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Photo: Rafael Lopez / Flickr
Photo: Rafael Lopez / Flickr

“Movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia: paradojas de la combatividad docente”, por Laurent Frajerman.

publicado 29 septiembre 2020 actualizado 2 octubre 2020
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En Francia, como en muchos otros países, el personal docente se encuentra simultáneamente a la vanguardia del movimiento social y en un proceso de desmantelamiento, agravado por la reforma de las pensiones llevada a cabo por el gobierno francés en 2019. Pero su “sobreconflictividad” (recurso a la huelga muy superior a la media de las personas asalariadas) viene mostrando una tendencia decreciente, hasta tal punto que el declive del sindicalismo y la actividad huelguista ha dominado el panorama intelectual y mediático. El fracaso del movimiento de 2003 contra las anteriores reformas ha limitado la movilización docente: nunca antes la lucha docente había sido tan impetuosa, ni las sanciones económicas tan onerosas. Pero, fundamentalmente, la cultura huelguista ha pervivido, puesto que las condiciones de su surgimiento no han desaparecido (valores políticos progresistas, sentido del servicio público, protección estatutaria, vigencia del sindicalismo con cerca de un 25 % de afiliación…). Esto quedó patente en la gran huelga del 5 de diciembre de 2010, así como en las comitivas que han vuelto a colocar al personal docente en el candelero. Sin embargo, el movimiento fue perdiendo fuerza, lo cual demuestra que las barreras a una movilización fuerte y duradera siguen existiendo. El análisis de esta secuencia de acontecimientos resulta útil ahora que la reforma se ha suspendido a raíz de la COVID-19.

Sobreconflictividad docente confirmada

Aquella fue la huelga más exitosa desde 2003. Evidentemente, las cifras oficiales eran inferiores a la realidad y carecían de transparencia alguna: el ministerio considera que los que no pueden hacer huelga, no la secundan. En todo caso, estas cifras infravaloradas permiten apreciar cierta evolución.

Cerca del 65 % del personal docente participó en este movimiento. La movilización del 5 de diciembre de 2019 fue muy superior a la habitual y se aproximó a la tasa máxima: el 85 % del personal docente ha hecho huelga al menos una vez a lo largo de su carrera (cuestionario representativo "Militens", 3300 profesores, FSU, CERAPS Universidad de Lille, DEPP Ministerio de educación). Aunque el 30 % del cuerpo docente está acostumbrado a hacer huelga, el 40 % solo ejerce este derecho de manera ocasional. Por último, el 15 % solo hace huelga de manera excepcional. Estos últimos suelen ser de derechas y se mueven en entornos ajenos a este mundo (educación privada, familias de comerciantes o de ejecutivos de la empresa privada, etc.). El éxito del 5 de diciembre se explica por la asistencia de huelguistas frecuentes y ocasionales. Reunirlos no fue fácil: en 2015, solo la mitad del personal docente que se oponía a la reforma universitaria se movilizó contra ella. Para conseguir una huelga mayoritaria es preciso convencer al grupo intermedio, ya que está menos sensibilizado con el movimiento sindical que los huelguistas frecuentes. La particularidad de este movimiento es que arrancó con fuerza, con una huelga anunciada con más de dos meses de antelación, pero luego se redujo a los huelguistas frecuentes, aunque todos fueran conscientes de que la ocasión requería de una acción más prolongada.

El papel del movimiento sindical

Un año después de la irrupción mediática del grupo reivindicativo, aunque asindical, conocido como les stylos rouges (los bolígrafos rojos) a través de Facebook, el movimiento fue testigo de la gran vuelta del sindicalismo docente, si bien fragmentado en más de siete organizaciones, cada una con su propia historia e identidad. Las dos principales (FSU y UNSA) son herederas de la organización hegemónica hasta 1992, la Fédération de l’Education Nationale. Además, cada confederación ha optado por implantarse en este sector estratégico de las personas asalariadas. En los momentos clave, estas fuerzas se unen de manera casi sistemática, divididas entre reformistas (UNSA y CFDT, que sumaban el 24 % de las voces en 2018) y combativas (la FSU que, con el 42 %, ocupa una posición clave, y tres sindicatos activistas, principalmente el FO, con el 22 % junto a la CGT y SUD). La FSU es el organismo mayoritario, tanto en voz como en militantes.

