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A medida que la pandemia de la COVID-19 continúa propagándose por todo el mundo, los educadores y educadoras están llamados a enseñar a sus estudiantes, a llegar a ellos y a consolarlos, así como a orientar a los padres desesperados. Las historias compartidas por mis compañeros y compañeras de la IE me llenan de esperanza. Estamos todos juntos en este empeño. Esta crisis la superaremos juntos.

Acabo de terminar una videollamada internacional con mis compañeros y compañeras de la Internacional de la Educación. Escuché los informes de líderes sindicales de Jamaica, Suecia, Inglaterra, Sudáfrica, Polonia, Filipinas, Baréin… Cada voz distinta de mis colegas, hablando con diferentes acentos y en diferentes lenguas, describía la misma situación desastrosa: escuelas cerrando de repente sin ningún plan previo; la capacidad de los estudiantes para acceder a las clases digitales desde su hogar exacerbando la desigualdad de oportunidades; gobiernos desorientados adivinando a ciegas el camino a seguir.

Las descripciones de esta crisis fueron inquietantemente similares en todo el mundo, pero también lo fueron las descripciones de los miembros que estos líderes representan. En todo el mundo, los docentes están llamados a enseñar a sus estudiantes, a llegar a ellos y a consolarlos, así como a orientar a los padres desesperados por conseguir que los estudiantes tengan experiencias de aprendizaje significativas en su hogar mientras todos tratamos de contener este virus mortal. Escuché historias de valientes educadoras y educadores que han hecho don de su propio tiempo y dinero para ocuparse de sus estudiantes desde una distancia segura. Escuché cómo los sindicatos de la educación grandes y pequeños están organizando a sus miembros para conectarlos digitalmente entre ellos con el fin de intercambiar ideas sobre la atención que ha de prestarse a los estudiantes con necesidades especiales. Están conectando a sus miembros digitalmente para organizarlos y que se pongan en contacto con los políticos y alcen sus voces virtuales cuando los gobiernos tomen decisiones importantes que afecten a su profesión, a sus estudiantes y a sus comunidades. Están conectando digitalmente a sus miembros para que se organicen en solidaridad con otras agrupaciones con el fin de proteger a los marginados, a los pobres y a aquellos que sufren discriminaciones.

Lo que pude escuchar entre todos esos acentos e idiomas fue orgullo. No miedo. Fue determinación, creatividad y pasión por la justicia educativa. Ver los rostros de mis compañeros y compañeras en la pantalla de mi ordenador portátil me inspiró. En la National Education Association (NEA), nuestra misión nos pide que preparemos a nuestros estudiantes para tener éxito en un mundo diverso e interdependiente. Que somos diversos es innegable y hermoso. Que somos interdependientes, no siempre es evidente. Pero ahora lo es. Esta crisis nos ha enseñado que estamos todos juntos en el mismo empeño. Que dependemos unos de otros y que juntos reforzamos nuestra solidaridad. Mis compañeras y compañeros me llenan de esperanza. Estamos todos juntos. Vamos a superar esta crisis juntos. Somos un solo mundo.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.