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Hacia una transición justa en la educación: Una guía sindical estratégica sobre la desinversión en los combustibles fósiles

publicado 4 diciembre 2023 actualizado 21 marzo 2024
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A pesar de que cada año se bate el récord de las temperaturas "más altas jamás registradas", el mundo consume más combustibles fósiles que nunca. Como consecuencia, también aumenta la frecuencia y la intensidad de los desastres climáticos. En 2022, por ejemplo, un tercio de la superficie terrestre de Pakistán estuvo inundada durante varios meses debido a unas lluvias monzónicas sin precedentes y al deshielo de los glaciares en las regiones montañosas septentrionales del país. Afectó a 33 millones de personas, causó la muerte de más de 1700 y supuso daños económicos por valor de 15.000 millones de dólares. En Europa, 185 millones de personas sufrieron una ola de calor letal que provocó un exceso de mortalidad de 16 000 fallecimientos. Mientras tanto, entre 2013 y 2022, el promedio mundial del nivel del mar aumentó el doble de rápido que en la primera década en la que se hicieron mediciones, de 1993 a 2002. Con un ritmo de crecimiento de 4,62 mm anuales, la subida del nivel del mar se está convirtiendo en una amenaza existencial para las pequeñas naciones insulares, como Tuvalu y Vanuatu, en la región del Pacífico.

Sin embargo, como cabía esperar, la industria de los combustibles fósiles ha acumulado ganancias astronómicas en pleno caos climático. El año pasado, las cinco grandes petroleras occidentales vivieron su ejercicio más rentable hasta la fecha, con un beneficio combinado de 200.000 millones de dólares. Eso quiere decir que, mientras la gente corriente sufría el azote de fenómenos meteorológicos extremos por todo el planeta, la industria de los combustibles fósiles amasaba una fortuna en medio de una crisis de la que es responsable. Además, la industria percibió 1 billón de dólares en subvenciones, a pesar de que su modelo de negocio se basa en la destrucción planetaria.

El crecimiento ininterrumpido del sector petrolero y gasístico se debe, en parte, a una licencia social que normaliza su destructivo modelo de negocio como algo legítimo e inevitable. Esa "licencia social para operar" es clave para preservar el poder hegemónico de la industria fósil, uno de los pilares fundamentales de su bloqueo sistémico de la acción climática progresista. La educación es una herramienta básica de la que se vale la industria para perpetuar este régimen de obstrucción, que incluye el dominio corporativo de la industria energética, la interferencia política y la manipulación pedagógica. En un ejercicio de lo que se ha denominado "petropedagogía", la industria influye en el mundo educativo a través de una serie de técnicas y recursos de enseñanza, aparentemente inocuos, que reproducen las narrativas del sector de los combustibles fósiles. Por ejemplo, en los sistemas educativos de los Estados Unidos, el Reino Unido, Australia o Canadá, por citar algunos, los grupos de presión y los actores del sector fósil han sabido distribuir su propaganda en las escuelas. En la educación superior, emplean estrategias filantrópicas, como las donaciones y la financiación de investigaciones, para promover recomendaciones sobre políticas energéticas favorables a sus intereses, como las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, cuya eficacia no está demostrada. La interferencia de la industria de los combustibles fósiles en la educación es innegable. Por lo tanto, la agenda de los sindicatos educativos ha de incluir el impulso de una campaña de desinversión para liberarse de su red de influencias.

La desinversión persigue un doble objetivo: retirarle a la industria de los combustibles fósiles su licencia social para operar y poner de manifiesto que los fondos públicos y las instituciones financieras privadas deben redirigir esa financiación tan necesaria a las fuentes de energía renovables y limpias. Dado que los activos de los fondos de pensiones mundiales superaron los 21 billones de dólares en 2021, una campaña de desinversión a escala internacional tendría una repercusión notable en la industria.

Además, la desinversión en los combustibles fósiles también ofrece a los sindicatos de la educación una estrategia política de acción climática a largo plazo. Incluso con la creciente influencia de la industria del gas y el petróleo en el sector educativo, este sigue siendo un terreno fértil para la resistencia frente a la hegemonía de los combustibles fósiles. De ahí que los sindicatos de la educación puedan asumir el cometido de iniciar sus propias campañas de desinversión, no solo con el fin de cortar los lazos financieros con las entidades de combustibles fósiles, sino también como una manera de confrontar los valores neoliberales en la educación respaldados por el sector industrial, un campo de batalla tradicional del sindicalismo educativo. A continuación, se recogen varias recomendaciones sobre estrategias de desinversión fósil pensadas por, y para, los sindicatos:

Investigar dónde se están invirtiendo los fondos, entre ellos los sindicales y de pensiones.

Tomar conciencia sobre el destino de los fondos es el primer paso para cualquier campaña de desinversión. Los sindicatos pueden concienciar a su afiliación mediante un estudio detallado de sus carteras de inversión que investigue si sus fondos se están invirtiendo en industrias de combustibles fósiles, y en qué cantidad. A los resultados se les dará la máxima difusión posible entre toda la base sindical.

