" Sabemos que mienten;
Saben que mienten;
Saben que sabemos que mienten;
Sabemos que ellos saben que nosotros sabemos que mienten;
Y, sin embargo, siguen mintiendo."
Aleksandr Isajevitsj Solzhenitsyn (1918-2008)
Un crimen de agresión
Vladimir Putin no podría haber hecho mayor justicia a la cínica observación de Solzhenitsyn. El 24 de febrero justificó su “operación militar” afirmando falsamente que en los últimos ocho años el régimen de Kiev había cometido genocidio contra los rusos étnicos en el Donbás, y que Ucrania debía ser desmilitarizada y desnazificada.
Dos días antes, el 22 de febrero, la Confederación Sindical Internacional (CSI) y la Confederación Europea de Sindicatos (CES) habían publicado en sus sitios web una declaración sobre el conflicto ruso-ucraniano pidiendo “el cese inmediato de las hostilidades y el conflicto en Ucrania oriental, así como negociaciones de buena fe para resolver la crisis en beneficio de la población”. Pedir a los dos países cesar inmediatamente las hostilidades fue tan desacertado como hubiera sido pedirlo a Alemania y Polonia el 31 de agosto de 1939, es decir, un día antes de la invasión de Polonia por Hitler. El 22 de febrero, nuestros compañeros de la CSI y la CES ya podían haberse dado cuenta de que el Sr. Putin invadiría, una vez más, Ucrania. La única interrogante consistía en saber si iba a ocupar las dos regiones rebeldes de Ucrania, Donetsk y Lugansk, o si se dirigiría directamente a Kiev para someter a todo el país. Como ahora sabemos, optó por lo segundo.
Una explicación a su improcedente declaración podría ser que los dirigentes de la CSI y la CES no querían agraviar a la mayor organización miembro rusa de la CSI, la FNPR, pero es más probable que compartieran la ingenuidad, real o fingida, de algunos políticos occidentales con respecto a las intenciones del Sr. Putin, pese a su invasión de Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y el grave deterioro de los derechos cívicos en Rusia durante su mandato.
Afortunadamente, el 25 de febrero, la CSI y la CES publicaron una segunda declaración condenando claramente el crimen de agresión del Sr. Putin.
Esto es exactamente lo que millones de personas en todo el mundo han presenciado durante las últimas dos semanas. No es una guerra entre los pueblos de Rusia y Ucrania, sino un crimen de agresión cometido por el Sr. Putin, el autócrata que parece estar viviendo en una realidad que solo existe en su mente, y creer que puede, en toda impunidad, redibujar el mapa de Europa y sacudir el orden mundial.
La guerra es cruel y terrible en sí misma. Pero cuando los civiles y la infraestructura civil son atacados y cuando las municiones de fragmentación y otros medios prohibidos de destrucción se despliegan para causar estragos y terror, la guerra se convierte en un crimen de lesa humanidad. Los cientos y miles de personas, principalmente mujeres y niños, que intentan escapar de su hogar, dan testimonio de la crueldad de la máquina de guerra del Sr. Putin. La Internacional de la Educación ha expresado su solidaridad con los sindicatos de la educación ucranianos y está prestando apoyo a estas organizaciones. El sindicato TUESWU (de trabajadores de la educación y la ciencia de Ucrania) ha pedido a su sindicato mundial que persuada a la OTAN para que cierre el cielo de su país. Han informado que en los primeros diez días de la guerra han perdido la vida más de tres mil civiles, incluyendo niños, al tiempo que se han bombardeado zonas residenciales, hospitales y escuelas en muchas partes del país. Según la Coalición Global para Proteger la Educación de Ataques (GCPEA, por sus siglas en inglés), han sido dañadas o destruidas más de 210 instalaciones educativas desde que comenzó la invasión de Ucrania, el 24 de febrero. El cierre nacional de escuelas e instituciones educativas ha afectado a toda la población en edad escolar: 5,7 millones de estudiantes entre 3 y 17 años, y más de 1,5 millones de jóvenes matriculados en instituciones de educación superior.
El dilema de la zona de exclusión aérea
La respuesta de la comunidad internacional ha sido clara y rotunda. El 2 de marzo, una sesión especial de la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución (con 141 países a favor, 5 países en contra y 35 abstenciones) exigiendo que la Federación de Rusia cese de inmediato su uso ilegal de la fuerza en Ucrania y retire todas las tropas. Una asombrosa unidad mostrada por la OTAN y los Estados miembros de la Unión Europea resultó en duras sanciones impuestas al Sr. Putin y a su entorno con el propósito de cercenar las arcas de guerra rusas. Nunca un Estado miembro de la ONU ha sido golpeado con sanciones tan severas. Sin embargo, las súplicas del Gobierno ucraniano a la OTAN para que se imponga una zona de exclusión aérea sobre su territorio fueron rechazadas. Esta negativa plantea la pregunta de saber ¿qué línea debe cruzar el Sr. Putin antes de que las democracias occidentales intervengan directamente y con fuerza? Se da como explicación que Ucrania se encuentra más allá de las fronteras de la OTAN y que una guerra con el Sr. Putin debe evitarse a toda costa. Esta respuesta débil e insatisfactoria puede fortalecer al Sr. Putin en su opinión de que puede desafiar el derecho internacional y atropellar Ucrania causando muerte y destrucción sin correr el riesgo de una respuesta militar más allá de la valiente, aunque solitaria, lucha de valerosos soldados ucranianos y voluntarios civiles.
