Quien entra en Sri Lanka entra en un encanto, el de los rostros sonrientes. Nunca he visto a tantas personas sonreír. Allí, la gente sonríe cuando se cruza, ya se conozcan o no, ya sea un extranjero o un compatriota, un hombre o una mujer.
Es difícil creer que este país vive un conflicto político y constitucional que perdura desde hace décadas entre el gobierno cingalés y el LTTE, la organización de los Tigres Tamiles de liberación, calificada de terrorista y que controla completamente ciertas regiones del noreste del país. Las consecuencias de este conflicto armado son desastrosas.
He visitado tres escuelas destruidas por el Tsunami en el este del país, una región tamil bajo control gubernamental. Esta región ha sido la más afectada por el desastre natural. De hecho, más de la tercera parte de sus habitantes fallecieron en el desastre: 10.436 personas. Ocho meses después del Tsunami, numerosas organizaciones no gubernamentales reconstruyen casas, hospitales, carreteras... Pero aquí todo es más difícil. El ejército es omnipresente.
La primera escuela que visité en esta región está situada en Krukalnadam, en el distrito de Batticaloa. En esta escuela tamil, Kalaivani Mahavidyalayam, las clases se dan en refugios que UNICEF ha construido. Todavía no se ha comenzado ningún trabajo de reconstrucción. M. Vimialiswaran, uno de los padres responsables del comité de reconstrucción de la escuela, no puede esperar más:
“El dinero no es el problema”, dice. “La seguridad tampoco, porque estamos en una zona controlada por el gobierno. ¿Por qué no empiezan los trabajos? Se trata del futuro de nuestros hijos. Para nosotros la educación es muy importante. Queremos que nuestros hijos sean bien educados pero somos pobres, no tenemos los medios para enviarlos a estudiar a otra ciudad. ¡Por eso hay que reconstruir ya esta escuela!”
El presidente de la Ceylon Tamil Teachers’ Union y responsable del Comité adjunto de docentes de Sri Lanka para la ayuda a las víctimas del Tsunami, M. Ganesharaja, está haciendo todo lo que está en sus manos para acelerar los trabajos, pero los obstáculos son muy importantes.
De forma que, debido a problemas burocráticos, se ha tenido que esperar más de un año para que el gobierno de Sri Lanka reconozca a la Internacional de la Educación como organización no gubernamental y para que se hayan podido utilizar los fondos para la reconstrucción de las escuelas. “No teníamos acceso a la cuenta bancaria, los fondos estaban congelados”, lamenta M. Ganesharaja.
Cuando finalmente los fondos se hicieron disponibles, el proceso de paz firmado después del Tsunami entre los tigres tamiles y el gobierno se rompió. Volvieron los atentados y los puntos de control militares se multiplicaron de tal forma que ningún ingeniero ni ningún arquitecto quiere acercarse a las zonas tamiles para supervisar los proyectos de reconstrucción, ni siquiera a las zonas bajo control gubernamental. Todo está bloqueado y son los estudiantes y los docentes los que lo están sufriendo.
Luc Allaire Centrale des syndicats du Québec (CSQ)