Presentar oportunidades de (re)inversión alternativas y sostenibles.

Toda propuesta de desinversión en los combustibles fósiles debe aportar oportunidades de reinversión alternativas y sostenibles. Los sindicatos pueden consultar a sus afiliadas y afiliados, así como a gestores de fondos fiables, sobre las posibles opciones. Además, presentar los potenciales beneficios económicos y sanitarios de una transición energética canalizada a través de la desinversión en los combustibles fósiles, como la generación de puestos de trabajo, la reducción de la contaminación y la mejora de la seguridad energética, es una forma de mostrar las ventajas a largo plazo para la base sindical y para su comunidad.

Utilizar los procesos sindicales democráticos.

El proceso democrático es clave para impulsar el diálogo sobre la desinversión. Los sindicatos pueden aprovechar congresos o asambleas generales para proponer una resolución sobre la desinversión en los combustibles fósiles que formalice los compromisos y presente un plan de acción para una transición justa. También deben plantearse consultas democráticas a los afiliados y afiliadas para abordar las preocupaciones y elaborar recomendaciones.

Capacitar a una persona que lidere la "transición justa" dentro del sindicato.

Hay que buscar, entre las bases del sindicato, a una persona experta que pueda guiar el debate sobre la desinversión en los combustibles fósiles y su importancia para la transición justa en el sector educativo. Esas personas deben recibir capacitación para dirigir las campañas relacionadas con la transición justa.

Crear un marco de debate y un argumentario sindical específico sobre la desinversión en los combustibles fósiles.

Es importante elaborar una lista de temas de debate sobre la desinversión fósil basados en hechos y datos y adaptados al contexto del sindicato, de la comunidad destinataria y del país. Además, la campaña debe incluir cursos y talleres para las personas afiliadas.

Destacar los nexos existentes entre una campaña de desinversión en los combustibles fósiles y las campañas tradicionales contra la privatización de la educación.

Para garantizar la coherencia discursiva dentro del sindicato, la desinversión en los combustibles fósiles debe vincularse a las campañas tradicionales contra la privatización. Forjar conexiones estrechas entre la transición justa, la desinversión en los combustibles fósiles y la lucha por unos sistemas educativos públicos más resilientes, solo puede generar un mayor compromiso en las bases y crear sinergias con otras campañas sindicales.

Conocer a la comunidad y tejer alianzas.

En las campañas a favor de la desinversión en los combustibles fósiles de los fondos de titularidad pública, incluyendo los de pensiones y los de jubilación, las alianzas son fundamentales. Dado que el control de los fondos públicos suele recaer en entidades de administración, asesoría y gestión, la clase trabajadora y los sindicatos tienen un poder limitado sobre las decisiones de inversión. Sin embargo, los esfuerzos coordinados de sindicatos, grupos de justicia climática, movimientos juveniles y grupos políticos aliados pueden impulsar la desinversión en los combustibles fósiles a través de la legislación, como ha sucedido en el caso del fondo de jubilación neozelandés que se ha comprometido a retirar sus inversiones en combustibles fósiles para 2050 [1]. No obstante, los movimientos sociales y la ciudadanía concienciada deben mantener la vigilancia para que estas declaraciones se lleven a la práctica de buena fe.

Reforzar la solidaridad internacional.

También es esencial fomentar la solidaridad internacional en la lucha por la desinversión en los combustibles fósiles. Mejorar la capacidad del movimiento para reclamar a gobiernos, instituciones educativas e industrias, que aseguren la cooperación internacional es primordial para resolver un problema transnacional como el cambio climático. Los sindicatos, por ejemplo, han sido una parte clave de los movimientos sociales que han participado en las negociaciones climáticas internacionales, en las que se ha debatido la cooperación multilateral en materia de financiación climática, políticas de cero emisiones netas y programas de transición justa.

Afinar las tácticas de diálogo social del sindicato en materia de acción climática.

Como movimiento social, los sindicatos disponen de una herramienta única en su arsenal para la acción climática: el diálogo social. Por lo tanto, están bien situados para relacionarse con los Gobiernos y las autoridades educativas y reclamar medidas en distintos niveles.

Nota de la autora:

Mi más sincera gratitud a estas compañeras y compañeros sindicalistas por su generosa colaboración, su asistencia a las reuniones y su contribución a las estrategias presentadas en este estudio:

Rosalia Fatiaki, AUSPS – Fiyi

Rob McCafferty, NZPPTA – Aotearoa Nueva Zelanda

Shayne Curtin, TUI – Irlanda

John McLeod, EIS – Escocia

David Hughes, AFT – EE. UU.

1. ^

Walls, J. (11 de marzo de 2019). NZ Herald. "Greenpeace reclama a SuperFund que se deshaga de sus 550 millones de dólares en acciones de empresas petroleras y gasísticas" (artículo disponible solo en inglés en: https://www.nzherald.co.nz/nz/greenpeace-is-calling-on-the-super-fund-to-divest-its-550m-of-shares-in-oil-and-gas-companies/BJBJHGD355XQWYNVV2MVRCFB7Y/)

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.