Cabe recordar que en 1999, cuando las fuerzas armadas serbias y yugoslavas aterrorizaron a la población de habla albanesa de Kosovo, obligándola a huir de su país hacia los vecinos territorios de Macedonia y Albania, la OTAN tomó medidas fuera de sus fronteras. Llevó a cabo una campaña de bombardeo aéreo sobre Belgrado obligando al presidente serbio Milošević a retirar sus tropas de la provincia autónoma serbia. Aun cuando existen algunas similitudes notables entre la guerra ruso-ucraniana y el conflicto de Kosovo (el pretexto de Milošević para tomar medidas militares fue proteger a la minoría de habla serbia que vivía en Kosovo contra los kosovares de habla albanesa), no cabe duda de que existe una diferencia importante. El Sr. Milošević no tenía armas nucleares para intimidar al mundo.
Estallido de solidaridad
La opinión pública en los países occidentales, movida por imágenes de guerra, así como de valientes ucranianos resistiendo a la máquina de guerra del Sr. Putin, de bombardeos indiscriminados de civiles y de aproximadamente dos millones de refugiados, se volvió casi instantáneamente en contra de Rusia. Grandes manifestaciones en toda Europa y Norteamérica mostraron un estallido de solidaridad con el pueblo ucraniano.
Europa abrió sus fronteras para acoger a un gran número de refugiados. Países como Polonia y Hungría, que siempre se han mostrado reacios, y que incluso desoyen los llamamientos de la Unión Europa para abrir sus fronteras a los refugiados de Siria y otras zonas de guerra, ahora acogen a la mayor parte de los refugiados ucranianos.
Las federaciones sindicales mundiales y los sindicatos nacionales de Europa lanzaron campañas de solidaridad en apoyo de sus compañeros y compañeras en Ucrania. Se tomaron muchas otras iniciativas. Por ejemplo, el 28 de febrero, el sindicato lituano de educación y ciencia organizó una lección nacional para todas las escuelas de su país sobre la historia de Ucrania para contrarrestar las falsedades históricas utilizadas por el Sr. Putin para justificar su invasión.
Poca solidaridad se ha mostrado con los rusos que son o serán también víctimas de este conflicto. La mayoría de los rusos están en contra de la guerra, pero tienen miedo de disentir y son constantemente mal informados por los medios estatales. Los pocos medios independientes en Rusia que han publicado y transmitido información más equilibrada y precisa sobre la guerra han sido cerrados, dejando al pueblo ruso a merced de la maquinaria de propaganda del Sr. Putin. El pueblo ruso no solo sufre las sanciones financieras, sino que también se ve afectado por iniciativas privadas de boicot, algunas de las cuales son injustificadas. La prohibición para los atletas rusos de participar en los Juegos Paralímpicos, clubes de fútbol que son expulsados de la UEFA, cancelación de grupos de teatro rusos e interrupción de los programas de intercambio de estudiantes. ¿De qué sirven estas iniciativas? La rusofobia no es la respuesta. Este es un ataque del Sr. Putin a la democracia liberal de Ucrania y, en cierta medida, también es un ataque a lo que queda de la democracia rusa.
Ha habido manifestaciones contra la guerra en muchas ciudades rusas, lo que ha provocado miles de arrestos y una nueva ley que impone sentencias de 15 años por difundir información contraria a la posición del Gobierno ruso sobre la “operación militar especial” en Ucrania. Entre los rusos que se unieron para protestar contra la guerra estaban cinco mil docentes que firmaron una carta abierta dirigida al Sr. Putin en la que subrayaron:
“ La guerra con Ucrania no es nuestra guerra. La invasión de Ucrania comenzó en nombre de los ciudadanos rusos, pero en contra de nuestra voluntad. Somos docentes, y la violencia está en desacuerdo con la esencia misma de nuestra profesión. En el fragor de la guerra, van a perecer nuestros estudiantes. La guerra conducirá inevitablemente a un agravamiento de los problemas sociales de nuestro país. Apoyamos las protestas contra la guerra y exigimos un alto al fuego inmediato”.
Los promotores de esta carta abierta tuvieron que suprimirla de su sitio web “Docentes contra la guerra” después de que el Sr. Putin restringiera aún más la libertad de expresión el 4 de marzo. Estas restricciones, así como el arresto de manifestantes rusos, sin mencionar el escaneo por parte de los policías de los mensajes de texto en los teléfonos inteligentes de las personas en las calles de Moscú son los visos orwellianos de un Estado policial.
