Hace unos años, durante su discurso en el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid bin Ra'ad, reclamaba una mayor integración mundial de la educación en derechos humanos, invocando el Holocausto: “Ocho de las 15 personas que planificaron el Holocausto en 1942 tenían doctorados. Brillaron académicamente y, sin embargo, fueron incapaces de demostrar la más mínima brizna de ética y de comprensión. Cada vez estoy más convencido de que cualquier tipo de educación, si está desprovista de un sólido componente de derechos humanos universales, no valdrá prácticamente de nada cuando más la necesitamos: en momentos de crisis, cuando nuestro mundo comienza a desmoronarse”.
Pocos estudiantes aprenden qué son los derechos humanos en la escuela elemental y en la secundaria y muchos ni siquiera lo aprenden en la Universidad. Pero para que tenga un impacto real, un impacto que pueda enfrentar la creciente ola de extremismo, xenofobia y discriminación que hoy vivimos, es preciso que haya un cambio de paradigma dentro de la comunidad educativa mundial. Y las redes de docentes son fundamentales para que esto suceda.
Nuestro programa Speak Truth To Power: Defiende los Derechos Humanos (STTP), del Centro Robert F. Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos, ofrece contenidos lectivos desarrollados por docentes, que cuentan la historia de las personas más valerosas de la Tierra, personas que padecieron cárcel, torturas y represión, que vivieron cataclismos como los que hoy ocupan las portadas de los periódicos e intentaron hacer algo al respecto. Sus testimonios muestran a los estudiantes que la resistencia y la perseverancia producen cambios y que cualquier persona, sin importar su condición, puede dejar huella.
Los derechos humanos no tienen porqué impartirse en una clase separada. Integrar los testimonios de los defensores de los derechos humanos en los temarios obligatorios permite a los docentes enseñar empatía, al tiempo que enseñan ecuaciones. La idea es integrar los derechos humanos en la estructura misma de la enseñanza escolar, no considerarlos algo “extra” o incidental en su misión. Escuchando las palabras de quienes se enfrentaron a la injusticia, la juventud se sentirá empoderada para abandonar el papel de observadora y pasará a la acción ante los abusos de los derechos humanos.
El impacto de la educación en materia de derechos humanos es palpable. Docentes desde Phnom Penh a Peoria nos cuentan que, al integrar los derechos humanos en su currículum actual, consiguen que los estudiantes mejoren sus conocimientos sobre los derechos humanos y su cultura general. En una era de aulas saturadas de exámenes estandarizados, la educación en derechos humanos recuerda a la juventud que la actitud cuenta más que cualquier calificación en un examen. Gracias a ello, ayudamos a educar a ciudadanos y ciudadanas del mundo, que llevarán a sus sociedades a las cotas más altas de igualdad y justicia.
La principal razón por la que en pueblos y naciones se continúan violando impunemente los derechos humanos individuales es porque la opinión pública desconoce en su mayoría sus propios derechos, el sistema jurídico internacional que se supone protege dichos derechos y/o, lo más importante, las herramientas para alzarse contra esos poderes que incitan a la injusticia. De ahí que debamos comenzar con nuestra juventud.
Estoy convencido de que todos queremos que nuestros niños crezcan con los conocimientos y las herramientas necesarias para ser un ciudadano del mundo, un defensor capaz y con la voluntad de decirle las verdades al poder. Como elocuentemente dijo Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que uno puede esgrimir para cambiar el mundo”
Afortunadamente, la Internacional de la Educación y otras redes de docentes creen que STTP es ese arma. Pero, todos necesitamos comprometernos a educar a cada estudiante en derechos humanos, y a forjar una generación que contribuya a un mundo más en paz.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.