Junto a la carretera que va desde el aeropuerto principal de Ossetia del Norte hasta Vladikavkaz, la capital, hay un nuevo cementerio. Se abrió el año pasado para dar cabida a los restos de más de 300 víctimas del asedio ocurrido en la escuela n° 1 de Beslan. Es algo singular. Tanto las paredes exteriores como las interiores están adornadas con una mezcla de coronas de colores de flores artificiales y con flores naturales.
La sepultura de todas y cada una de las víctimas está adornada con flores, y algunas con juguetes y otros recuerdos de aquellos que están enterrados en ellas.
Representan el asombroso recuerdo de la amplitud de la tragedia que alcanzó a la gente de este pequeño rincón de la Federación Rusa hace menos de un año.
En estos momentos, el cementerio no es el lugar tranquilo que uno siempre supone. Está lleno del ruido de las máquinas y los trabajadores que se afanan por hacer del cementerio un monumento permanente de mármol rojo y gris para los que están enterrados en él. Pero ni siquiera el ruido de las máquinas cementeras podrían ahogar los sollozos de una abuela que llora la pérdida de su hija y su nieta al visitar sus tumbas. Murieron juntas en el asedio de Beslan.
La presencia de muchas parcelas con tumbas que contienen a más de un miembro de una familia (hermanas, hermanos, madre e hija o hijo, abuela y nieto, en un caso a seis niños de la misma familia) nos traen el conmovedor recuerdo de que esta escuela servía a toda una pequeña comunidad. Las sepulturas de los profesores y los otros empleados de la escuela se entremezclan con las de los padres y los estudiantes. Los postes que marcan las tumbas y las cruces armenias recuerdan que esta comunidad está compuesta por musulmanes y cristianos, y lo mucho que sufrieron las dos comunidades religiosas en la tragedia.
Ossetia del Norte es una de las repúblicas más pequeñas de la Federación Rusa, con Georgia al sur, y Chechenia al este. La ciudad de Vladikavkaz está situada a los pies de la gran cordillera del Cáucaso, a quien le debe su nombre. (literalmente significa a los pies del Cáucaso). Vladikavkaz es una pequeña ciudad con una alta tasa de desempleo que lucha por adaptarse a la pérdida de la industria minera colindante y a los efectos de las reformas económicas de Rusia tras la desaparición de la Unión Soviética. Actualmente, su principal industria es la destilería. En este momento, esta zona es uno de los principales proveedores de vodka del mercado ruso.
La gente de la ciudad y los alrededores son un mezcla de razas eslavas y otras razas. Tanto la religión cristiana como la musulmana están muy representadas en la población de la ciudad y sus alrededores. Por lo general, la gente es hospitalaria y abierta. Son grandes defensores de la tradición en sus actividades sociales. Durante la Segunda Guerra Munidal, la zona fue invadida por el ejército de Hitler, que se dirigía a las zonas ricas en petróleo del norte y del este. Hay monumentos a los héroes de la resistencia al avance alemán, detenido en Grozni, Chechenia. Esta zona está lejos de las principales rutas turísticas. Antes del pasado septiembre, era raro ver visitantes de fuera de la región. Hay pocas concesiones a otras lenguas que no sean el ruso, que es, por supuesto, similar al ossetiano. Los letreros y los anuncios en escritura cirílica le añaden una sensación de lejanía al visitante de la Europa del oeste.
Beslan es una pequeña población a las afueras de la ciudad. Ahora, la población tiene tres proyectos de construcción importantes, ya que se prevé que sean tres de las escuelas más modernas y mejor equipadas de la Federación Rusa. Los afectados por la tragedia han recibido algunas indemnizaciones del estado. Además, se creó una Comisión especial para vigilar la distribución de las ayudas, y muchas agencias e instituciones benéficas extranjeras también ofrecieron ayuda a las víctimas. Algunas de ellas siguen ofreciendo asistencia material. Pero, sin embargo, el futuro de muchos niños sigue siendo incierto. Por ejemplo, una niña de tres años ha perdido a toda su familia excepto a su abuela. Muchos han perdido al mantenedor de su familia, que posiblemente era un profesor de la escuela o uno de esos profesores que estaban visitándola en aquel fatídico 1 de septiembre pasado.
El nuevo Primer Ministro de la República sostiene que una de las cuestiones más difíciles de tratar es el trauma psicológico que están sufriendo los niños. Proveyó programas de asistencia sociopsicológica y otras estrategias para ayudar a la gente, y especialmente a los niños, a hacer frente a su estrés postraumático.
