Señor Presidente, distinguidos delegados y delegadas:
Los sindicatos de educación de todo el mundo manifestamos todo nuestro agradecimiento por el inspirador liderazgo del Director General Juan Somavia, quien logró acrecentar la influencia de la OIT en la comunidad internacional. ¡Muchas gracias, Señor Somavia, por haber estado a nuestro lado todos estos años! En cuanto a la elección del Señor Guy Ryder como su sucesor, baste con decir que estamos encantados.
Le aseguramos que puede contar con la Internacional de la Educación, en la que reunimos a 30 millones de docentes y trabajadores de la educación del mundo entero. Estamos seguros de que nuestro nuevo Director sabrá llevar adelante la obra crucial del único organismo tripartito de la ONU, y que va a duplicar los esfuerzos de la OIT para proteger los derechos de cientos de millones de trabajadores y trabajadoras. La urgencia de tal esfuerzo se nos ha recordado amargamente recordada la semana pasada, cuando el Grupo de los Empleadores impugnó la independencia e imparcialidad de la Comisión de Expertos. La obstrucción de la labor de la Comisión de Aplicación de Normas está en total contradicción con el espíritu de diálogo social que, pensé, habíamos decidido que prevaleciera en esta instancia. Reiterémoslo una vez más: el movimiento sindical es la piedra angular de todo sistema democrático. En las últimas cinco décadas los sindicatos de la educación que representamos hoy aquí han contribuido enormemente al desarrollo democrático, social y económico de sus naciones. Sin embargo, parece que con la crisis económica mundial se ha declarado abierta la temporada de caza. Atacar a los sindicatos o al menos reducir o incluso anular sus derechos de negociación colectiva se ha hecho moneda corriente entre algunos empleadores y políticos. En Estados Unidos y en varios países europeos las restricciones presupuestarias son el pretexto para restringir los derechos de nuestros miembros. Otros países dan explicaciones igualmente poco convincentes para no respetar las normas internacionales.
Sin embargo, me temo que el factor subyacente es ideológico, a la par de un desprecio por las normas democráticas. Si las limitaciones presupuestarias, el estado de ánimo de los mercados financieros o - ¿por qué no? - las condiciones meteorológicas son los que van a determinar el carácter democrático de nuestras sociedades, nos es preciso sonar la campana de alarma: es lo que hacemos hoy. La agresiva postura que ha adoptado actualmente el Grupo de Empleadores en la Comisión de Aplicación de Normas demuestra el poco peso que parece concederse a los derechos de los trabajadores, y a los valores democráticos en general, en tiempos de crisis. En estos momentos, tenemos - para citar solamente un ejemplo – líderes docentes encarcelados en Bahrein únicamente por el hecho de ejercer sus derechos. Ellos han depositado sus esperanzas de justicia en nuestra Comisión de Aplicación de Normas. Supongo que deberán esperar hasta que los empleadores entren en razón. Señor Presidente, a finales de este año vamos a presentar ante el Comité mixto OIT/UNESCO de Expertos que examina la situación del personal docente la prueba de que los derechos que los docentes suelen pasarse por alto muy a menudo, al tiempo vez que las condiciones de empleo se deterioran.
Nuestro sector está sufriendo de lo que denominamos la desprofesionalización. La afluencia de docentes no cualificados, y la restricción de nuestras libertades y autonomía profesionales, está afectando directamente a la calidad de la educación. Me permito recordar a nuestros gobiernos que los países con los sistemas escolares que presentan el mejor desempeño son los países que cuentan con sindicatos profesionales fuertes, en los que se respeta a los docentes en lugar malpagarlos, atacarlos, o incluso encerrarlos tras las rejas. Estamos a favor de una educación de calidad como fundamento de la democracia y la justicia social. La escuela pública es un elemento crucial de todo piso de protección social. También es la herramienta más poderosa para enfrentar la crisis mundial y lograr un crecimiento sostenible, así como para dar esperanza a los jóvenes.
Todas las instituciones mundiales más importantes están de acuerdo en ello. Pero entre las palabras y los actos existe una gran brecha. Es por eso que concedemos especial importancia a las actividades sectoriales de la OIT, que son las que pueden ayudar a salvar esta brecha. Por este mismo motivo acogemos con satisfacción la iniciativa de la OIT de organizar un Foro de Empleo Juvenil. Pero ante todo, esperamos que la OIT no permita que se le distraiga de su misión primordial de proteger nuestras normas del trabajo. Esperamos que el nuevo Director General no ceda ni un ápice. Con mucho gusto le prestaremos todo el apoyo que necesite. Gracias por su atención.