La muerte de la joven kurda-iraní, Jina Mahsa Amini ha suscitado protestas en todo el territorio de Irán desde septiembre. Docentes y estudiantes estuvieron entre las primeras personas en convocar huelgas en protesta por la brutalidad del régimen islámico y en apoyo a los y las iraníes que luchan por su libertad.
Siendo la voz de los y las docentes y el personal educativo en todo el mundo, la Internacional de la Educación expresó su solidaridad con el pueblo iraní y condenó las violaciones de los derechos humanos cometidos por el régimen islámico. Este llamamiento fue replicado el ámbito internacional, en la resolución adoptada recientemente por la Confederación Sindical Internacional. A escala nacional, pese a los esfuerzos sindicales para sensibilizar al respecto, la educadora y sindicalista irano-neerlandesa, Khazar Lofti, reflexiona sobre por qué la respuesta de la sociedad se ha quedado corta a la hora de apoyar la resistencia encabezada por mujeres en Irán, y sobre la necesidad de ampliarla.
La educación es importante y nunca debería emplearse incorrectamente para oprimir o forzar a la población en modo alguno. No obstante, esto y cosas aún peores son precisamente lo que está ocurriendo en Irán, donde la comunidad educativa se ha convertido en el blanco de la represión por parte del régimen islámico. Las escuelas no están protegidas y los centros educativos, que deberían ser refugios seguros de conocimiento y crecimiento, han sido transformados en campos de batalla por las fuerzas gubernamentales que atacan y golpean salvajemente a manifestantes pacíficos, sin importar su edad.
“Tengo mucho miedo”, me cuenta mi prima. En las raras ocasiones en que consigue eludir las restricciones digitales impuestas por las autoridades, comparte conmigo sus inquietudes y esperanzas sobre el país y su futuro. Una de sus principales preocupaciones por el momento es su hijo de doce años, que insiste continuamente en que deben “hacer algo” porque el país entero está ardiendo. Al igual que muchos otros niños iraníes, siente la urgencia de contribuir al actual levantamiento. Y al igual que muchos otros padres y madres iraníes, mi prima está preocupada por su vida. Según activistas y juristas, hasta la fecha se ha detenido al menos a 700 adolescentes y más de 50 han perdido la vida. El ministro de Educación, Yousef Nouri, admitió que se ha enviado a un número indeterminado de menores a “ centros psiquiátricos” para su reforma y reeducación, algo que resulta absolutamente inaceptable. La situación en mi país de origen es, cuando menos, muy grave.
Desde la muerte de Jina Mahsa Amini hace más de dos meses, la población iraní ha venido protestando para reclamar su libertad del régimen islámico que ejerce un férreo control sobre el país desde 1979. La joven kurdo-iraní, de 22 años, murió bajo custodia policial tras haber sido sometida a malos tratos por la Policía de la moral, en Teherán, a principios de septiembre. Había sido detenida por llevar mal el hijab, en base a las estrictas leyes del régimen teocrático. Su muerte desató la ira entre las mujeres iraníes, quienes han sido privadas de sus derechos humanos fundamentales durante décadas y provocó protestas por todo el país.
Mi prima y yo compartimos la misma sangre pero yo me libré de sufrir la misma suerte, ya que mis padres huyeron de la República Islámica cuando yo tenía tres años. De no ser por mis orígenes, me pregunto si no habría permanecido tan indiferente a la situación en el país como la mayoría de mis colegas y conocidos en los Países Bajos. Por otro lado, soy también una educadora, y como tal, me estremece escuchar informes de niñas asesinadas o ver vídeos donde se ataca, golpea y detiene a estudiantes en el campus universitario. Me acuerdo de nuestras aulas vacías durante la COVID-19, lo espeluznante que resultaba caminar por los pasillos escolares y lo triste que me sentí en un colegio sin estudiantes. Pero al menos sabía que mis alumnos no eran víctimas de violencia. Qué terrible debe ser la situación ahora para los y las docentes en Irán, que han de temer por las vidas de sus estudiantes.
El Consejo Coordinador de las Asociaciones Sindicales de Docentes Iraníes fue el primero en convocar abiertamente a docentes y estudiantes a hacer huelga en protesta contra la brutalidad del régimen islámico. Intentando evitar que el mundo pudiese ser testigo de sus horribles acciones, las autoridades iraníes impusieron además la censura digital. Esto hace que resulte aún más urgente la atención y concienciación internacional respecto a la terrible situación que se vive en el país. Se estima que hasta el momento ha habido más de 400 muertos y aproximadamente 14.000 manifestantes detenidos corren el riesgo de que se les aplique la pena de muerte, después de que 227 parlamentarios iraníes hiciesen público un comunicado reclamando la ejecución de quienes participan en las protestas.
Han transcurrido más de siete años desde la última vez que visité el país donde nací, abracé a mis tíos o tuve ocasión de pasar un rato agradable con mis primos. Ahora, cada imagen que veo de Irán incluye personas que me los recuerdan. Cuando veo a niñas quemando sus velos me recuerda el día en que mi prima fue detenida un caluroso verano por llevar vestimenta inadecuada (sus pantalones eran demasiado cortos, porque mostraban los tobillos); cuando veo a gente bailando abiertamente en las calles me recuerda las bodas a las que asistí, donde los invitados rompieron las normas de segregación de género impuestas por la ley, bailando juntos en una celebración encubierta, con miedo a que los agentes del régimen pudiesen irrumpir en cualquier momento; y cuando veo a jóvenes jugando a las cartas como una forma de protesta, me recuerda a mi abuela religiosa barajándolas para pasar el rato durante las largas jornadas solitarias en su hogar, desde que todos sus hijos huyeron del país en los años 1990.
La resistencia liderada por mujeres en Irán está plantando cara al aparato misógino y violentamente represivo del régimen totalitario, pero apenas un puñado de personas y medios de comunicación occidentales han informado adecuadamente sobre sus acciones o las protestas masivas de la diáspora, como la histórica marcha en Berlín, que reunió al menos a 80.000 personas expresando su apoyo a las protestas. En particular, los Países Bajos han guardado un cobarde silencio al respecto. Desde sus ministros a sus feministas blancas, las protestas se han reducido a la cuestión del hijab obligatorio en la república islámica o simplemente han respondido con actos simbólicos vacíos, en lugar de una condena real, dejando de lado el hecho de que los derechos de las mujeres son derechos humanos y que estos incluyen mucho más que el mero derecho a la autodeterminación respecto a la forma de vestirse.
Comprendo que Irán tiene una historia complicada para quienes no estén familiarizados, pero como docentes, tenemos tanto que educar, como mantenernos educados y educadas y, sin importar qué pase, siempre alzar la voz contra la injusticia y la opresión. La educación es importante y nunca debería emplearse incorrectamente para oprimir o forzar a la población en modo alguno. Como sindicalistas, deberíamos, por lo tanto, amplificar las voces de los y las docentes y estudiantes en Irán, cuya libertad y cuyas vidas están siendo atacadas, y defender sus derechos. Debemos escuchar, leer, enseñar y nunca dudar en luchar por lo que es justo, y levantar la voz: “¡mujer, vida, libertad!”.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.