Una visita al emplazamiento de la Escuela n°1 es la mejor manera de hacernos una idea de la terrible experiencia sufrida por los retenidos en el asedio. De lejos, el contorno de la escuela es igual que el de muchas otras del resto de Europa. Pero conforme uno se va acercando, ve que falta el techo del gimnasio y que los rescoldos negros de lo que habían sido los travesaños del tejado relucen al aire libre. Hay ventanas rotas y agujeros de balas. Las balas de alto calibre o los cohetes también han destruido las tejas de algunas partes del edificio principal de la escuela.
El gimnasio mismo es un edificio muy pequeño que utilizaron para retener a casi mil cuatrocientos rehenes, cuando normalmente podría tener cabida para una cuarta parte de esa cifra.
El suelo está lleno de botellas de plástico con agua. Las ponen los familiares de las víctimas como recuerdo de que los captores mantuvieron a los rehenes privados de agua. La mayoría de las botellas tienen, por lo menos, una flor. Todavía se ve claramente el aro de la canasta donde colgaron la última bomba que explotó y provocó el pánico entre los rehenes y la posterior matanza. En el suelo todavía quedan marcas de sangre de las víctimas. La puerta por la que muchos intentaron escapar vanamente en pánico está abierta; el patio donde ocurrió la matanza está cubierto de césped nuevo.
En el ambiente hay una sensación de parálisis. La enormidad de lo que ocurrió es casi demasiado grande para poder comprenderlo. La alegría de una comunidad escolar celebrando el comienzo de un nuevo año académico, como tantas otras escuelas del hemisferio norte a principios de septiembre, se hizo añicos por una violencia inexplicable que nos deja sin palabras. A las sociedades les gusta ver sus escuelas como entornos educativos seguros, no como lugares de ejecución, bombas, balas y terrorismo. El zapato de un niño pequeño que se cayó en la ventana del gimnasio al intentar escapar, sigue en el mismo lugar rodeado de flores y es un conmovedor recuerdo de la edad de muchas de las víctimas de la violencia que se sufrió en este lugar.
Posiblemente, las cicatrices de esta tragedia nunca se curen para aquellos que estuvieron presentes durante el asedio y sobrevivieron. La mayoría de los profesores y los estudiantes de la Escuela n°1 decidieron quedarse juntos e irse a la Escuela n°2 cuando volvieran al colegio.
Allí, se ofrecen apoyo los unos a los otros, un apoyo que sólo los que han compartido la experiencia de tal suceso pueden ofrecer a sus compañeros de sufrimiento. Han preparado un poster de todos los profesores que fallecieron con el antiguo administrador, que ese día fatídico estaba visitando la escuela. Todos siguen claramente traumatizados por los hechos y necesitan apoyo. Es probable que muchos de los niños sigan necesitando una asistencia especial durante su educación y algunos podrían necesitar ayuda psiquiátrica durante muchos años después de sus estudios.
La comunidad está debatiendo lo que se debería hacer con la vieja escuela. Algunos quieren mantenerla para siempre como un recuerdo de los terribles hechos que tuvieron lugar en ella. Otros quieren derribarla y poner en su lugar un monumento. La realidad es que los edificios están muy dañados y se tendrán que tomar medidas para prevenir que se derrumben. También es cierto que algunas señales, como las manchas y las marcas de violencia se desvanecerán con el tiempo. Quizás dentro de uno o dos años, los que vivieron la experiencia lo verán todo diferente. Otros familiares de las víctimas están expresando su rabia en las calles. Se están manifestando en el centro de la ciudad, cerca de los edificios de la administración gubernamental, intentando que se publique un informe oficial de la tragedia. Once de los manifestantes están en huelga de hambre.
El 3 de septiembre tendrá lugar un gran acontecimiento conmemorativo en Beslan. Entre las ceremonias organizadas, las autoridades regionales prevén abrir el nuevo cementerio oficialmente como un monumento a los que fallecieron en la tragedia. La Internacional de la Educación está invitada a participar en las ceremonias y estará representada por su Presidente, Thulas Nxesi.
Una visita a la comunidad de Beslan en un momento de secuela de la tragedia es una experiencia profundamente conmovedora. Es un homenage a la resistencia de la energía humana que la gente que vive una experiencia tan extraordinaria pueda reconstruir su vida. Sin embargo, está claro que para mucha gente de esa comunidad escolar, la tragedia todavía forma parte de sus vidas cotidianas y seguirá así por mucho tiempo.
Charlie Lennon, Coordinador Administrativo Principal de la IE A 15 de junio de 2005