El tan esperado informe PISA 2018 se publica hoy, con nuevos datos sobre el desempeño de los estudiantes y un nuevo enfoque sobre el bienestar y el desarrollo sostenible.
El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de la OCDE evalúa las competencias de los estudiantes en lectura, matemáticas y ciencia, y su capacidad para aplicar estos conocimientos. Se trata de una completa evaluación internacional de los resultados del aprendizaje de los estudiantes y de ahí su importancia tanto para los sistemas educativos como para los profesionales de la educación. En torno a 600 000 estudiantes de 79 países y economías completaron el examen en 2018, en representación de unos 32 millones de jóvenes de 15 años.
Los resultados: un análisis más allá del desempeño
Los resultados publicados hoy en París relativos a la edición de 2018 del informe evalúan la calidad y equidad de los resultados del aprendizaje logrados en todo el mundo, y permiten extraer conclusiones a partir de las políticas y prácticas aplicadas en varios países.
Según el estudio, más de diez millones de estudiantes no fueron capaces de completar incluso las tareas de lectura más básicas. En muchos países, la calidad de la educación que adquiere un estudiante todavía puede predecirse mejor por el contexto socioeconómico del estudiante o su escuela, según las conclusiones del informe. De hecho, el 10 % del alumnado más favorecido socioeconómicamente superó al 10 % de sus iguales menos favorecidos en lectura en 141 puntos de promedio en los países de la OCDE. Esto equivale a más de tres años de escolarización en los países que fueron capaces de calcular el progreso del aprendizaje por los grados escolares, y esta brecha se ha mantenido básicamente sin cambios durante la última década.
La educación como aspecto esencial para el desarrollo
A tenor del contenido del informe, el Secretario General de la Internacional de la Educación (IE), David Edwards, declaró que veía con buenos ojos el enfoque de PISA de destacar la importancia de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, en particular en relación con la necesidad de docentes calificados. Edwards mostró su preocupación sobre el uso de los resultados del sistema educativo de China continental como modelo. “Tal vez China pueda imponer un enfoque centrado exclusivamente en los resultados, pero no está fomentando el bienestar social y emocional de la población joven”, lamentó. En esta misma línea del bienestar, Edwards destacó que la perspectiva de PISA sobre el bienestar del alumnado también tendría que ampliarse a sus docentes y educadores. La IE considera que este sería un siguiente paso necesario y acertado.
Edwards señaló que PISA dejó claro que los países tenían que “convertir la educación en su principal prioridad política y financiera, y evitar desperdiciar recursos en reformas perjudiciales e ineficaces que socavan al profesorado y sus escuelas”. También puso de relieve que las conclusiones de PISA acerca de la escasez de personal y la necesidad de un mayor apoyo al profesorado han sido una de las principales moralejas de la edición de 2018.
Las noticias falsas, una amenaza para la democracia
Edwards mostró especial preocupación por las implicaciones que tienen las conclusiones de PISA de que menos de uno de cada diez estudiantes eran capaces de distinguir entre un hecho y una opinión, sobre todo en el contexto de los medios sociales. “La OCDE acierta en destacar la amenaza que suponen para el futuro de la sociedad y de la población joven las declaraciones falsas y las mentiras populistas promovidas especialmente en los medios sociales”, afirmó Edwards. “En los sistemas democráticos, el profesorado y sus escuelas están en primera línea de defensa del respeto por el aprendizaje y la verdad”.