Un futuro democrático para Rusia
Los ciudadanos y ciudadanas rusos necesitan ser alentados y asistidos para proteger sus propios derechos democráticos en lugar de ser apartados, distanciándolos del resto de Europa. El movimiento sindical también debe tener en cuenta este aspecto. Los sindicatos rusos, al igual que otros sindicatos en la antigua Unión Soviética, se unieron al movimiento sindical libre internacional a principios de la década de los años noventa del siglo pasado. Aunque reconocidas como organizaciones independientes, la mayoría nunca se vio completamente libre de la injerencia gubernamental. Su independencia, en la medida en que existía, a menudo se limitaba al sector industrial que representaban. El sindicato de la educación ruso, por ejemplo, ha podido funcionar de forma independiente como sindicato profesional. Con los rasgos autocráticos del Sr. Putin afianzándose gradualmente en la “democracia guiada” de Rusia, los sindicatos han de proceder con suma cautela. Peor aún, algunos se sienten presionados a apoyar los planes de su presidente. El 24 de febrero, la confederación sindical rusa FNPR, para consternación de sus organizaciones hermanas europeas, incluso publicó una declaración respaldando la “operación militar” del Sr. Putin. Ucrania y otros miembros europeos de la CSI/CES exigieron inmediatamente que la organización rusa fuera expulsada del movimiento sindical mundial y europeo. Aunque su ira e indignación son ampliamente compartidas, estos sentimientos no deben conducir a expulsiones apresuradas. Por el contrario, deberían intensificar el diálogo con el movimiento sindical ruso, el cual representa un tremendo potencial para el cambio democrático. Pedirles hoy que hablen públicamente en contra de los crímenes de guerra de su presidente es arrojarlos a las fauces del lobo. Darles la espalda sería como perder la esperanza en un futuro democrático para Rusia en Europa.
Democracia contra autocracia
Las futuras generaciones de escolares deberán memorizar la fecha del 24 de febrero de 2022 como el día en que una democracia joven y frágil fue asaltada por un régimen autoritario conocido por su desprecio por las democracias occidentales, las cuales, según el régimen, son “débiles, caóticas y depravadas”. En la última década, el Sr. Putin ha tratado de crear la división y socavar la democracia en Europa y las Américas apoyando a partidos de extrema derecha, lanzando ataques cibernéticos, difundiendo noticias falsas y manipulando las elecciones. En un sermón sorprendente y escalofriante pronunciado el 6 de marzo, el jefe de la iglesia ortodoxa rusa, aliado del Sr. Putin, apoyó la invasión rusa. El patriarca Kirill dijo a su audiencia de Moscú que la operación militar no era menos que “la salvación de la humanidad”. Apuntó que Ucrania quería pertenecer a un club de países que apoyan los derechos de los homosexuales, por lo que se ve obligada a “pecar” y negar “a Dios y su verdad”.
La invasión rusa de Ucrania no es, por supuesto, un conflicto religioso, sino un choque entre dos sistemas políticos: democracia y autocracia, con el pueblo ucraniano en primera línea. Independientemente de su resultado, las consecuencias geopolíticas serán graves.
Tal vez, la tragedia que afecta hoy al pueblo ucraniano creará una mayor conciencia entre los ciudadanos que viven en democracia en todo el mundo sobre la vulnerabilidad de sus sistemas políticos y del imperativo de defender y proteger los valores democráticos que comparten. Este despertar, sin embargo, no solo debe expresarse aumentando los presupuestos de defensa, sino también haciendo que la vida sea mejor y más justa para todos. El peligro de las campañas de desinformación apoyadas por rusos, chinos y otros gobernantes autocráticos es que pueden convencer a las personas de que la democracia no funciona ni puede funcionar. Una saludable dosis de escepticismo es positiva. El cinismo destructivo es peligroso. Conduce a la polarización, fomenta el odio e incita a las personas a dar la espalda a la democracia. Tal vez el coraje de los ucranianos que arriesgan su vida para salvar su democracia inspire a aquellos que viven en países libres a tomarse la molestia de ir a votar y convertirse en ciudadanos activos para que las fuerzas autoritarias no roben sus democracias sin necesidad de disparar un solo tiro.
Educación y democracia
El profesorado desempeña un papel vital para desarrollar la comprensión de los valores democráticos, fomentar el pensamiento crítico y desarrollar ciudadanos y ciudadanas activos. El 8º Congreso Mundial de la IE en Bangkok hizo sonar las alarmas sobre la erosión de la democracia. Para esa ocasión, publicamos un libro basado en la experiencia de las organizaciones miembros: Sobre la educación y la democracia, 25 lecciones de la profesión docente. En el prefacio del libro, el historiador Timothy Snyder, describe sucintamente la misión democrática de la educación:
“ La democracia depende de un mundo común que todos podemos intentar comprender juntos. Si el pueblo ha de gobernar, como implica la democracia, debe ver, comprender, compartir y mejorar el mundo que le rodea.
Todo ello es posible, pero nada es automático. Ese mundo solo puede ser construido por los docentes y por las escuelas y los sindicatos que los apoyan.
Si queremos democracia tenemos que exigirla, y tenemos que ser capaces de educar a los niños que la van a concebir y remodelar”.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.