La postura de estos bloques hacia la acción depende de su estrategia (los reformistas se inclinan por la negociación y la expresión puntual de su descontento), pero también de las decisiones de sus partidarios. La fuerza que empuja a cada sindicato son sus personas afiliadas y simpatizantes. Sin embargo, la imagen siguiente demuestra que, en los sindicatos radicales, estas personas participan frecuentemente (33 %) o regularmente (30 %) en los movimientos sociales. Así, abogar por un endurecimiento de las acciones y por la huelga renovable es coherente con sus bases (este razonamiento es aplicable a los sindicatos reformistas, cuyas bases son menos combativas). El personal docente que nunca ha estado sindicado ni muestra simpatía por ninguna organización se moviliza raramente(60 %) o se moviliza de manera ocasional (23 %). Esto viene a confirmar el papel crucial del sindicalismo en la construcción y perpetuación de la sobreconflictividad docente. Cada bloque ha desempeñado su papel: las organizaciones combativas han dirigido el movimiento con una intersindicalidad confederal (CGT, FSU, SUD et FO), mientras que los reformistas han celebrado algunas jornadas de huelga (el 5 de diciembre en el caso de la UNSA, pero no de la CFDT, lo cual provocó debates internos, y ambos el 17 de diciembre).

¿Picos semanales o huelga renovable?

Las profesiones más combativas del país son las de la educación pública y los transportes. Desde su arrogancia, el Gobierno se enfrentó a ambas simultáneamente, con unas medidas particularmente regresivas. Pero la convergencia de los huelguistas estuvo marcada por la desincronización. El personal docente suele preferir acciones cortas. Sus huelgas permiten captar la atención sin bloquear la producción. Durante meses, los movimientos docentes alternan picos y acciones de sensibilización, principalmente con los medios de comunicación y sus usuarios. Por su parte, los trabajadores y las trabajadoras del transporte combinan huelgas renovables con asambleas generales.

Al igual que en 2003, militantes radicales, ya fueran miembros de la FSU o contaran con el apoyo de las confederaciones combativas (CGT, FO y SUD), intentaron reproducir este modelo más intenso entre el personal docente. Un gran número de personal docente combativo se movilizó de manera duradera, incluso durante varios días. Las huelgas renovables les permitieron movilizar a la ciudadanía, generar una dinámica presente en el espacio local y mediático (manifestaciones en centros comerciales, ocupaciones de establecimientos, marchas con antorchas, etc.). Sin embargo, la huelga general fracasó desde el día siguiente al 5 de diciembre. Del mismo modo, la ausencia de picos semanales, reemplazados a mitad de enero por tres días consecutivos de movilización, de los cuales dos incluyeron huelgas, fue desastrosa. Así, podemos suponer que la movilización docente se vio frenada, sobre todo en el caso de los huelguistas ocasionales que no se reconocen en el marco de una lucha obrera, a su juicio demasiado radical. Este debate no pudo ser resuelto democráticamente, puesto que a las asambleas generales acuden sobre todo los más convencidos, y no se celebraron foros en Internet.

Conclusión

Este movimiento ha sido profundamente ambivalente: ¿el 5 de diciembre habrá sido un estallido aislado? ¿Los sindicatos de docentes podrán reproducirlo con una preparación minuciosa y unitaria? Movilizar a huelguistas ocasionales de manera duradera no es sencillo: quienes se niegan a participar en las huelgas tampoco se involucran en absoluto en acciones alternativas (como la manifestación de los sábados). Sin embargo, aunque un discurso fatalista legitime su falta de involucración, también revela una búsqueda de sentido. El personal docente francés lamenta la falta de eficacia de su actual lucha, pero no la rechaza de manera intrínseca. Por lo tanto, las circunstancias actuales invitan a la esperanza y a la reflexión en el sindicalismo docente, siempre que mantenga la conexión con su propia esencia.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.