El informe del Banco Mundial sobre desarrollo global 2018, que se centra en la necesidad de ‘hacer realidad la promesa de la educación’, es un paso positivo, aunque quizás resulte sorprendente. El informe está cargado de buenas intenciones, pero debe trabajar con los/as docentes, no contra ellos, para hacer realidad su ambición.
El enfoque en la educación, y el reconocimiento de la manera en que la educación puede transformar las vidas de los alumnos y alumnas, es un aspecto positivo que ha de reconocerse como tal. En particular, el reconocimiento de que alcanzar mejores resultados para todos y todas en la educación es un imperativo moral que resulta mucho más ambicioso que las aspiraciones puramente económicas, es un argumento digno de apoyo. No obstante, aunque el informe identifica los problemas que se presentan, y la necesidad de una acción decisiva, las soluciones políticas que se ofrecen apenas difieren de una forma reciclada de gestión científica (o ‘Taylorismo’) que indica a los docentes cómo deben enseñar: dividiendo a los estudiantes en grupos en función de sus capacidades), formándolos con las técnicas apropiadas, utilizando el método de repetir y memorizar. Los ‘resultados’ se miden a través de más pruebas y finalmente sus esfuerzos se premian o se penalizan vinculando su salario a los resultados obtenidos por los/as estudiantes en los exámenes.
Estas no son soluciones políticas que valoren, apoyen y motiven a los docentes ni podrán derivar en los resultados de alta calidad que el informe identifica como su objetivo. Es por ello que los/las docentes han venido contestando reiteradamente las soluciones ofrecidas en el informe del Banco Mundial, y el motivo por el que esperan que sus sindicatos los defiendan y den voz a sus preocupaciones. Desgraciadamente, los autores del informe ven estas cuestiones de forma muy diferente. Los sindicatos de docentes son criticados por no dar prioridad al aprendizaje de los estudiantes, sino más bien proteger lo que denominan ‘intereses particulares’ (p.189). Sobre todo, en contextos específicos, se los critica por oponerse a la introducción de pagos en función del desempeño y el uso de contratos de empleo flexibles. El informe cita estudios concretos que apuntan a una relación inversa entre membresía sindical y el rendimiento de los alumnos, y aunque con ciertas salvedades, la conclusión general queda clara – los sindicatos de docentes son malos para el rendimiento escolar.
No se dispone de suficiente espacio aquí para refutar estos puntos en detalle, pero es importante reconocer que los argumentos presentados no se apoyan en pruebas suficientes, lo que socava la credibilidad del informe. Resulta extremadamente fácil identificar estudios extraídos de contextos muy específicos y dar la impresión de que son generalizables, sin hacer el más mínimo esfuerzo por distinguir entre correlación y causalidad en los informes presentados. Es interesante señalar que la documentación al respecto que se presenta como referencia en el informe proviene de investigadores con un largo historial de críticas a los sindicatos de la educación, en tanto que otras fuentes que resultan más positivas sobre los sindicatos de docentes brillan por su ausencia. Por ejemplo, se cita la colección recientemente editada por Terry Moe y Susanne Wiborg (2017), mientras que otra colección similar, pero que llega a conclusiones muy diferentes, editada por Nina Bascia (2015) no se menciona.
Pero posiblemente sea aún más preocupante la manera en que los autores del informe contraponen con excesiva facilidad ‘prestar atención a la enseñanza y el aprendizaje’ frente a la defensa de ‘intereses personales’, como si se tratase de un binomio irreconciliable. En el informe se critica a los sindicatos de docentes por eludir lo primero y aparentemente favorecer lo segundo. No reconoce que es totalmente legítimo que los/las docentes, en tanto que trabajadores, luchen por defender y mejorar sus condiciones de trabajo. Los trabajadores de la educación no deberían tener que disculparse por exigir un salario que refleje el trabajo que realizan, y que les permita vivir con dignidad. Tampoco deberían sentirse culpables por ello. Con demasiada frecuencia se les exige que sacrifiquen sus condiciones de trabajo (y muchas veces su salud) en beneficio de sus alumnos y alumnas . Al establecer una tensión simplista e ingenua entre prestar atención a la enseñanza y el aprendizaje y a los intereses personales de los docentes, no se reconocen las dificultades a las que se enfrentan los/las educadores/as, la complejidad de las cuestiones que tratan y que a menudo, mejorar las condiciones de trabajo resulta fundamental para mejorar las condiciones de aprendizaje.
