El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018 representa un hito importante: por primera vez en 40 años, la publicación de análisis más emblemática del Banco Mundial está dedicada a la educación.
En un contexto en el que se está reduciendo la ayuda bilateral para la educación, este enfoque temático permite prestar una atención muy necesaria a la crisis del aprendizaje. El informe refleja además algunos cambios importantes que se han producido en el discurso de la organización. Si bien en el pasado el Banco Mundial concebía los beneficios de la educación mayoritariamente en términos de desarrollo del capital humano, este informe relaciona en cambio la educación con el enfoque de las capacidades. Percibe por tanto la educación desde una perspectiva más amplia, no solo en términos de beneficios económicos sino también de las contribuciones que ésta aporta a la libertad, la voluntad y la capacidad para tomar decisiones por el bienestar propio. Esto constituye un cambio positivo para el Banco Mundial. El Informe sobre el Desarrollo Mundial adopta además un punto de vista sensato con respecto a la tecnología educativa, frente a la aceptación generalizada, y en cierta medida cómoda, de que las TIC son una especie de panacea para la educación. A diferencia de otras muchas organizaciones, el Banco Mundial señala que la tecnología educativa no siempre se ajusta al aprendizaje de los estudiantes.
Así pues, en muchos sentidos, el Informe sobre el Desarrollo Mundial contribuye positivamente a las narrativas sobre el desarrollo en la educación. Sin embargo, esta publicación ha de leerse conociendo la historia institucional del Banco así como el trabajo que ha realizado en el pasado en el ámbito de la educación y otros sectores sociales. El Banco Mundial ha recibido críticas por parte de académicos especializados en relaciones internacionales y estudios sobre desarrollo por sus frecuentes discrepancias entre lo que dice y lo que hace, a menudo calificadas de “ hipocresía organizada”—cuando una organización declara en su retórica y en sus políticas una cosa, mientras que en la práctica hace otra. Esta crítica no está por supuesto dirigida exclusivamente al Banco Mundial: varias organizaciones internacionales (por ejemplo, la ONU y la OMC) han sido criticadas por comportamientos parecidos. Los investigadores han demostrado que estas discrepancias se reflejan en el trabajo que realiza el Banco Mundial en los ámbitos de la lucha contra la corrupción, la sostenibilidad medioambiental y la educación.
Yo recomiendo leer el Informe sobre el Desarrollo Mundial estando atentos a este tipo de incongruencias. Por ejemplo, en la discusión sobre las evaluaciones del aprendizaje se menciona la necesidad de un diseño local participativo, y se afirma que las evaluaciones basadas en el contexto, “elaboradas con la colaboración de diversas partes interesadas, tienen más probabilidades de ser consideradas válidas y relevantes a nivel local” (pág. 97 del texto original, en inglés). No obstante, el Banco Mundial ha sido criticado durante mucho tiempo por promover en sus países receptores una política educativa con limitada participación local. A la luz de esto, sería importante preguntarse si se están teniendo en cuenta las voces locales —que incluyen no solo a los gobiernos, sino también la sociedad civil, los docentes, los sindicatos de docentes, los padres y los alumnos— a través de la observación de las prácticas del Banco sobre el terreno.
El Informe sobre el Desarrollo Mundial adopta asimismo un planteamiento muy discreto de cara a la educación privada, lo que parece reflejar una postura cautelosa con respecto a la participación del sector privado. El Banco alerta sobre numerosos riesgos: “las escuelas privadas pueden llevarse a los estudiantes con ingresos más altos, a quienes resulta más fácil y más rentable enseñar, dejando en el sistema público únicamente a los estudiantes más desfavorecidos” (pág. 177). Esta postura contrasta no obstante con gran parte de la retórica del Banco sobre la participación del sector privado en la educación, y también con algunas de sus actividades recientes. Por ejemplo, su iniciativa SABER( Systems Approach for Better Education Results, enfoque sistémico para lograr mejores resultados en la educación) incluye un proceso para involucrar al sector privado, promoviendo de manera bastante explícita una mayor participación del mismo en la educación. Asimismo, la Corporación Financiera Internacional, brazo del sector privado del Banco, y su apoyo a las cadenas de escuelas privadas de bajo coste, contrasta claramente con la advertencia que se hace en el Informe sobre el Desarrollo Mundial cuando señala que los gobiernos “nunca deberían subcontratar la responsabilidad de garantizar que todos los niños y jóvenes tengan la oportunidad de aprender” (pág. 178).
El Informe sobre Desarrollo Mundial incluye además algunas discrepancias en su propio discurso, lo que algunos han descrito como “ discurso ambiguo.” Por ejemplo, parece tomarse en serio el hecho de que millones de niños y niñas no tengan acceso a la educación, en especial los que están marginados —minorías, refugiados, estudiantes con discapacidades, etc. —, y sin embargo los autores sostienen al mismo tiempo que el acceso a la educación no debería ser el eje de los esfuerzos de la comunidad internacional en materia de educación: “Ahora se tiene que centrar la atención en garantizar el aprendizaje para todos” (pág. 64). Hay otra discrepancia clara en el discurso del Informe relativo a las evaluaciones globales a gran escala, puesto que, por una parte, se afirma que “ la medición del aprendizaje no es una expresión abreviada de pruebas internacionales como el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA)” (pág. 92); mientras que, por otra, se promueve el valor de PISA y los beneficios del “impacto de PISA” por el cual “varios países que participaron en la evaluación han iniciado reformas concretas tras la publicación de los resultados de las pruebas”(pág. 94). Este tipo de discrepancias hace que las posturas presentadas en el Informe resulten ambiguas y en cierta manera carezcan de sentido, y que el lector termine por preguntarse hasta qué punto la retórica del Banco puede orientar las acciones de la organización, y de qué forma.
Quiero reiterar que el Informe sobre Desarrollo Mundial presenta elementos muy positivos, sobre todo su enfoque en la educación, despertando el interés y permitiendo que se tenga mayor conciencia con respecto a la crisis del aprendizaje. Mi pregunta es: ¿consiguen las afirmaciones que se hacen en el informe reflejar lo que acontece en la práctica? Es importante entender si las posturas y la evidencia presentadas en el Informe sobre el Desarrollo Mundial guardan alguna relación con lo que sucede en las operaciones del Banco Mundial, o si percibimos alguna división entre lo que la organización dice y lo que hace.
Una mirada sobre el #WDR2018 es una serie de blogs organizada por la Internacional de la Educación. La serie reunirá las voces de expertos y activistas de la educción –investigadores, docenes, sindicalistas y actores de la sociedad civil– del mundo entero, en respuesta al Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018, Aprender para hacer realidad la promesa de la educación. La serie servirá de base para una publicación que se elaborará con vistas a las Reuniones de Primavera del Banco Mundial en 2018. Si desea contribuir a esta serie, por favor póngase en contacto con Jennifer Ulrick en la siguiente dirección: jennifer.ulrick@ei-ie.org. Todas las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de sus autores y no representan necesariamente los puntos de vista de la Internacional de la Educación.
Consulte el post anterior de la serie publicada por Jennifer Ulrick: “ Una mirada sobre el #WDR2018 Número cero: Expertos y activistas de la educación responden al Informe sobre el Desarrollo Mundial”
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