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Internacional de la educación
Internacional de la educación

La escuela pública de todo el mundo se ve amenazada y sufre la competencia del sistema privado. En los países que sufren catástrofes naturales como el Tsunami, la cuestión de la reconstrucción de escuelas públicas de calidad toma una dimensión particular. Retrato de la situación en Sri Lanka.

El 26 de diciembre de 2004 quedará marcado en la memoria de todos los habitantes de Sri Lanka, esa isla en forma de gota de lluvia ubicada al sur de la India, en el Océano Índico. Aquel día, un tsunami provocó una serie de olas enormes que causaron la muerte de 46.000 personas, provocaron heridas a 16.665 personas, destruyeron 182.267 casas, arrasaron 59 escuelas y dañaron otras 123.

Azima Fasmi recuerda muy bien aquel soleado domingo. Aunque eran vacaciones, acudió a la escuela para preparar sus clases. Era la única docente en la sala de profesores. De repente oyó niños gritar. Había trescientos estudiantes en clase de religión. Todo el mundo corría de un lado para otro. “Afortunadamente nadie resultó muerto, pero toda la escuela quedó destrozada: la biblioteca, los libros, el material... ¡Todo! Mi marido fue a ver los destrozos por la tarde, pero yo era incapaz. Tuvo que pasar un mes antes de que pudiera volver... Tenía demasiado miedo.”

Conocí a esta profesora de inglés el pasado mes de junio, en su escuela, situada en Beruwela, en el sur de Sri Lanka. Hoy lucha por que su escuela se reconstruya en el mismo lugar, incluso aunque estuviera situada a 35 metros del mar. Toda la comunidad está implicada: los docentes, la dirección, los padres, los vecinos. Todos juntos han solicitado la derogación de la ley post-tsunami, que prohíbe toda construcción a menos de 100 metros del mar.

Al-Haj Hanaffi, presidente del comité de ayuda de Beruwela explicaba: “Nuestra ciudad tiene una larga historia. Fue fundada hace mil años por musulmanes llegados del mar. Es la primera comunidad musulmana de Sri Lanka. Esta escuela fue construida en 1924, es la primera escuela para niñas musulmanas de Sri Lanka. Es una escuela de una gran calidad. Muchos médicos, abogados, líderes políticos y docentes se han formado aquí, y ahora trabajan en nuestra comunidad, compuesta principalmente por pescadores muy pobres. Esta gente no podría mudarse lejos del mar”.

Para reconstruir esta escuela, que representa el corazón de la comunidad, los docentes y las docentes han obtenido el apoyo de su sindicato. De hecho, los sindicatos de la educación de Sri Lanka han conseguido el financiamiento de la Internacional de la Educación (IE), una organización sindical internacional que representa a 29 millones de miembros. Un día después del Tsunami, la IE ya empezó a recoger fondos de sus sindicatos afiliados, representados en más de 160 países. Los fondos destinados a Sri Lanka están gestionados por cinco sindicatos de docentes del país afiliados a la IE.

Los representantes sindicales han buscado en vano otro terreno para reconstruir esta escuela. O eran demasiado caros o estaban demasiado lejos. Por lo que la solución que han encontrado ha sido construir una escuela de 4 pisos sobre pilotes en el mismo lugar.

“Para conseguirlo hemos tenido que pasar por un proceso muy largo”, afirma el arquitecto Priyam Hettipathinama. “Nos hemos reunido con todos los docentes y la asociación de padres, y hemos desarrollado con ellos un proyecto de escuela que sea de fácil manejo para alumnos y profesores. Será una construcción de calidad con una sala de ordenadores, una biblioteca, clases espaciosas y aireadas, y un área de juegos. También estamos muy orgullosos de la elección de colores, que variará en función de la edad de los grupos y creará un entorno propicio para los estudios”. Los trabajos de reconstrucción comenzaron en julio de 2006.

La solidaridad de los profesores y las profesoras

“Lo que estamos construyendo no es sólo un edificio más”, explica Angela Wijesinghe, Presidenta de All Ceylon Union of Teachers (ACUT).

El 30 de diciembre de 2004, apenas 4 días después del desastre, la Sra. Wihesinghe se puso en contacto con el secretario general de la Internacional de la Educación, Fred van Leeuwen. Entonces se creó un comité formado por los cinco sindicatos de Sri Lanka afiliados a la IE, que actuó inmediatamente para ofrecer ayuda a los docentes y los estudiantes víctimas del Tsunami. Unas semanas más tarde empezaron a llegar los fondos a Sri Lanka. Dos responsables de la IE visitaron las regiones afectadas por el desastre. Una de las primeras acciones fue ofrecer sesiones de terapia post-traumática.

En febrero de 2005, la IE se mostró interesada por la reconstrucción de las escuelas y acordó con el ministerio de educación la elección de 11 escuelas repartidas por todas las regiones del país afectadas por el Tsunami y frecuentadas por las diferentes comunidades culturales: los cingaleses, los tamiles y los musulmanes. Para su reconstrucción se ha asignado un total de 4 millones de euros. La IE aprobó los planos el 10 de octubre de 2005, y el 22 de octubre del mismo año tuvo lugar una ceremonia en otra escuela situada al este de Beruwela, el colegio Shariputra, en Ahangana. También fui a esta escuela, que está situada a 100 metros del mar.

Esta escuela cuenta con 8 edificios. A ella acuden 1200 estudiantes, desde el parvulario hasta el nivel preuniversitario. Con el Tsunami, dos edificios quedaron destruidos y los otros seis quedaron seriamente dañados. Todo el material escolar quedó destrozado. “No pude encontrar ni una silla en buen estado”, recuerda la directora, Padmi Sapukotana. “Encontramos cinco cuerpos entre los escombros”.

Los trabajos de demolición ya han terminado y la reconstrucción comenzó en abril de 2006. Las clases se reiniciaron unos meses después del Tsunami, en refugios temporales construidos por UNICEF.

“Pero era muy difícil, los niños estaban traumatizados. Fui a los campos con otros docentes para hablar con los padres y convencer a los niños para que volvieran a la escuela”, explica Jagath Rajipakse, secretaria de la Sri Lankan Independant Teachers Union (SLITU). Había mucho en juego: esos niños no podían quedarse sin educación, especialmente los miles de huérfanos.

“Pero ahora ya estamos impacientes por mudarnos a la nueva escuela, porque enseñar en un refugio es penoso”, añadió. “No hay cerramientos, así que cuando llueve, enseñamos con el paraguas en mano. Es muy difícil motivar a los alumnos en estas condiciones”.

Afortunadamente, los trabajos van bien y la escuela estará reconstruida en unos meses.

Luc Allaire Centrale des syndicats du Québec (CSQ)