En segundo lugar, los autores del informe asumen que ‘prestar atención a la enseñanza y el aprendizaje’ representa en sí mismo un objetivo indiscutible respecto al cual existen opiniones unánimes, es decir que la alternativa está entre centrar la atención en la enseñanza y el aprendizaje o centrarla en otras cuestiones – cuando evidentemente, no es el caso. La educación no se limita simplemente a preparar a los jóvenes para que puedan ocupar su lugar en el mundo del futuro, sino que además contribuye al desarrollo de las personas que crearán ese mundo futuro. Semejante tarea supone inevitablemente una enorme carga, quizás particularmente mayor en el mundo actual que resulta más complejo, evoluciona con mayor rapidez y es probablemente más inestable de lo ha sido en décadas. Los/las docentes deben contribuir a hacer que este mundo tenga sentido, reflexionar sobre cómo equipar a la juventud para dar forma al futuro. Al mismo tiempo deben dar sentido a las demandas contrapuestas articuladas en la sociedad en general, y que se espera que la educación de alguna manera resuelva y reconcilie. Estas demandas contrapuestas son reales y legítimas y no pueden diluirse con un llamamiento aparentemente neutral a ‘prestar atención a la enseñanza y el aprendizaje’.
Me congratulo de que el informe sobre desarrollo del Banco Mundial esté centrado en la educación. No obstante, si el Banco realmente quiere hacer frente a los desafíos identificados en dicho informe, ante todo debe apreciar todas sus complejidades, y las diversidades y tensiones que hacen que la educación sea lo que es, y que los/las docentes están obligados a reconciliar cada día en su vida profesional. Los responsables políticos tienen que dejar de tratar los sistemas educativos como si se tratase de una forma de modelo económico que, aplicando los algoritmos correctos, automáticamente produce las soluciones políticas correctas. Centrarse en el desarrollo de políticas basadas en evidencias es muy encomiable, pero es un enfoque que es necesario aplicar de forma crítica. Una búsqueda desesperada de ‘lo que funciona’ rara vez desemboca en los resultados deseados, además de no responder a las cuestiones reales sobre aquello que más importa.
En conclusión, el Banco Mundial, al igual que otros organismos, debe comprender que los/las docentes son la solución, no el problema, y desarrollar las respuestas políticas que se desprendan de ello. Mejorar la educación no es algo que se consiga averiguando qué interruptor hay que apretar, o que palanca hay que activar, sino que se consigue trabajando con los/las docentes, entendiéndolos y comprendiendo los problemas que afrontan, y haciendo frente a los desafíos de manera apropiada. Específicamente, se consigue trabajando con las organizaciones que pueden legítimamente afirmar que representan los intereses colectivos de los docentes – los sindicatos de la educación. En lugar de intentar eludir a las organizaciones docentes, los responsables políticos deben desarrollar estructuras que garanticen que las voces de los/las docentes sean un elemento central del desarrollo de políticas. Tal enfoque posiblemente no ofrecerá una solución inmediata, pero los/las trabajadores/as de la educación en el mundo entero tienen ya excesiva experiencia con las soluciones rápidas. Una auténtica cooperación con ellos/ellas en un abordaje inclusivo y democrático para el desarrollo de políticas es el único método que ofrece una perspectiva realista para asegurar mejoras sostenibles y a largo plazo.
Referencias:
Moe, T. M., y Wiborg, S. (Eds) (2017). The Comparative Politics of Education: Teachers Unions and Education Systems around the World. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.
Bascia, N. (Ed.) (2015). Teacher unions in public education. Palgrave Macmillan.
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