El brote de la pandemia de la COVID-19 ha cambiado las vidas de los docentes, estudiantes y padres y madres de mi país de una forma muy rápida y repentina. La percepción de nuestro sistema educativo ha dado un giro de 180 grados. Así, surgen un par de preguntas: ¿Cómo será la gestión del sistema educativo checo y en qué medida cambiará el futuro de la educación en nuestro país?
Sin duda, cada estudiante, docente, padre y madre lo lleva de forma distinta. Eso no es malo; se trata de una reacción normal ante una situación de este tipo. Todos hemos cambiado nuestra forma de pensar y nuestros hábitos de un día para otro, literalmente. Los profesores se vieron obligados a empezar a planteárselo todo de otra forma, a contemplar lo que sucede desde muchos puntos de vista y, ahora más que nunca, a salir de su zona de confort. Nadie estaba preparado para esta situación, pero observo que, en el caso de los docentes de mi país, la mayoría de mis compañeros lo están haciendo fenomenal y me siento orgulloso de ellos. Sin indicación alguna por parte del ministerio, sin instrucciones ni decretos coherentes, los centros escolares establecieron sus propias normas en cuestión de horas. Tuvieron la oportunidad de liberar su lado creativo y surgieron ideas para dar respuesta a este nuevo panorama.
A los docentes también se les plantearon varias cuestiones: ¿Cómo podían continuar con el proceso educativo? ¿Quién podía ayudarles y cómo? Si estaban solos, ¿de qué forma podían arreglárselas? Nunca habían vivido algo similar. ¿Tiene sentido en realidad seguir dando clase? ¿Se puede enseñar sin un contacto diario con los niños? La respuesta fue clara: ¡Por supuesto! ¡Hay que seguir adelante! Así que los docentes se propusieron no dejar a sus alumnos en la estacada. Dieron por hecho que los niños necesitaban a alguien que los guiara, les transmitiera confianza y les propusiera objetivos; todo esto en un contexto en el que los medios de comunicación no informaban con claridad, provocaban el pánico, difundían informes con datos exagerados y asustaban a los niños a través de las noticias, hecho que generó poco a poco estados depresivos, confusión y dificultad para saber cómo actuar, cómo entender lo fundamental y cómo mantenerse a salvo. Por eso, los docentes unieron fuerzas y empezaron a trabajar en equipo inmediatamente, comunicándose por medios digitales con los niños, cada uno a su manera. Lo que aprendieran los niños no era demasiado importante, ni lo es lo que aprendan; lo básico es comunicarse con ellos, no sobrecargarlos con tareas, sino motivarlos para trabajar, entretenerlos…
Tengo claro que esta situación cambiará el sistema educativo checo por completo.
Sin duda, el cierre de las instalaciones educativas se tradujo en angustia, confusión y frustración para los alumnos, padres, madres y docentes. Los profesores han tenido que volver a casa y enfrentarse a un desafío mayúsculo: el mundo de la enseñanza en línea. Así, han descubierto Office 365, Google Classroom, MS Forms, Google Forms, Liveworksheets, Kahoots, Quizlets, diferentes canales educativos y redes sociales vocacionales. En unas pocas horas, aprendieron su funcionamiento y empezaron a emplear enseguida estos recursos, es decir, a impartir formación por Internet. Surgieron iniciativas llenas de creatividad e innovación. Tenemos la suerte de vivir en un país donde esto es fácil; la tecnología moderna sirve de apoyo a la enseñanza en numerosas escuelas; además, docentes con diversos niveles de conocimientos tecnológicos han recurrido a ella para seguir enseñando a sus alumnos. En mi país, esta situación ha dado lugar a muchas oportunidades y estoy seguro de que los docentes seguirán adelante cuando recuperemos la “normalidad”.
Casi todos los profesores asumieron este reto y su reacción fue increíble; tanto que han creado un sistema completamente nuevo. En mi opinión, resulta evidente que las experiencias que han vivido durante la pandemia de coronavirus les servirán en el futuro. Tengo claro que tanto docentes como padres incorporarán esta experiencia a su vida y, por tanto, al propio sistema educativo. La mayoría de los profesores se han dado cuenta de que las plataformas en línea pueden ayudarles en su trabajo y que la crisis supone una oportunidad inmensa para que el sistema avance a un nuevo nivel. El proceso educativo no volverá a ser igual que antes. Los docentes se han visto inmersos en el mundo de la enseñanza por Internet y tengo claro que las consecuencias han sido positivas: sin la pandemia, este cambio habría tardado muchos años en producirse, habría sido muy caro, su efecto no sería tan amplio ni su potencial se habría explorado tanto. Además, los profesores no habrían sido conscientes de los motivos por los que era necesario cambiar sus hábitos y métodos de enseñanza ni de lo positivo que esto podría llegar a ser. Por eso, tenemos que analizar este periodo, cuando reabran los centros, en el contexto de la calidad de la educación, reflexionando sobre cómo mitigar los posibles efectos negativos de la tecnología: la protección de datos, el bienestar de docentes y estudiantes, el acceso equitativo a la educación, etc. Se trata de una oportunidad excepcional para plantearnos cómo enseñamos y elegir lo mejor de estos nuevos métodos que hemos descubierto.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.