Arlene Inouye recibió el Premio Albert Shanker de Educación de 2024 durante el 10° Congreso Mundial de la Internacional de la Educación. En este artículo, Arlene repasa su trayectoria como activista sindical y su labor en defensa de los derechos de las personas originarias de Asia y las islas del Pacífico.
Luchar con orgullo por la justicia social y la educación pública
Para mí es todo un honor recibir el Premio Albert Shanker de Educación. Agradezco inmensamente el reconocimiento a estos 50 años de trabajo, a mi labor en la educación pública y en apoyo de la comunidad asiático-estadounidense y de las islas del Pacífico.
Me vienen a la mente dos experiencias muy instructivas. En la década de 1990, vivía en un barrio de clase baja en Los Ángeles mientras trabajaba en una organización sin ánimo de lucro que prestaba servicios a la comunidad. Era un vecindario latino al que de pronto llegaron multitud de familias refugiadas de origen camboyano y vietnamita que huían de la guerra de Indochina. Entonces puse en marcha un programa extraescolar para ayudar a los niños y las niñas de 8-12 años a adaptarse a la vida en los Estados Unidos.
Aquellos grupos de jóvenes me enseñaron lo desgarradora que fue la experiencia de escapar de su país, así como la determinación y resiliencia que mostraron sus familias ante el asesinato de familiares y lo que supone el desarraigo y la inmersión en una cultura y un país extraños. Atesoro las relaciones que surgieron entonces y que siguen vivas, la forma en que me abrieron los ojos y el corazón, y cómo ampliaron mi visión del mundo.
Como japonesa-estadounidense de tercera generación nacida y criada en Los Ángeles, en toda mi vida académica nunca me habían hablado de las personas refugiadas procedentes del sudeste asiático ni de otras realidades de la población asiático-estadounidense y de las islas del Pacífico (AAPI). Aunque mi familia estuvo encarcelada durante la Segunda Guerra Mundial, tampoco sabía hasta qué punto llegó el trauma, que incluyó la muerte de un familiar, enfermedades mentales, vergüenza y penurias económicas. Conocer la historia de la comunidad AAPI me ha aportado el marco para entender mi trabajo como parte de un legado mayor, el de su activismo y su tradición de impulsar cambios y avances. Me ha permitido establecer un vínculo más estrecho con mi familia y enorgullecerme de nuestra historia. Gran parte de mi labor actual se centra en garantizar que el alumnado del mañana tenga la posibilidad de conocerse y de conocer a sus compañeros y compañeras de clase. He tenido el privilegio de participar en la coordinación de la aportación de estudiantes y docentes al libro de texto multimedia sobre la población asiático-estadounidense y de las islas del Pacífico del Asian American Studies Center de la UCLA. Este recurso digital y gratuito, titulado Foundations and Futures [Raíces y futuros], será la recopilación de historias y perspectivas AAPI más completa publicada hasta la fecha. El libro de texto, que estará disponible en 2025, incluirá 50 capítulos redactados por especialistas y figuras académicas de la comunidad, acompañados de más de 200 unidades didácticas creadas por docentes.
Espero que gracias a este proyecto mis nietas y las nuevas generaciones no tengan que decir nunca que no aprendieron nada sobre la comunidad AAPI y que estas historias de resiliencia, empoderamiento y solidaridad derriben el mito de la minoría modélica, además de animar al alumnado a concebir un mañana lleno de oportunidades radicalmente esperanzadoras. El personal docente es una pieza clave para modelar el futuro de los Estados Unidos. Y no solo por lo que enseñan, sino también por cómo lo hacen, por quiénes protagonizan las historias que cuentan y por su decisión de inculcar habilidades de aprendizaje y un pensamiento crítico realmente transformadores.
Otra experiencia que me cambió la vida de forma inesperada fue que me eligieran para colaborar en la dirección del United Teacher Los Angeles (UTLA), el segundo sindicato más grande del país, entre 2012 y 2023. No tenía ninguna experiencia sindical previa, pero di un paso al frente porque las mujeres de la directiva del UTLA me animaron, me apoyaron y creyeron en mí. Descubrí las sinergias que surgen al formar parte de un equipo directivo que afronta la coordinación de un sindicato al tiempo que apuesta decididamente por su democratización. El 2012 fue un año difícil, en plena recesión económica y sufriendo la ofensiva de las grandes fortunas que pretendían privatizar la educación pública. El desánimo cundió entre los educadores y las educadoras, que no entendían el motivo de los ataques. Hubo que recordarles ese objetivo de la clase empresarial de privatizar uno de los últimos bastiones de una sociedad democrática, y también que el profesorado y las familias tienen el poder de resistir desde todos y cada uno de los barrios del país. El profesorado también influye en la vida de sus estudiantes cuando les enseña a tener criterio propio y a tomar decisiones que benefician a la sociedad en su conjunto. Hoy seguimos asistiendo al intento de silenciar a la comunidad educativa mediante resoluciones y leyes, el cuestionamiento de los planes de estudios o prohibiciones de libros y programas en pro de la diversidad, la equidad y la inclusión.
