La invasión rusa que tuvo lugar en Ucrania en febrero de 2022 marcó el comienzo de una pesadilla colectiva. Los ataques contra civiles, así como la violencia sexual contra las mujeres y las niñas, se han utilizado como parte de una campaña de terror destinada a intimidar a la población. Este relato contado de primera mano de Ucrania detalla los horrores que la guerra ha desatado, pero también el espíritu inquebrantable de la población ucraniana en lucha por la libertad.
La guerra a gran escala en Ucrania se ha prolongado durante nueve meses. Los rusos supuestamente iban a capturar la mayor parte de nuestro país en cinco días. No esperaban que los ucranianos amaran su país y su libertad y no los iban a recibir con flores y cálidos abrazos.
Los primeros días después del 24 de febrero fueron como vivir otra realidad, una pesadilla para todos los ucranianos. La gente no podía aceptar el hecho de que sus vidas cambiaran en un instante, a las 5 am en el momento que escuchamos los primeros sonidos de misiles y explosiones. No podíamos entender por qué nos estaba sucediendo a nosotros, una nación pacífica que solo quería ser libre e independiente.
Tengo dos hijos de cuatro años y doce meses de edad. Mi familia y mis dos hijos pasaron varias semanas después del inicio de la invasión rusa en el sótano de nuestra casa, junto con nuestros vecinos debido a los constantes bombardeos. Mi marido se unió a las fuerzas de defensa locales. El sótano no estaba en absoluto adaptado para una estancia prolongada: era febrero, hacía frío, no había camas ni cocina para preparar la comida. Las explosiones en el exterior no nos permitían dormir, los niños estaban asustados y lloraban constantemente. Ese fue el peor momento, cuando no sabías qué hacer, no sabías lo que te deparaba el futuro, tus planes se habían esfumado. Estos eran los sentimientos de cada familia ucraniana, de cada mujer ucraniana.
Pero lo que más me asustó fue cuando el ejército ruso se encontraba a tres kilómetros de nuestra casa. Ya habíamos oído hablar sobre su crueldad. El temor por mis hijos fue probablemente el sentimiento más aterrador e incontrolable. Después de la liberación de cada nuevo rincón de suelo ucraniano, cada pueblo o ciudad ucraniana, vemos la inmensa alegría de las personas liberadas, pero también vemos la misma horrible imagen de la ocupación. Sus señales son la destrucción, el asesinato y la violencia. Queda dolorosamente claro: el país agresor utiliza ampliamente la violencia contra los civiles, en especial la violencia sexual, como arma de guerra. La violación se ha convertido en una práctica demasiado común de los ocupantes rusos.
En julio, tras cuatro meses de guerra, la ONU comunicó que había recibido más de 150 denuncias de actos de violencia sexual cometidos por las tropas rusas en Ucrania y esto es solo la punta del iceberg. La gran mayoría de los casos no se denuncian, puesto que las víctimas de violencia sexual con frecuencia se niegan a hablar con los servicios policiales. Han experimentado un trauma psicológico severo, por lo que la mayoría no quiere recordar esos terribles acontecimientos. Además, algunas personas temen una posible venganza por parte de los ocupantes y temen por sus familiares que aún permanecen bajo la ocupación.
Cualquiera puede convertirse en víctima de violación en los territorios ocupados: hombres, mujeres e incluso niños y niñas. Se han denunciado casos de violación a punta de pistola en presencia de miembros de la familia. Según cuenta una víctima, un soldado ruso le explicó el propósito de la violencia sexual: “para que las mujeres ucranianas no deseen tener contacto sexual con ningún hombre, y evitar así que den a luz a niños ucranianos”.
Para nosotros esto no es solo una guerra, esto es un genocidio. Hablando francamente, después de ver las fotos y las pruebas de lo que hicieron los rusos durante el primer mes de la guerra en la región de Kiev, tenía menos miedo de un misil ruso que de un soldado ruso.
Después de vivir esta pesadilla, no puedo imaginar realmente las heridas psicológicas causadas por las barbaridades rusas que arrastrarán nuestros hijos, nuestro pueblo.
Mis compañeros y compañeras de las regiones orientales me hablaron sobre las deportaciones forzosas de personas, incluidos docentes, y existen pruebas oficiales de ello. Miles de personas y niños y niñas ya han sido sacados de manera ilegal de territorios ocupados temporalmente y llevados a territorio ruso, en contra de su voluntad. Es un acto de secuestro por parte del Estado. Todos estos son crímenes contra la humanidad.
Los docentes que viven bajo la ocupación se encuentran en una situación extremadamente difícil. El sistema educativo ucraniano está siendo destruido en estos territorios. Las “autoridades de la ocupación” obligan a los educadores a trabajar de acuerdo con el plan de estudios ruso. Los docentes son amenazados con tortura y arresto por negarse a cooperar con los ocupantes. Los padres que no permiten que sus hijos asistan a la escuela son amenazados con que sus hijos sean llevados a internados. Cuesta creer que esto esté sucediendo en el centro de Europa en el siglo XXI.
El Sindicato de Trabajadores de la Educación y la Ciencia de Ucrania, al igual que muchos otros sindicatos en Ucrania, apoya activamente a las personas desplazadas internamente, contribuyendo a la prestación de ayuda humanitaria y brindando asistencia a sus miembros necesitados.
No nos cabe ninguna duda de que Ucrania ganará y volverá a ser pacífica y libre de nuevo. Pero las heridas están profundamente arraigadas y el trauma físico y psicológico no desaparecerá de la noche a la mañana. Tomará años, si no vidas enteras, asimilar lo que hemos sufrido y perdido de manera tan injusta. La violencia sexual ejercida contra las mujeres y las niñas, los ataques a civiles, los actos de tortura, todas las vidas inocentes perdidas o alteradas para siempre no se pueden olvidar. Las autoridades ucranianas están reuniendo pruebas de crímenes de guerra en todos los territorios recién liberados. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que reconozca a rusia [1] como un Estado terrorista, y garantice que estos crímenes no queden impunes llevando a cabo un esfuerzo decidido para enjuiciar a los autores y a quienes desencadenaron esta sangrienta guerra con todo el rigor del derecho internacional. Ver que se ha hecho justicia será el primer paso para poder sanar y reconstruir nuestras vidas y nuestro país.
La formulación en minúsculas ha sido elegida por la autora como protesta por la guerra de agresión a Ucrania.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.