El 5 de julio de 2021, justo cuando las escuelas, los centros de formación del profesorado y las universidades inglesas se preparaban para el cierre anual del verano tras un año particularmente largo y difícil marcado por la pandemia de la COVID-19 y una sucesión de períodos de confinamiento mal organizados por el Gobierno, el ministerio de Educación ( Department for Education, DfE) publicó su informe sobre la formación inicial docente ( Initial Teacher Training, ITT). Con el título de Market Review of Initial Teacher Training, este inventario prometía un replanteamiento radical del programa de formación inicial docente. Las propuestas de reforma fueron rápidamente descritas como un “cañonazo” capaz de poner en riesgo el número de docentes disponibles. El sector comparte esta opinión.
Las razones que justifican semejante marea de oposición son muchas, y fundadas. La Revisión, en su forma actual, llevan como lastre importantes lagunas democráticas en lo que se refiere a su proceso, y una comprensión insuficiente de lo que constituye una formación de calidad para el profesorado. Y si por un instante se tienen dudas sobre la dimensión de las enormes inquietudes que ha despertado, esta lista no tardará en disiparlas. Cada vez que se abre un enlace aparecen los mismos argumentos: esta Revisión forma parte de un planteamiento ideológico, está mal diseñada, mal documentada, es onerosa y su resultado será una oferta de formación inicial docente de poca calidad y estandarizada. No es de extrañar que la aguja del barómetro de la formación inicial docente se incline hacia la izquierda indicando nada menos que un tifón en ciernes.
¿En qué consisten exactamente estos déficits democráticos y por qué son importantes?
Todo responsable político eficaz sabe que para que una política tenga alguna posibilidad de éxito, lo primero que debe hacerse es garantizar un determinado nivel de representación en el Grupo Consultivo de Expertos/as. Después de todo, vivimos en una democracia. Gran parte del sector, incluidos muchos de los mayores prestatarios, simplemente estaban subrepresentados en el Grupo Consultivo de Expertos/as. Al mismo tiempo, se invitó a un grupo reducido y no representativo de prestatarios de formación inicial, en su mayoría recién llegados al mercado (Ark, Teach First y Arthur Terry Learning Partnership) para que pusieran en común sus conocimientos. Este es el primer déficit democrático.
Todo responsable político eficaz también es consciente de las diversas lagunas que surgen en materia de responsabilidad cuando los espacios de consulta se reducen considerablemente, o cuando el período de consulta elegido limita de forma efectiva una participación adecuada. Las democracias dependen de la participación. Reducir a la mitad el período de consulta de 12 a 6 semanas, e iniciar dicha consulta cuando las escuelas, los prestatarios y universidades estaban de vacaciones de verano, tiene como efecto restringir la participación. Este es el segundo déficit democrático. ¿Percibe cómo va subiendo el barómetro? Yo sí.
Ahora, para quedar bien, proclamar a los cuatro vientos que se está totalmente dispuesto a consultar y a “escuchar” a los diferentes grupos que se han sentido tan alarmados ante las recomendaciones de la Revisión que han hecho públicos sus documentos de consulta y sus preocupaciones en relación con la concertación. Algunos funcionarios en “modo concertación" replican reiteradamente que el sector ha "malinterpretado" deliberadamente el informe y que necesita “aclararse”. ¿Aclararse? Pareciera que “aclararse”, en este caso, significa aceptar que lo que se está leyendo en una página no significa realmente lo que está escrito allí. Entramos de lleno en el territorio de Alicia en el país de las maravillas donde las cosas no son lo que parecen. ¿Qué quieren decir exactamente con esto, nos preguntamos en las distintas reuniones (nosotros que creíamos saber leer y escribir en inglés)? Este es el tercer déficit democrático, porque se nos pide suscribir palabras que aparentemente significan otra cosa. Todos conocemos el mundo de Alicia: ¡el Sombrerero Loco, la Reina Roja, la Liebre de Marzo! ¡La aguja del barómetro no deja de seguir inclinándose a medida que nuestra frustración crece ante el sentido que se ha atribuido a la consulta!
Para colmo, negar la existencia de un muro de oposición solidario y difundir el rumor, sobre todo en las redes sociales, las cuales rara vez se preocupan por examinar con detenimiento las pruebas y los hechos, de que se trata tan solo de un ataque de histeria por parte de unas pocas instituciones que acabarán por recapacitar. El suyo es un viejo truco: intentar reducir la oposición a uno o dos elementos desestabilizadores y poner en cuestión sus intenciones. En todo caso, ¡esta situación tiene poco que ver con la democracia y es una táctica intimidatoria que hace subir el barómetro de la formación inicial docente de forma inequívoca!
¿Por qué es importante? Porque como argumenté la semana pasada, está en juego el futuro de gran parte de la excelente oferta de formación inicial del profesorado, y con ello el derecho de todo alumno y alumna a un profesorado de calidad. Por supuesto, nunca se ha pretendido que la política fuera un camino de rosas, pero aquí se trata de un derecho humano fundamental. El derecho a una educación de calidad, por un lado, y el derecho a un gobierno responsable y no temerario cuyo derecho legítimo a gobernar emana de sus ciudadanos y ciudadanas, por otro. El rumor que se escucha rugir ahora es el de sus ciudadanos y ciudadanas. Escuchar la marea de oposición sería sin duda el primer paso, y el segundo, definir un camino a seguir que sea a la vez democrático, inclusivo, imaginativo e informado.
¿Tormenta en un vaso de agua? De ningún modo. Se está gestando una tormenta, y los nubarrones amenazantes que aparecen en el horizonte no pueden ni deben ser ignorados.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.