algunos compran suministros escolares para garantizar que el alumnado tiene material mínimo para el aprendizaje. Sin embargo, ya no pueden permitírselo.
Hay escasez de docentes porque el Gobierno no destina recursos al personal docente ni contrata. Muchos estudiantes asistían a escuelas privadas antes de la crisis. Sin embargo, muchas familias libanesas que ya no pueden pagar la enseñanza privada están matriculando a sus hijos e hijas en escuelas públicas. Esto sobrecarga las escuelas del sistema público, que ya se encontraban en dificultades.
La brecha digital acentúa otras desigualdades. Durante los confinamientos, las organizaciones miembros libanesas de la Internacional de la Educación señalaron que el aprendizaje a distancia era inaccesible para los niños y las niñas que no disponían de dispositivos, conexión a Internet o suministro eléctrico estable. Han hecho hincapié en las repercusiones trágicas de las crisis. Además del cierre educativo, el trabajo infantil ha aumentado y se ha obligado a las niñas a casarse. Los más afectados son los niños y las niñas más pobres y los numerosos refugiados en el país.
El Gobierno libanés abandona a las escuelas, el profesorado y el alumnado durante las crisis graves, lo que exacerba las desigualdades entre los pocos que aún pueden permitirse pagar escuelas privadas y los muchos que no.
La comunidad internacional debe responder
Los dirigentes y las dirigentes del Líbano deben hacer frente a esta catástrofe. Al mismo tiempo, existe la necesidad urgente de que la comunidad internacional ayude a salvar la educación en el Líbano para garantizar el futuro del país. Para ello, se necesita una respuesta de “todos manos a la obra” del Gobierno, los donantes y las Naciones Unidas para evitar un desastre para los niños y las niñas y el país.
Se debe reforzar el sistema educativo, en particular mediante la creación de un marco institucional de apoyo para las negociaciones y el diálogo social de buena fe.
La población está harta de la corrupción endémica, las restricciones a los derechos humanos, incluidos los derechos sindicales, y el acceso no equitativo a la protección social. Esto ocurre en todos los sectores.
La Internacional de la Educación insta al Gobierno y a la comunidad internacional de donantes a tratar de reducir al mínimo las repercusiones económicas para los niños y las niñas, el profesorado y las escuelas.
A fin de evitar la inacción, los retrasos y la corrupción del Gobierno, los miembros de la Internacional de la Educación recomiendan que los donantes internacionales procuren hacer llegar las ayudas directamente a las escuelas, el profesorado y los padres para asegurar que todos los niños y las niñas del país pueden asistir a la escuela.
Las circunstancias trágicas y excepcionales en el Líbano están privando a los niños y las niñas de su derecho a la educación. La situación desesperada del sistema educativo está causando daños incalculables a esta generación y a la comunidad en su conjunto. Estas circunstancias extraordinarias requieren urgentemente la solidaridad mundial para que las personas jóvenes libanesas y refugiadas puedan tener esperanza para el futuro.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.