Es necesario que la tragedia de las mujeres y niñas indígenas asesinadas y desaparecidas deje de formar parte de la narrativa de Canadá. Muchas mujeres y niñas indígenas han sufrido durante cientos de años la violencia y el genocidio colonial, y esto se tiene que acabar.
Tina Fontaine tenía solo 14 años cuando desapareció en Winnipeg, Manitoba. Tres días después de ser vista por última vez con vida, su joven cuerpo fue encontrado en el Río Rojo. Maisy Odjick tenía 16 años, y su mejor amiga, Shannon Alexander, tenía 17 cuando ambas desaparecieron de su comunidad natal, Kitigan Zibi, a un par de horas de Ottawa, Ontario. No han sido encontradas. Tammy Nattaway, de 16 años, desapareció en 2020 de Garden Hill First Nation, al norte de Manitoba. Tampoco ha sido encontrada.
Menciono los nombres de estas jóvenes porque tienen la edad de los y las estudiantes de nuestras aulas. Cuando miro a mis estudiantes, pienso en la infinidad de increíbles posibilidades que les puede deparar el futuro. Mi propia hija tenía la misma edad que Tina Fontaine cuando murió en 2014. Recuerdo a Barbara Kentner, que en 2017 solo tenía 34 años cuando murió en Thunder Bay, Ontario, debido a complicaciones derivadas de las lesiones sufridas tras ser golpeada por el enganche de un remolque que salió despedido de un vehículo en marcha. Yo fui profesora de Barbara cuando estaba en 10º curso. En 1992, Sandra Johnson tenía 18 años cuando su cuerpo congelado fue encontrado en una riada de Thunder Bay. Yo fui al instituto con Sandra. Estos son solo algunos de los cientos de nombres de mujeres y niñas desaparecida y asesinadas. La historia continúa, y se tiene que terminar.
Según los datos de 2004 de Statistics Canada, las mujeres indígenas registran unos índices de violencia mucho más elevados que las no indígenas. Las mujeres indígenas de 15 años o más tienen 3,5 más de probabilidades de sufrir violencia que las mujeres no indígenas. Datos más recientes muestran que, entre 2015 y 2020, el 24% de las víctimas de homicidios femeninos en Canadá fueron mujeres indígenas, pese a que estas no representan más que el 5% de la población femenina del país. Las estadísticas no mejoran.
Después de que Tina Fontaine fuera sacada del Río Rojo de Winnipeg en 2014, líderes indígenas de toda esta región, que ahora conocemos como Canadá, organizaron una concentración con objeto de volver a reclamar una investigación sobre las mujeres y niñas indígenas desaparecidas y asesinadas en Canadá.
En septiembre de 2016 el Gobierno de Canadá puso en marcha una investigación nacional totalmente independiente sobre las mujeres y niñas indígenas desaparecidas y asesinadas (MMIWG, por sus siglas en inglés). A lo largo de tres años, miembros de la investigación viajaron por todo Canadá y recabaron relatos de supervivientes y familiares. En junio de 2019, la investigación nacional sobre MMIWG publicó su informe final, en el cual se exponen conclusiones que muchos y muchas indígenas llevaban décadas señalando. Sufrimos violaciones y abusos persistentes y deliberados contra los derechos humanos y los derechos de los indígenas, y estos son la causa fundamental de los tremendos índices de violencia registrados en Canadá contra mujeres, niñas y personas 2SLGBTQQIA indígenas. La investigación concluye que las mujeres y niñas indígenas tienen 12 veces más de probabilidades de ser asesinadas o de desaparecer que los miembros de cualquier otro grupo demográfico de Canadá, y 16 veces más de probabilidades de ser asesinadas o de desaparecer que las mujeres blancas.
En 2021, dos años después de que se publicara el informe final de la investigación sobre las MMIWG, el Gobierno de Canadá elaboró un Plan de acción nacional sobre mujeres, niñas y personas 2SLGBTQQIA+ desaparecidas y asesinadas. Los avances a la hora de abordar estos problemas han sido mínimos y penosamente lentos.
Es importante recordar que esto no siempre ha formado parte de nuestra historia. La tragedia de la violencia contra las mujeres, las niñas y las personas de dos espíritus indígenas tiene su origen en el colonialismo y la violencia colonial. Las prácticas tradicionales indígenas eran a menudo matriarcales. Las mujeres eran portadoras de agua y generadoras de vida. La interpretación sagrada de estos roles fue violada a través del genocidio colonial que se llevó a cabo en esta tierra. En nuestras comunidades hay una enorme necesidad de sanación. Animo a todos los educadores y todas las educadoras, administradores y administradoras, directores y directoras, conserjes, asistentes de educación y a todas las personas involucradas en la educación y en las escuelas, a mostrarse abiertos y abiertas para entender lo que los pueblos indígenas tienen que afrontar en todo Canadá y ayudar a educar a los y las jóvenes en nuestras escuelas. Como educadores y educadoras, les invito a que se informen sobre los 94 llamamientos a la acción de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá. También les invito a que se lean el Informe final de la investigación nacional sobre mujeres y niñas asesinadas y desaparecidas y las 231 peticiones de justicia. Los canadienses y las canadienses deben saber que la violencia contra las mujeres y niñas indígenas se inscribe en antiguas políticas coloniales. En tanto que educadores y educadoras tenemos la responsabilidad de abordar los problemas y cambiar el discurso para que todos nuestros y nuestras estudiantes tengan la oportunidad de vivir en comunidades donde puedan sentirse seguros/seguras y valorados/valoradas.
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