¿Sabía usted que el concepto de predominio del hemisferio izquierdo o derecho es un ejemplo de interpretación equivocada de las investigaciones neurocientíficas (Willis, 2008) ? ¿O que la identificación de alumnos auditivos, visuales o cinestésicos no se encuentra respaldada por las investigaciones sobre el cerebro humano (Ansari, 2008)? Estas creencias se han ido extendiendo hasta ocupar un lugar preferente en los mitos urbanos y algunas reflexiones educativas.
A pesar de la dificultad que supone para los docentes principiantes localizar información válida y ponerla en práctica en el aula, los avances en el campo de la neurociencia y la relación entre investigación del cerebro y aprendizaje hacen que sea importante comprender la investigación reciente y sus implicaciones para la práctica docente.
En los últimos 20 años, los rápidos avances tecnológicos han revolucionado el campo de la investigación sobre el cerebro, al permitir que los científicos estudien el interior del órgano, observen el procesamiento de la información y localicen las áreas del cerebro activas durante la realización de tareas específicas. Así, sabemos que varias áreas del cerebro entran en actividad durante la lectura, y que los adultos y niños disléxicos presentan perfiles de actividad cerebral atípicos. Los científicos señalan que, en el futuro, los niños se escolarizarán con las dificultades de aprendizaje ya apuntadas por la tecnología médica y con planes de aprendizaje ya desarrollados para uso de los docentes.
Las buenas perspectivas de las investigaciones neurocientíficas no deben impedir que los docentes aprovechen los resultados actuales en las aulas; así, por ejemplo, ¿sabía usted que la vida escolar diaria cambia la fisiología del cerebro? Se ha prestado considerable atención al hecho de que el uso de la tecnología puede cambiar la estructura física del cerebro. Así se ha debatido en la comunidad educativa con respecto a la reducción de la capacidad de concentración observada en estudiantes que utilizan la tecnología. Ahora bien, ésta no es más que una de las muchas piezas que componen la imagen, si se tiene en cuenta que toda actividad cambia la estructura física del cerebro, incluido el aprendizaje.
La investigación ha demostrado que el aprendizaje puede estimular el desarrollo de nuevas neuronas y vías nerviosas. Este proceso de crecimiento puede producirse a lo largo de la vida, y ya no sólo durante la infancia y la adolescencia, periodos de crecimiento cerebral. Asimismo, la poda sináptica es un proceso continuo que elimina las vías nerviosas no utilizadas regularmente y fortalece las más transitadas, para aumentar la eficacia del cerebro. Esta capacidad de reorganización denominada plasticidad cerebral tiene implicaciones para la enseñanza y el aprendizaje. Jensen (2008) sugiere que las escuelas aprovechen este hecho y empleen estrategias de estímulo de la metacognición.
La plasticidad cerebral ha generado nuevas formas de entender el coeficiente intelectual. De hecho, las investigaciones han demostrado que el coeficiente intelectual de un individuo no es una cifra inalterable, sino que, en condiciones óptimas, puede seguir creciendo. Antes, se pensaba que el coeficiente intelectual era función de la naturaleza (genética) o del entorno.
Ahora se reconoce un tercer factor: la expresión génica. La expresión génica es descrita por Jensen (2008) como “la capacidad de respuesta de nuestros genes a factores ambientales crónicos o agudos”. Jensen afirma que es posible "regular la expresión génica a través de la actividad escolar”, de manera que, como docentes, podemos proporcionar oportunidades de crecimiento que mejoren la vida de los estudiantes.
Actualmente, se están investigando otras prácticas prometedoras para el fortalecimiento de la relación entre educación e investigación sobre el cerebro, entre ellas la que, respaldando la teoría de la inteligencia múltiple de Howard Gardner, confirma que los niños aprenden de diversas formas y que utilizan diferentes maneras de expresar lo aprendido y lo comprendido. Se aumentará el nivel de éxito presentando la información a los estudiantes en diversidad de formas y dando cabida a la expresión del aprendizaje en diversidad de formas.
Además, las investigaciones han demostrado que una presentación multisensorial de la nueva información favorece la variedad de su almacenamiento en el cerebro. La distribución geográfica de información facilita su recuperación, con lo que aumenta la probabilidad de retenerla y de crear vías nerviosas sólidas.
Otra buena práctica docente avalada por las investigaciones apunta a la relación entre emoción y aprendizaje. “El aprendizaje es tanto más valioso cuanto más gratificante y más pertinente para la vida, los intereses y las experiencias de los estudiantes”, según asevera Willis (2007). De ahí la importancia de nuestro conocimiento de los intereses y vidas de los estudiantes para poder conectar el nuevo aprendizaje con las experiencias adquiridas. Otra práctica docente, apoyada en la bibliografía más reciente, es la que sostiene que los estudiantes aprenden de forma activa y generan significado si desempeñan tareas de interés en el entorno social.
Estas valiosas prácticas educativas no son nada nuevo; pero sí lo es que vienen avaladas por las investigaciones sobre el cerebro humano.
Jensen (2008) afirma que los educadores deben ser “lo suficientemente profesionales como para explicar en el aula por qué hacen las cosas como las hacen”. Para ello, es necesario estudiar la investigación y encontrar en ella buenas prácticas de enseñanza.
Piense en un capítulo del plan de estudios no por aburrido menos necesario. ¿Cómo amenizar y destacar la importancia de la materia? ¿Cómo relacionar este tema con la experiencia adquirida por los estudiantes? y ¿cómo convencer a los estudiantes de la necesidad de estudiar la asignatura a través de un ejercicio de evaluación? ¿Qué métodos existen para impartir la enseñanza en un entorno multisensorial? ¿Cómo poner en práctica estrategias metacognitivas? ¿Qué otras prácticas de enseñanza basadas en la investigación deben contemplarse?