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En el fútbol se suele usar cánticos para burlarse de la hinchada rival, sobre todo cuando su equipo va perdiendo, es decir: “solo se canta cuando se está ganando...”, en ese sentido, me gustaría reflexionar sobre el reciente lugar de Escocia en los resultados de PISA 2018 sobre competencias a nivel mundial.

Las «puntuaciones» de PISA y el análisis inevitable por parte de muchas personas comentaristas de la «tabla de clasificación» suelen nutrir el discurso político sobre la eficacia de nuestro sistema educativo de modo poco enriquecedor. La política escocesa es en gran parte binaria y se configura en torno a la cuestión de la independencia. Dado que la educación está totalmente transferida al Parlamento escocés, la calificación de nuestro sistema como progresista y exitoso, o como uno dominado por una narrativa de fracaso y normas en declive, depende en gran parte de la cuestión política más amplia, el apoyo o no a la independencia, a favor de la cual se muestra el Gobierno actual.

Sin embargo, nuestro modelo de plan de estudios, el Currículo para la Excelencia, se creó en un momento de mayor consenso y desde su origen ha intentado ir más allá de un simple y único enfoque en el «rendimiento» como el principal parámetro al estructurar de forma explícita «cuatro capacidades», todas igualmente críticas, que incluye la ciudadanía activa, un desempeño más amplio, el crecimiento personal y la responsabilidad.

En el marco del plan de estudios, el equipo docente tiene libertad para diseñar sus propios planes de enseñanza durante la etapa de educación general, de los 3 a 15 años, a la que sigue la etapa de secundaria, que abarca de los 16 a 18 años, en la que se acreditan de manera formal las cualificaciones de diversas maneras.

La educación en Escocia se basa en el trabajo asociativo y los sindicatos de docentes han participado en distintos foros destinados a supervisar el Currículo para la Excelencia. Pese a que ha habido dificultades relacionadas con su aplicación, el «éxito» del alumnado escocés en el informe PISA VI es una reivindicación de la senda que han seguido los centros escolares en Escocia desde hace más de una década.

En el estudio se indica lo siguiente:

  • Escocia obtuvo una puntuación media de 534 en la evaluación de la competencia global. Fue uno de los cinco países que consiguieron al menos 50 puntos por encima de la media.
  • Dos países (Singapur y Canadá) lograron una puntuación media superior a la de Escocia, dos países/economías obtuvieron una puntuación similar (Hong Kong y Taiwán) y 22 países quedaron fueron inferiores.
  • El 12 % de estudiantes de Escocia se situaron en el nivel 5, el más alto de la evaluación, en comparación con el 4,3 % de estudiantes de los demás países. Solo dos países tuvieron una proporción más elevada de estudiantes en el nivel 5.
  • En función de las respuestas del cuestionario sobre competencia global, el estudiantado escoces tenía un respeto por encima de la media a las personas procedentes de otros países, incluyendo el respeto de sus valores y opiniones.
  • El alumnado escocés se situó entre los 10 países/economías (de 66) con una actitud más positiva hacia las personas inmigrantes.

Estos logros prácticamente no se mencionaron en los medios de comunicación. A veces parece que Escocia no se esfuerza mucho para cantar, incluso cuando va ganando.

Dicho esto, nada de lo anterior debe sugerir que no se enfrenten grandes retos en el sistema educativo escocés, siendo, quizás, el impacto de la pobreza en el rendimiento escolar el más importante. Pero sí sugieren que nuestro marco educativo está bien situado para impulsar el tipo de competencias globales que son esenciales en el Siglo XXI.

Reforzando ese marco están los estándares profesionales que se aplican a cualquier persona que desee enseñar en nuestras escuelas. En Escocia no se puede ejercer la docencia sin ser docente cualificado (se requiere un grado y una capacitación para la profesión docente) y sin estar registrado en el Consejo General de Enseñanza de Escocia (GTCS, según siglas en inglés), cuyo consejo rector incluye una mayoría de docentes en ejercicio electos por sus pares. Todas las normas del GTCS empiezan con una exposición de valores según la cual el profesorado se compromete a luchar contra la desigualdad, la discriminación y los prejuicios en todas sus formas.

El panorama positivo que recogen los resultados de PISA refleja, por tanto, los valores de los que los y las docentes deben modelar en su trabajo diario.

A principios de la pandemia, cuando se decretó un confinamiento y el cierre de las escuelas en el Reino Unido, resulto informativo seguir el debate en torno a la educación en los cuatro sistemas educativos. En Inglaterra el debate político pareció avanzar hacia la «pérdida» educativa y la necesidad de «ponerse al día» antes de que se produjera un dañno irreparable en las oportunidades de vida de niños y niñas.

Evidentemente, el hecho de que el alumnado no vaya a la escuela tiene consecuencias graves, pero en Escocia el problema se centró más en la idea de «retraso en la educación» y la necesidad de que todo el sistema se centrara a abordar la recuperación de la educación centrándonos en primer lugar en la salud y el bienestar del conjunto de estudiantes, incluido el bienestar psicológico, es decir, el rendimiento no era la preocupación principal.

Algo tan desestabilizador como una pandemia pone a prueba las estructuras de una sociedad y las fisuras quedan al descubierto, y ya he mencionado la desigualdad creada por la pobreza estructural.

Por este motivo, Escocia se comprometió sin demora al llamado de la Internacional de la Educación para realizar una “auditoría de la equidad”. Para hacer frente al desafío de la pobreza y la privación socioeconómica será necesario invertir en algo más que en escuelas e instituciones educativas. No obstante, como sindicato, hemos destinado importantes recursos para afrontar las repercusiones de la pobreza en la educación, trabajando con nuestros miembros para mitigar los daños dentro de las escuelas e impartir una educación profesional y de alta calidad, mediante la comunicación entre docentes centrada en cómo marcar la diferencia.

Y esta es la clave: lo que las y los docentes hacen en el aula día a día.

Si la pandemia nos ha enseñado algo en el mundo de la educación es que la interacción profesorado y alumnado es fundamental para la función enriquecedora que los centros educativos desempeñan en el desarrollo de la juventud:  otorgarles una conciencia de sí mismos y de los demás y sentido de los valores. Es una lección que aprender y poder cantar, con humildad, cuando vamos ganando.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.