En 2012, no disponíamos de demasiados ejemplos de lo que puede ser un sindicato. Las organizaciones sindicales estaban muy burocratizadas y jerarquizadas, y habían asumido un enfoque de modelo de servicios para abordar los problemas laborales. Su constante declive desde la Segunda Guerra Mundial había debilitado el movimiento obrero. Ese retroceso ha pasado factura a la clase trabajadora en forma de mayores desigualdades económicas, congelaciones salariales, globalización de la mano de obra, avances tecnológicos y la predisposición de la política a favorecer a las corporaciones y los donantes ricos. El sindicato docente Chicago Teachers Union (CTU), aliado del UTLA, se destacó como modelo de organización colectiva y lucha contra los cierres de escuelas y las injusticias educativas. El CTU, dirigido por reformistas progresistas, cuestionó el statu quo y se democratizó.
En 2014, un grupo de dirigentes progresistas del UTLA diseñó el plan "Las escuelas que merece el alumnado de Los Ángeles" centrado en la justicia social, racial y educativa. Nuestra estrategia incorporaba la colaboración igualitaria con las familias y la comunidad, más apoyo académico y social al estudiantado, implicar a las bases y una lucha sin cuartel contra la privatización de la educación pública. La unión de 35 000 afiliadas y afiliados, la dirección y el personal del UTLA supuso una transformación y la creación de una infraestructura organizativa que nos preparó para la huelga de 2019. Nuestra plataforma planteó demandas por el bien común (como escuelas comunitarias, fondos de protección para inmigrantes, justicia climática y recursos adicionales para el alumnado negro históricamente discriminado) junto con reivindicaciones esenciales para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo, como la reducción del número de estudiantes por clase o el aumento de las plantillas de orientación y enfermería. El personal educativo afiliado al UTLA relató cómo vivimos la huelga en el documental independiente When We Fight, que se ha traducido a varios idiomas y ha servido como herramienta organizativa. Este año se estrenará la segunda parte.
El UTLA no ha dejado de evolucionar. En 2020, el sindicato eligió por primera vez a una mujer de color como presidenta y, en 2023, conseguimos una increíble victoria tras nuestra primera huelga solidaria con el SEIU Local 99, el sindicato del distrito escolar unificado de Los Ángeles que representa a asistentes de educación especial, chóferes de autobús, personal de cafetería y conserjes. Nuestras afiliadas y afiliados se sumaron a su huelga de tres días para subir los salarios por encima del umbral de la pobreza y defender su dignidad. Estoy orgullosa de que nuestras bases acordaran asumir riesgos personales y movilizarse con el SEIU 99 a pesar de que no existían antecedentes de acciones conjuntas y de que a menudo respaldamos a personas distintas como candidatas a las juntas escolares.
Durante los siete últimos años, el activismo de los sindicatos estadounidenses se ha extendido por todo el país, empezando por el movimiento Red for Ed, impulsado por el personal docente de los estados republicanos conservadores de Virginia Occidental, Oklahoma y Arizona, que encabezaron protestas ilegales por sus deplorables condiciones de trabajo, los salarios y la asistencia sanitaria. La plataforma organizativa y mediática Labor Notes lleva desde 1979 funcionando como altavoz para activistas que quieren revitalizar el movimiento sindical. Se han creado lazos entre redes de afiliados y afiliadas de base, líderes sindicales y activistas locales de los Estados Unidos y otros países con personas trabajadoras de distintos sindicatos, centros de trabajadores y trabajadoras, comunidades y sectores laborales para reforzar el movimiento desde abajo. Un buen ejemplo es el grupo de personal de la educación UCORE (United Caucus of Rank and File Educators), que está transformando sus sindicatos en todo el país.
Varios sindicatos estadounidenses de sectores sin una larga tradición de sindicación se están uniendo y convocando huelgas para mejorar las condiciones salariales y laborales. Amazon, Starbucks, el Servicio Postal, la hostelería, la industria del automóvil o el alumnado universitario, entre otros, están volviendo a la lucha y conquistando nuevas victorias. Para mí ha sido un privilegio colaborar como voluntaria con Labor Notes durante la última década, apoyando al personal de la educación estadounidense y a las y los dirigentes sindicales de Asia que se enfrentan a una represión cada vez más implacable.
Mi experiencia me dice que quien nos puede salvar no es la clase política ni tampoco ninguna persona concreta. Los y las 60 000 miembros, las familias, la comunidad y los sindicatos que secundaron la huelga del UTLA en 2019 me enseñaron lo que es la solidaridad, el empleo de la fuerza colectiva y la conquista de reivindicaciones laborales. Además, en estos años he aprendido que transformar los sindicatos también transforma a las personas. Ahí reside el poder.
Como profesoras y profesores de la Internacional de la Educación y representantes de países de todo el mundo, tenemos la responsabilidad de encarnar el cambio que buscamos. Nunca había sido tan vital ni tan urgente. Durante años, muchos sindicatos han malgastado su potencial aferrándose al statu quo y a las estructuras jerárquicas tradicionales. Aceptemos la vulnerabilidad de corazón, con la mente abierta, recordando que lo fundamental son nuestro alumnado y nuestros valores. Es hora de enorgullecernos de nuestra lucha por la justicia social y la educación pública.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.