Durante los últimos 130 años, el Primero de Mayo ha sido un día de movilización y esperanza. En este día celebramos a lxs trabajadores y al movimiento sindical, así como a la enorme diferencia que ha representado este movimiento para miles de millones de personas en todo el mundo. También es la ocasión de mirar hacia adelante con optimismo y motivación con nuestra visión común de un mundo mejor y más justo en el que primen la justicia social, la igualdad, la libertad, la prosperidad y la paz.
Este Primero de Mayo de 2020 no tiene precedentes. La pandemia del COVID-19 ha paralizado al mundo entero y, frente a esta situación, nos ha impresionado el valor unánime que reviste la solidaridad. La primera lección que hemos aprendido de esta crisis es que solo podremos superarla trabajando juntos, haciendo sacrificios para proteger a personas que nos son totalmente extrañas y que, a su vez, nos protegen.
Aun cuando esta pandemia representa una gran amenaza para la salud de millones de personas, sus consecuencias van mucho más lejos. El COVID-19 ha significado la pérdida de empleos e ingresos para muchos y una profunda ansiedad de cara al futuro para todxs. Para lxs trabajadores esenciales, la pandemia significa condiciones de trabajo peligrosas y horas extenuantes para mantener servicios básicos de los que el mundo no puede prescindir. Muchos han muerto para asegurar que otros sobrevivan. Para honrar su memoria, y por nuestro propio bien, tenemos el deber de cerciorarnos de que el mundo que emerja después de esta crisis sea mejor que el anterior.
No podemos, ni debemos, regresar a un mundo de individualismo donde el capital prime por encima de todo. El COVID-19 ha hecho visibles algunas de las desigualdades fundamentales que dominan nuestra vida cotidiana. Aun cuando millones de personas trabajan desde casa, hay cientos de millones que ven amenazados sus medios de vida. Para aquellos que tienen la suerte de trabajar, un sano equilibrio entre trabajo y vida familiar se ha convertido en un lujo. Para los más desafortunados, la elección es realmente trágica: quedarse en casa y dar prioridad a la salud, o mantener a su familia. Esta es una elección que nadie debería verse obligado a plantearse.
En la educación, el impacto de la crisis ha sido severo. Los cierres de escuelas a escala mundial han exacerbado las desigualdades existentes y han afectado desproporcionadamente a lxs más vulnerables. Con más del 90% de la población estudiantil en todo el mundo sin asistir a clases, los Gobiernos tomaron medidas para que se impartiera educación a distancia. Sin embargo, este esfuerzo está dejando atrás a muchxs estudiantes. No olvidemos que la mitad del mundo no tiene acceso a Internet y cientos de millones de seres humanos no tienen acceso a la electricidad. Incluso en los países desarrollados, millones de niños y estudiantes no pueden contar con un ordenador personal, ni siquiera con un lugar tranquilo para estudiar.
Los educadores y educadoras están trabajando incansablemente para superar esta brecha digital y brindar apoyo a todos sus estudiantes, pese a no recibir suficiente apoyo de los Gobiernos. Su movilización ha sido realmente sobresaliente. Los sindicatos de la educación se han organizado para encontrar soluciones, proporcionando materiales didácticos, alimentos e incluso capacidad de Internet móvil a los más vulnerables. Muchos han donado su salario a fondos solidarios para ayudar a sus estudiantes y comunidades. Sin embargo, a menudo los sindicatos docentes no han sido consultados en la respuesta de los gobiernos al Covid-19. Algunos gobiernos están incluso utilizando la situación de emergencia para cancelar unilateralmente los convenios colectivos existentes o para reducir salarios y beneficios.
Más allá de la respuesta inmediata a la crisis, esta experiencia ha confirmado con creces que la educación a distancia no puede reemplazar a las comunidades escolares; que las tabletas, los vídeos y las plataformas en línea no pueden reemplazar a educadores y educadoras competentes, cualificados y respaldados. A medida que la situación se estabilice y las escuelas comiencen a abrirse de nuevo, debe darse prioridad a fortalecer la educación pública gratuita y de calidad para todos, ya que es la única forma de superar las profundas desigualdades del mundo. Esto significa que es preciso apoyar a los/las docentes y a todos los trabajadores/as de la educación, respetando su autonomía profesional, trabajando con ellxs y sus sindicatos e invirtiendo en la educación pública en todos los países del mundo.
A medida que el mundo emerge lentamente de esta catástrofe, se dibuja en el horizonte una crisis económica mundial. Ahora más que nunca, es fundamental recordar que la atención médica, la educación y todos los servicios públicos se han visto paralizados por años de falta de fondos en nombre de la austeridad y la recuperación económica. Si bien las consecuencias de la austeridad son terribles en tiempos normales, han demostrado ser absolutamente devastadoras durante una crisis. A los países con altos niveles de diálogo social y fuertes contratos sociales les ha ido mucho mejor que a aquellos con trabajos precarios, servicios privatizados, paraísos fiscales y una aplastante deuda externa. Estas lecciones no pueden pasarse por alto u olvidarse una vez que finaliza la emergencia sanitaria. La austeridad debe excluirse categóricamente de cualquier plan de recuperación en el futuro.
Asimismo, debemos mantenernos firmes respecto de la democracia y nuestros valores. Muchos dirigentes autoritarios han utilizado, y continuarán utilizando, esta crisis para fortalecer su control del poder. Debemos permanecer vigilantes y asegurarnos de que los derechos humanos y sindicales, una prensa independiente y la propia noción de verdad no sean víctimas del miedo y la manipulación.
Este Primero de Mayo debemos imaginar el futuro que queremos y trabajar juntos para lograrlo. Exigirá toda nuestra movilización, organización y saber. Sin embargo, podemos contar con un enorme apoyo en todo el mundo porque se ha reconocido el papel esencial de los servicios públicos, y porque la importancia que tienen las y los trabajadores ha quedado dolorosamente demostrada para todxs. Ahora es el momento. Juntos podemos hacer de la solidaridad mundial y la justicia social el legado de esta pandemia.
David Edwards
Secretario General
Internacional de la Educación